04 Jul Libro de Apocalipsis
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in Apocalipsis
Libro del Apocalipsis
Un estudio expositivo por Lowell Brueckner
CAPITULO 5
El Cordero es Digno
Capítulo 5:1-5
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Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete
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Y vi a un ángel poderoso que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y de desatar sus sellos?
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Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro ni mirar su
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Y yo lloraba mucho, porque nadie había sido hallado digno de abrir el libro ni de mirar su
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Entonces uno de los ancianos me dijo: No llores; mira, el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete
Las representaciones dadas en el libro de Apocalipsis no han sido escritas para nuestra imaginación. La de Cristo, en el primer capítulo, la que veremos en este capítulo, la de los cuatro seres vivientes y la del que está sobre el trono, fueron revelaciones dadas a Juan, y sólo él pudo verlas realmente. Solamente él sabe exactamente lo que vio. No es para que nosotros desarrollemos la imaginación o, como han hecho algunos, para que intentemos plasmar en dibujos las palabras y descripciones de Juan. Están escritas para que aprendamos acerca de las características y atributos del que está sobre el trono y de Cristo. Aprenderemos también acerca del papel de los ancianos y de los seres vivientes en el Reino de Dios. Hay mucho más y sería bueno recordar este principio para todo lo que seguiremos estudiando.
En el capítulo 4, vimos el honor y la adoración ofrecidos a Dios, el Rey. En el capítulo 5, veremos el honor y la adoración dados al Cordero, igualmente. Esta escena nos demostrará el cumplimiento celestial del principio que Jesús puso delante de nosotros en Juan 5:23: “Para que todos honren al Hijo, así como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió”. Esta es una prueba absoluta de Su divinidad; si Él fuera menos que divino, la escena que observamos sería pura idolatría.
Nuestra primera preocupación es el rollo que está en la mano derecha del que está sentado en el trono. Cuando el rollo se abra en el siguiente capítulo, podremos saber su contenido y sabremos que tiene que ver con los eventos de los últimos días. El rollo tiene siete sellos, es decir, está perfectamente sellado para que nada sea añadido. El contenido es completo y lo que ha de pasar ya ha sido determinado (v.1). Alguien ha denominado este rollo como el “título de propiedad del universo”.
Cito del “Cristo del Apocalipsis: “Ningún loco garabateará en sus páginas. Ningún ego-maniaco podrá sostenerlo. Ninguna persona bien-intencionada puede añadir una línea a su perfecta y completa historia. Sellos celestiales guardan la revelación de todos sus sucesos y ninguna autoridad terrenal tiene el poder de romperlos. Dios está reteniendo los derechos y privilegios de la propiedad, hasta que aparezca el Hombre adecuado, que podrá dirigir justa y dignamente los eventos que han de tener lugar.”
Los ángeles son los heraldos y portavoces que anuncian los acontecimientos celestiales y los detalles que se originan en el salón del trono. Ahora, un ángel poderoso formula una pregunta acerca de tomar el libro y abrir los sellos, lo cual implica grandes consecuencias. Es como decir, ¿quién es digno de heredar toda la herencia de Dios y, teniéndola en su potestad, manejar sus desarrollos hasta llevar a esta época a su fin (v.2)? ¿Quién tiene la autoridad para derramar sobre la tierra juicios de tan grande magnitud que acabarán con la cuarta parte de los habitantes de este mundo?
Según la justicia divina, esta responsabilidad tiene que ser llevada a cabo por un ser humano, porque todo lo involucrado en el contenido del rollo tiene que ver con la humanidad. Solamente un hombre, como representante de la raza humana, puede determinar justamente el destino del hombre. Para asumir esta gran responsabilidad, el que dirija los arreglos perfectos, tiene que ser uno que pueda abrir el rollo de modo que nadie pueda cerrarlo (3:7).
Ya hemos aprendido que, para que se lleve a cabo la justicia perfecta, ningún ser angelical o cualquier otra criatura, fuera de la raza humana, puede estar involucrado. Toda la creación está dividida en tres partes: El cielo, la tierra y debajo de la tierra, es decir, el Hades, la esfera de los muertos. Ninguno más en todo el universo se atrevió a tomar la parte del protagonista en esta dramática escena (v.3).
Ningún hombre fue digno
Otra vez cito “El Cristo del Apocalipsis”: “Veamos la lista de candidatos. Adán, el primero de todos, cayó miserablemente. Noé encontró gracia ante los ojos del Señor, pero más tarde sus hijos lo encontraron en la cama vergonzosamente desnudo y borracho, así que no es el adecuado para dirigir los asuntos celestiales. Entonces, Abraham fue llamado el amigo de Dios. Sin embargo, no esperó la promesa de Dios e intentó cumplirla a su propia manera. Moisés fue un gran líder piadoso, pero en una ocasión se enfadó y dio un golpe cuando Dios le ordenó hablar. Tal error podría ocasionar un desastre a unos planes que son perfectos y eternos. ¿Cómo lo haría David, un hombre conforme al corazón de Dios? No, todos conocemos cómo bajó la guardia en un momento de relajación y sucumbió a la tentación. Uno por uno, todos son eliminados.”
Cualquiera que ame a Dios llorará por la incapacidad humana de cumplir la voluntad divina; así es que, Juan llora (v.4). Toda la raza humana es un fracaso total en cuanto a satisfacer al cielo. No sólo es incapaz, en relación a los propósitos divinos, sino que está condenada y necesita un redentor que pueda pagar la deuda para conseguir su perdón. El redentor tendría que llevar a cabo la debida justicia a un mundo de pecadores incrédulos y rebeldes.
Hombres con la misma naturaleza y experiencia pueden llegar a simpatizar uno con el otro. Un ser humano, uno de los ancianos, consuela a Juan, asegurándole que el cielo siempre ha tenido una respuesta al dilema (v.5). La Escritura continúa gobernando en el cielo y para toda la eternidad, y el anciano lleva a Juan al libro de Génesis.
De “El Cristo del Apocalipsis: “Jacob, el tercer patriarca de la raza hebrea produjo un ‘cachorro de león’. Su nombre era Judá, el cuarto hijo de Lea, la esposa de Jacob. Al principio era salvaje y destructivo; dirigió un traicionero complot contra su piadoso hermano menor, José. Con el hambre mirándole fijamente a la cara, Judá, el león, es forzado, junto con su padre y hermanos, a volver la mirada hacia Egipto para sustentarse. José lo convirtió en un león domado, quebrantando su espíritu, después de lo cual rindió su voluntad. Haciendo esto, encontró la verdadera libertad y se convirtió en la cabeza del pueblo de Israel. A lo largo de su historia, Judá fue guía del camino y de él descendió una estirpe de reyes.”
Cuando Jacob yacía en su lecho, llamó a todos sus hijos a su presencia. Por última vez, el viejo patriarca sacó fuerzas y se levantó de su cama para hablar como el oráculo consagrado de Dios y dijo: ‘Cachorro de león, Judá… Se encorvó, se echó como león… No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos” (Gé.49:9-10). El cachorro maduró de generación en generación. A su debido tiempo, cuando no podía encontrarse entre los hombres a nadie que sujetara a los enemigos de Dios, ¡el León de la tribu de Judá, ya maduro, con perfecto vigor y desarrollo, apareció rugiendo en escena repentinamente como Señor y Cristo!”
El alto propósito del Dios omnisciente fue presentar a la humanidad al último Adán, el Dios/Hombre. Él cumple todos los prerrequisitos necesarios para abrir los siete sellos del rollo. Él es Dios, el poderoso Campeón, con todas las capacidades infinitas para llevar a cabo el plan hasta la perfección. Él es Hombre, y por eso Él ha sido autorizado para tratar los asuntos de la raza humana y designado juez por el Padre: “Porque ni el Padre juzga a nadie, sino que todo juicio se lo ha confiado al Hijo… y le dio autoridad para ejecutar juicio, porque es el Hijo del Hombre” (Jn.5:22,27).
Por la misma razón que le califica como juez de la raza humana, Él también es su Sumo Sacerdote… porque es el Hijo del Hombre. El escritor de Hebreos explica la posición perfectamente: “Por tanto, tenía que ser hecho semejante a sus hermanos en todo, a fin de que llegara a ser un misericordioso y fiel sumo sacerdote en las cosas que a Dios atañen, para hacer propiciación por los pecados del pueblo” (He.2:17). En Apocalipsis, vemos el cumplimiento de las doctrinas enseñadas por Cristo y los apóstoles.
El Cordero es adorado
Capítulo 5:6-14
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Miré, y vi entre el trono (con los cuatro seres vivientes) y los ancianos, a un Cordero, de pie, como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados por toda la
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Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el
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Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos.
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Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación.
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Y los has hecho un reino y sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán sobre la
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Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono y de los seres vivientes y de los ancianos; y el número de ellos era miríadas de miríadas, y millares de millares,
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que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado digno es de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la
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Y a toda cosa creada que está en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el dominio por los siglos de los
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Y los cuatro seres vivientes decían: Amén. Y los ancianos se postraron y