29 Jul Carta a los Hebreos
Posted at 07:23h
in Carta a los Hebreos
Carta a los Hebreos
Un estudio expositivo por Lowell Brueckner
Capítulo 8
Un Pacto Mejor
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Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos,
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ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre.
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Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también este tenga algo que ofrecer.
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Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley;
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los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte.
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Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.
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Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo.
Una posición perfecta
El Espíritu Santo está glorificando a Cristo, exactamente como Jesús prometió que haría: “Él me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber” (Jn.16:14). En los siete capítulos anteriores, el Espíritu Santo nos dirigía hacia el punto principal, y ahora nos presenta al Sumo Sacerdote de un orden de sacerdocio mejor que el levítico; el orden de Melquisedec. En el último capítulo, citó el Salmo 110:4, en el que Dios declara al Hijo como eterno Sacerdote, según Melquisedec. Así, Jesucristo, es la perfección de Sumo Sacerdocio que Dios deseaba desde la eternidad.
Él es el Sumo Sacerdote que describió al final del capítulo 7; santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores y más sublime que los cielos. Él es la realidad, quien cumple todos los tipos y sombras del Antiguo Testamento. Está posicionado sobre el trono del cielo en perfección (v:1) y dirige Su ministerio desde un verdadero tabernáculo, del que el tabernáculo levantado en el desierto era sólo un modelo. El Señor lo levantó y no el hombre (v:2); estas son la realidad y perfección celestiales. ¿Quién sería tan insensato como para abandonar la realidad y regresar a las figuras y sombras?
Él “traspasó los cielos” (4:14), dejando atrás el atrio celestial y el Lugar Santo, para llegar al Lugar Santísimo y descansar de Su obra. Es una obra totalmente cumplida; podemos decir que es una obra real, porque Él está sentado sobre el trono, como Rey y Sacerdote. No está sentado sobre cualquier trono, sino sobre el verdadero trono, que es único; un trono digno de un Rey perfecto. Como hemos dicho, el escritor enfatizó Su sumo sacerdocio citando repetidamente el Salmo 110:4. Ahora vemos que también cita el Salmo 110:1 varias veces. Empezó citándolo en el capítulo 1 de Hebreos, versículo 3, y lo mencionará otras veces en 10:12 y 12:2: “Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.
El ministerio del sumo sacerdote era ofrecer sacrificios y ofrendas; de igual manera, este Ministro tiene algo que ofrecer (v:3), pero no de la misma forma que un sacerdote terrenal, según la ley de Moisés, ya que supondría regresar a las sombras y figuras (v:4). Él se ofrece a Sí mismo en un Nuevo Pacto. Moisés, el gran legislador, vio un modelo, pero no vio la realidad (v:5) que el Espíritu Santo nos está permitiendo ver. Dios ha anulado el pacto del cual Moisés era mediador para su pueblo, y lo ha reemplazado por un pacto mejor, con mejores promesas. Cristo es el único Mediador verdadero, y media a través de un verdadero pacto (v:6).
El escritor está mostrando claramente las imperfecciones de aquello que era lo más sagrado bajo el Antiguo Pacto; las personas, lugares y creencias más sagradas de su religión, y lo hace utilizando sus mismas Escrituras. Comprueba que Dios nunca propuso que fueran permanentes y, por eso, prometió un día mejor, proveyendo un ministerio excelente, basado sobre un mejor pacto. La lógica que presenta es la siguiente: ¿Por qué prometería Dios un segundo pacto si el primero fuera perfecto? Además, este tenía sus puntos débiles, porque el mediador era un hombre… un buen hombre, pero un hombre imperfecto, al que Dios ni siquiera permitió entrar en la Tierra Prometida (v:7).
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Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto;
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no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.
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Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo;
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y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos.
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Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.
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Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.