Libro de Apocalipsis

Libro de Apocalipsis

Libro del Apocalipsis

 

Un estudio expositivo por Lowell Brueckner

 

CAPITULO 7

 

Los 144.000 de Israel

Capítulo 7:1-8

 

  1. Después de esto, vi a cuatro ángeles de pie en los cuatro extremos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplara viento alguno, ni sobre la tierra ni sobre el mar ni sobre ningún árbol.

  2. Y vi a otro ángel que subía de donde sale el sol y que tenía el sello del Dios vivo; y gritó a gran voz a los cuatro ángeles a quienes se les había concedido hacer daño a la tierra y al

  3. diciendo: No hagáis daño, ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que hayamos puesto un sello en la frente a los siervos de nuestro

  4. Y oí el número de los que fueron sellados; ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel;

  5. de la tribu de Judá fueron sellados doce mil; de la tribu de Rubén, doce mil; de la tribu de Gad, doce mil;

  6. de la tribu de Aser, doce mil; de la tribu de Neftalí, doce mil; de la tribu de Manasés, doce mil;

  7. de la tribu de Simeón, doce mil; de la tribu de Leví, doce mil; de la tribu de Isacar, doce mil;

  8. de la tribu de Zabulón, doce mil; de la tribu de José, doce mil, y de la tribu de Benjamín fueron sellados doce

 

Aun en estos días modernos utilizamos el término “los cuatro rincones de la tierra” para referirnos a las cuatro direcciones principales. Como ya mencioné en el último capítulo, a Dios poco le importa satisfacer las demandas científicas de gente crítica. A Él le importa comunicar Su palabra al hombre común.

Los cuatro vientos es una expresión usada por los profetas y también por Jesús que, en Su caso, habló de reunir a los escogidos (Mt.24:31). Parece que indica diferentes casos de movimientos o agitación sobre el mundo entero. Los ángeles están involucrados en lo que tiene que ver con la naturaleza por todo el libro de Apocalipsis. En este pasaje están deteniendo el viento; en 14:18 habla de un ángel que tiene poder sobre el fuego; y en 16:5, hay un ángel de las aguas.

Juan observa desde el cielo a cuatro ángeles que se posicionan en los cuatro puntos de la tierra: norte, sur, este, oeste, para detener más destrucción, mientras en el cielo se ejecutan planes para la salvación de muchísima gente (v.1). Otro ángel sube como el sol desde el este con el sello de Dios (v.2). Los sellos, a menudo, eran los anillos que los gobernantes llevaban en el dedo con su firma, y eran usados para autenticar documentos oficiales, como vimos en el rollo sellado por Dios con siete sellos, en los capítulos 5 y 6.

En este caso, también común, era un sello más grande llevado en la mano. Pilato mandó sellar con el sello del imperio romano la piedra puesta sobre la puerta de la tumba de Jesús, proclamándole así oficialmente muerto. Los sellos también fueron utilizados para marcar una posesión, que es exactamente lo que tenemos en este capítulo. La marca de la bestia, mencionada en los capítulos 13, 14, 16 y 19, revelará a los que pertenecen al anticristo, pero éstos, son sellados para apartarles como la propiedad de Dios en medio del reino del anticristo.

Este último ángel gritó con voz fuerte de autoridad a los ángeles de los cuatro vientos, para que continuaran deteniendo el juicio sobre la naturaleza, es decir, la tierra, el mar y los árboles (v.3). A ellos les ha sido delegada la autoridad para administrar el juicio. El quinto ángel sellará a 144.000 judíos en la frente, 12.000 de cada tribu. El privilegio más grande sobre la tierra es llevar el sello de Dios, lo cual garantiza una seguridad absoluta en Él. Todo el poder de la naturaleza es detenido para dar prioridad a la obra del ángel que sella a los escogidos de Dios (vs.4-8).

Es crucial para nosotros el hecho de que el apóstol escuchara tan claramente el número total y a quienes le fue atribuido. El fundador de los Testigos de Jehová, Charles Taze Russell, enseñaba que solamente estos 144.000 formarían un Israel espiritual e irían al cielo. Los Testigos unen a estos 144.000 del capítulo 7, con los 144.000 que son las primicias en el capítulo 14, concluyendo que se “refiere a los que gobernarán en el cielo con Cristo sobre una tierra paraíso que será llena de un gran número indefinido de gente feliz que adorarán al Dios Jehová” (Sociedad Watchtower 204 9/1 pp. 30-31, preguntas de los lectores).

El texto bíblico posiciona a los 144.000 sellados en la tierra y a la innumerable multitud delante del trono de Dios, totalmente al contrario de lo que enseñan los Testigos. Debido a esta idea, tan claramente equivocada, junto a muchísimas más, los Testigos de Jehová demuestran, desde el principio de su existencia, que nunca han tenido la influencia y alumbramiento del Maestro celestial, el Espíritu Santo. Cualquier persona que constantemente mal interpreta las Escrituras debe cuestionarse si tiene el Espíritu de Dios y si es verdaderamente nacida de nuevo.

Pablo concluyó, por la falsa doctrina sobre la resurrección en Corinto, que “algunos no tienen conocimiento de Dios [os faltáis el sentido de la presencia de Dios y cualquier conocimiento verdadero de Él(1 Co.15:34, Biblia Amplificada). Las sectas son identificadas por su falsa doctrina, y la gente debe ser advertida contra cualquier individuo o grupo que esté fuera de la cobertura protectora de Dios, habiendo sido entregado a doctrinas de demonios (1 Ti.4:1). Además de la posición de los dos grupos, ¿qué otras cosas nos indican que podemos estar seguros de que los Testigos de Jehová están en un error sobre este pasaje?

¡Dios conoce individualmente a cada uno de Su pueblo, y el cielo no pierde sus documentos de identidad! La Biblia nombra las tribus para que cada judío se identifique dentro de la suya en particular. Si alguien cree que estas tribus no representan a Israel literalmente, tendrá que estar preparado para decirnos el significado espiritual de cada tribu, y explicar por qué cada miembro pertenece a distinto patrimonio tribal espiritual. La Escritura no nos da una clave sobre tal asunto, y por eso tenemos que concluir que los versículos, del 5 al 8, no son espirituales, sino totalmente literales y representan a 12.000 judíos de cada una de las 12 tribus de Israel. Cualquier otra interpretación es pura conjetura y fantasía.

Veamos ahora, más cuidadosamente, cada tribu mencionada. Primeramente, tenemos a Judá, la tribu de Cristo. Tenemos también a Manasés, el mayor, pero menos prominente, hijo de José, y cerca del fin de la lista está José mismo. Aunque Leví, la tribu de los sacerdotes, no heredó ninguna porción del territorio de Israel, también está incluido. Así, tendríamos 13 tribus, si no fuera porque Dan ha sido eliminado. No tengo una buena explicación para estas irregularidades, pero algunos sugieren que Dan y Efraín fueron las tribus que cometieron el pecado de idolatría de forma más drástica en Israel. De una cosa estoy seguro, y es que, de igual manera que el Señor, según Su sabiduría y soberanía, eligió a siete iglesias entre las de Asia Menor, también ha elegido a las 12 tribus más adecuadas para Sus propósitos eternos.

Inmediatamente después de darnos la lista de las 12 tribus de Israel, Juan observó, delante del trono, una multitud innumerable que salieron (RV60) o vienen (LBLA) de la Gran Tribulación. Estudiaremos más de ella después, pero por lo pronto, quiero volver a Mateo 24, donde Jesús enseñó a Sus discípulos acerca de los últimos tiempos. Queremos ver la cronología y la misión de estos judíos.

Hemos visto una perfecta simetría entre el discurso del monte de los Olivos y los primeros cinco sellos que Cristo abrió. El quinto sello, que tenía que ver con el martirio, continúa en Mateo 24:10. Después, Jesús describe el engaño constante y general de aquellos tiempos y la falta de afecto natural en el mundo (vs.11-12). Concluye el versículo 13 mencionando la salvación de aquellos que perseveran hasta el fin. Muchas veces comento que no quiere decir que la perseverancia salva, sino que ¡la salvación persevera!

 

Después del quinto sello, en el versículo 14, observamos el éxito del evangelio y el cumplimiento final de la comisión dada por Cristo. En el fin, todas las naciones del mundo entero serán evangelizadas. Jesús menciona el fin en Mateo 24:13, y entiendo que se está refiriendo al fin de la Gran Tribulación. En el versículo 15 habla de la abominación de desolación, que ocurre precisamente en medio de la séptima semana de Daniel (9:27). Después, la cronología del versículo 14 está relacionada con su contexto (13-21), es decir, los últimos 3½ años de la séptima semana, que es la Gran Tribulación. En Apocalipsis 7:14 leemos de la multitud que sale de la Gran Tribulación.

En nuestro pasaje, la gran multitud es vista por Juan después de que el ángel selle a los 144.000 judíos, por eso tiene que haber una conexión. Otra vez, al unir nuestra porción con Mateo 24:14, sugiere fuertemente que los sellados, protegidos y elegidos judíos, serán testigos a las naciones durante la Gran Tribulación y su testimonio tendrá un éxito inmenso. ¡Una multitud innumerable será salvada!

Una multitud innumerable

Capítulo 7:9-17

 

  1. Después de esto miré, y vi una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos.

  2. Y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al

  3. Y todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono y alrededor de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, y cayeron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios,

  4. diciendo: ¡Amén! La bendición, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los Amén.

  5. Y uno de los ancianos habló diciéndome: Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿Quiénes son y de dónde han venido?

  1. Y yo le respondí: Señor mío, tú lo Y él me dijo: Estos son los que vienen de la gran tribulación, y han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.

  2. Por eso están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado en el trono extenderá su tabernáculo sobre

  3. Ya no tendrán hambre ni sed, ni el sol los abatirá, ni calor alguno,

  4. pues el Cordero en medio del trono los pastoreará y los guiará a manantiales de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.

 

Ahora, estudiaremos acerca de esta gran multitud que no puede ser enumerada por la mente y capacidad humanas. Es necesario marcar el tiempo exacto en el que ellos son convertidos. Tenemos la respuesta en el versículo 14. El griego original lo deja perfectamente claro: “la tribulación, la grande”. Seguramente, es el mismo tiempo indicado por Cristo en Mateo 24:15-21. Él lo introdujo con un evento al que llamó: “la abominación de la desolación”, citando al profeta Daniel. Dijo que los que leen esta profecía deben entender lo que significa y, por cierto, Daniel lo define claramente.

Daniel se refiere a este periodo en 9:27, 11:31 y 12:11. Permíteme relatar lo que pasa en estos pasajes sin meterme mucho en ellos. El anticristo hace un pacto con los judíos por un periodo de siete años. Esto tiene que ver con la reconstrucción del templo y la restauración de los ritos de ofrendas y sacrificios. Exactamente, en la mitad de estos siete años, él se transforma, dejando de ser el hombre de paz que está fingiendo ser, y revelándose como el hombre demente y egoísta que en verdad es, poniendo fin a los sacrificios y exaltándose a sí mismo como objeto de adoración en el templo.

Habrá entonces 3½ años de aflicción extrema sobre la tierra y las palabras de Jesús marcarán el principio del tiempo en el que “habrá entonces una gran tribulación, tal como no ha acontecido desde el principio del mundo hasta ahora, ni acontecerá jamás” (Mt.24:21). Daniel también definió este tiempo con semejantes palabras: “Será un tiempo de angustia cual nunca hubo desde que existen las naciones hasta entonces” (Dn.12:1). Nada de lo que pasó antes, ni nada de lo que pasará después, podrá ser comparado a este tiempo. No veo la manera de poder mal interpretar sus palabras ni el tiempo de Apocalipsis 7.

Este tiempo tan oscuro será también un tiempo exitoso en cuando al evangelismo, sin precedentes mundialmente, de hecho, será un tiempo de avivamiento intenso, imposible de medir o calcular (v.9).

¡Dios es el Dios de la redención, aún en medio del juicio! Habacuc oró al Señor de justicia y bondad: “Aviva, oh Señor, tu obra en medio de los años, en medio de los años dala a conocer; en la ira, acuérdate de tener compasión” (Hab.3:2). La sangre del Cordero todavía avala en la Gran Tribulación para redimir a los hombres de cada nación, tribu, pueblo y lengua. Sus vestiduras han sido lavadas y llevan palmas de alabanza en sus manos, como en la Fiesta de los Tabernáculos (Lv.23:40) y en la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén (Jn.12:13). La salvación pertenece a Él; Él solamente es capaz de proveer la salvación y distribuirla.

Están regocijándose, haciendo resonar al cielo con sus alabanzas. No vemos a gente meditabunda, guardando silencio en el cielo. Si el corazón está totalmente iluminado para poder ver la realidad de la vida eterna en un ambiente como el cielo, ¿quién podrá refrenarse? El cielo no pondrá límites de expresión a los redimidos. Al grado en que nuestra alma pueda sentir el efecto del evangelio, a ese grado clamaremos “a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero”. ¿Estás tú dispuesto y preparado para participar en la alabanza celestial? (v.10)

John Wesley calculó que el número de ángeles en el capítulo 5 era más de 200 millones, pero aquí, como no lay límites de santos, tampoco hay límites de ángeles. El texto declara que son todos los ángeles, los 24 ancianos y los cuatro seres vivientes, unidos y confirmando con un ¡amén! el éxtasis del coro de los santos redimidos (v.11). Ellos dan la bendición, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fortaleza a Dios, postrados delante del trono (v.12).

Juan no puede identificar a este pueblo tan especial porque no son cristianos como los que él ha conocido. Los hubiera reconocido si fueran de la historia de la iglesia, pero no podía opinar en cuanto de estos. Él esperó humildemente a que el anciano le enseñara (v.13). Les identificó como los santos de la tribulación, sin embargo, han entrado al Reino de Dios como todos los demás santos del Antiguo y Nuevo Testamento y de toda la edad de la iglesia. Existe un solo Redentor y Su sangre puede limpiar al más vil pecador en el peor tiempo, para que sea tan blanco con la nieve. Sólo así puede estar en el lugar santísimo delante el trono (v.14).

“¡Por eso!” Tenemos que hacer caso a estas dos pequeñas palabras que introducen el versículo 15. Solamente de esta manera los santos tienen acceso a esta asombrosa posición. Recientemente, se me ocurrió que el velo entre los dos compartimentos del templo, no solamente separaba al santo del mundano y vil, sino también al Lugar Santísimo del Lugar Santo. Los sacerdotes podían ministrar en el Lugar Santo, pero no había sitio para ellos, ni para cualquier mero hombre, en el Lugar Santísimo. La santidad práctica que un creyente pueda obtener en esta vida, nunca le calificará para lo más santo. Solamente la sangre del absolutamente Perfecto nos puede avalar: “Mas por obra suya estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, y santificación, y redención, para que, tal como está escrito: ‘Él que se gloría, que se gloríe en el Señor’” (1 Co.1:30- 31). Solamente por Sus méritos podemos estar allí.

No tendrán hambre ni sed jamás, ni serán abatidos por el calor. Un principio bíblico nos hace entender que este estado no tiene que ver principalmente con las condiciones atmosféricas, ni con la ubicación geográfica, sino que se deberá a la presencia de una Persona… “El extenderá su tabernáculo sobre ellos” (vs.15-16). ¡De qué manera tan hermosa lo expresa el anciano! Un himno declara: Donde está Jesús, allí está el cielo. Ahora y para siempre, estamos eternamente seguros bajo los brazos eternos: “El que habita al abrigo del Altísimo morará a la sobra del Omnipotente. Diré yo al Señor: Refugio mío y fortaleza mía, mi Dios, en quien confío” (Sal.91:1-2).

El Señor es mi pastor por toda la eternidad. El cielo es seguro eternamente por Su presencia. La confianza en el Señor (que es lo mismo que decir por la fe en el Señor), permanece por toda la eternidad, unida con la esperanza y el amor. Ni siquiera en el ambiente celestial seremos independientes, porque Él nos ha creado para depender de Él. Nos conducirá a aguas de reposo… aguas de vida… y Él es nuestro gozo, que enjugará toda lágrima de nuestros ojos (v.17). Por causa de Él, no hay tristeza en el cielo, sino “me darás a conocer la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre” (Sal.16:11).



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