14 Jun Libro de Eclesiastés
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in Estudio de Eclesiastes
Libro de Eclesiastes
Un estudio expositivo por Lowell Brueckner
CAPITULO 2
La vanidad de la auto complacencia
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Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de Mas he aquí esto también era vanidad.
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A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto?
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Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los días de su vida.
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Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas;
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me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo
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Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles.
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Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén.
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Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música.
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Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto, conservé conmigo mi sabiduría.
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No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y ésta fue mi parte de toda mi faena.
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Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.
Tanto el poder, la fama y las riquezas de Salomón, como la experiencia adquirida por vivir rodeado de gloria y esplendor, sorprendentemente, fueron las razones por las que Dios le inspiró a escribir este libro. Por eso, sus argumentos son poderosos e indiscutibles. En toda la historia, ningún otro podría tener la misma perspectiva que tuvo Salomón sobre la existencia humana. Por las mismas razones, el lector común halla muy difícil relacionarse con él. Él fue dotado con dones únicos y, en el capítulo 1, relata su devoción y búsqueda para poder tener más sabiduría y conocimiento. Su conclusión, después de todo, es que sus esfuerzos no le aportaron una satisfacción verdadera; fue correr tras el viento, confesó.
Sin embargo, al empezar el capítulo 2, el rey Salomón empieza a hablar de sus proyectos, placeres, risa, diversión y entretenimiento. Creo que en relación a estas cosas podemos tener algo en común con él. Pienso que cada uno de nosotros podemos recordar tiempos en los cuales hemos hablado a nuestras almas: “Tengo tiempo libre y un poco de dinero para poder gastar… “Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes”.
Empezaremos viendo la gran cantidad de esclavos y esclavas que fueron empleados, exclusivamente, para ayudar a Salomón en su búsqueda de auto complacencia en todas las áreas de su vida. Algunos fueron comprados y otros pertenecían a la segunda generación de esclavos, nacidos en su palacio. Compararemos la situación con la vida en el Mundo Oeste, en el Siglo XXI. Consideraremos el coche… o dos o tres… de los que tenemos en el garaje, cada uno con la fuerza de 120 a 200 caballos. Todavía no llegamos a la cantidad que tenía Salomón en sus establos, pero sí,
¡desafiaríamos a un rey con menos poder en su día! Sin embargo, la velocidad de nuestros coches dejaría pasmado a Salomón, y la distancia recorrida en tan sólo un año, probablemente igualara la
distancia que Salomón recorrería en toda su vida. Si todavía nos quedara alguna duda sobre la superioridad del transporte moderno, considera que un billete de avión nos puede llevar a tierras en las cuales Salomón nunca escuchó.
Dentro de nuestras casas, el televisor, con un buen número de canales, proveyendo deportes, noticias, entretenimiento para niños, películas, música y otras programaciones diarias o semanales. El rey necesitaría adquirir un número significante de esclavos para poder llegar a tener nuestras fuentes de entretenimiento e información. También somos maravillosamente servidos por la electricidad. Las luces, los ventiladores, el calefactor, el aire acondicionado, etc., funcionan con solamente accionar un interruptor. Puede ser que, además, tengamos nuestro propio servicio secreto; me estoy refiriendo a la alarma del coche y casa. Probablemente, tengamos un ordenador personal en casa con servicio de internet, que nos conecta con todo el mundo con solamente pulsar un ratón. ¿Debo mencionar también los iPods, tabletas y teléfonos inteligentes?
En la cocina hay multitud de electrodomésticos: microondas, batidora, cafetera, lavavajillas, nevera, congelador, etc. Pregunto si todos estos siervos modernos quitarían el empleo a una gran parte de los esclavos de la cocina en el palacio. Entonces, tenemos un combinado de lavadora- secadora, un aspirador, y afuera, en una caseta, es posible que tengamos un cortacésped y una podadora de orillas. Por supuesto, pudiera continuar, pero creo que he presentado suficientes evidencias para probar que la vida en el siglo XXI en el mundo oeste, es una vida digna de un rey.
Ahora, mi pregunta es la siguiente: “¿Tenemos algo de la sabiduría del gran rey, suficiente como para poder decir que los esfuerzos de obtener y mantener nuestro cómodo y conveniente estilo de vida es correr tras el viento? Mi pregunta se relaciona con todos, incluso con los cristianos, que viven toda su vida, adquiriendo bienes terrenales, empezando con las cosas básicas, como comida, casa y ropa. Cómo podemos justificar tal búsqueda, si nuestro Señor dijo: “No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis… Considerad los cuervos… Dios los alimenta… Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan ni hilan; pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos… Vosotros, pues, no busquéis qué habéis de comer, ni qué habéis de beber, y no estéis preocupados” (Lc.12:22-30).
Puedo hablar de los años que vivimos en La Costa Chica de Méjico, en una aldea sin electricidad. Cada tres días comprábamos medio bloque de hielo que metíamos en una cesta nevera, para poder guardar la comida un poco fría. No teníamos teléfono, y el único contacto que teníamos con el mundo exterior, era por medio del telégrafo. Mi esposa lavaba la ropa con una tabla de lavar de madera de las antiguas, incluso después de tener dos o tres niños… y no había pañales desechables.
Me acuerdo de haber mencionado algo de esta historia en una reunión en USA, sin pensar en la reacción de algunos oyentes. ¡Qué inocente era yo! Una señora fue a mi esposa, profundamente conmovida, intentando expresarla su simpatía. Después de esa experiencia, dejé de hablar del estilo de vida que uno tiene que adoptar en el campo misionero. Es inútil intentar expresar que mi esposa estaba totalmente feliz allí; la gente no lo entiende. Mi esposa estaba satisfecha de estar en la voluntad de Dios, y jamás se quejó ni deseó estar en un lugar más cómodo. Las cosas materiales tienen tan poco que ofrecer al alma humana, que Salomón fue suficientemente sabio como para saberlo.
Hay líderes “cristianos”, hoy en día, que se han construido o comprado dos, tres e incluso más casas, por valor de más de un millón de dólares, siguiendo el ejemplo del rey que estamos estudiando, y lo hacen a pesar de que nuestro ungido predicador nos avisó de que todo era vanidad. Incluso, existen dirigentes de organizaciones humanitarias que reciben salarios inmensos. Salomón plantó jardines, viñas, huertos de árboles frutales, parques, etc. Construyó estanques para la irrigación. Probó vinos exquisitos, contrató payasos, cómicos y cantantes para su propio placer y para que le hicieran reír. Sus manadas y rebaños eran más numerosos que los de cualquier rey previo o futuro de Israel. Ninguno de ellos pudo gloriarse de tener los animales que poseyó este rey tan rico. Sin embargo, hasta aquí, no ha hecho una lista completa de sus riquezas, porque añade:
“No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno”.
Aún en el tiempo de su más pesada autocomplacencia e inmoralidad, Salomón guardó cierta sabiduría (v.9). Hace referencia a ella en estos versículos más de una vez. Me asombro por el hecho de que algunos traductores, tanto en versiones españolas como en inglés, hallaron en el texto original, “hasta que pudiera ver qué hay de bueno bajo el cielo que los hijos de los hombres hacen en los contados días de su vida” (v.3, LBLA) o “hasta ver cuál era el bien del hombre en que se ocupa bajo los cielos los pocos días de su vida” (v.3, BTX). El rey jamás perdió la convicción de que la vida bajo el sol era muy corta. El grado sumo de la insensatez del hombre se revela en la manera en que desprecia su alma inmortal, ¡valorando más su vida terrenal que lo que es eterno!
Escucha este ejemplo de la enseñanza del Verbo hecho Carne: “También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ‘¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?’ Y dijo: ‘Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate’. Pero Dios le dijo: ‘Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto,
¿de quién será?’ Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios” (Lc.12:16-21). El predicador dijo: “Conocí que aun esto era aflicción de espíritu… necedad… correr tras el viento… sin provecho debajo del sol”.
El mundo del intelectualismo o la falta del mismo
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Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho.
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Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad, como la luz a las
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El sabio tiene sus ojos en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro.
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Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio, me sucederá también a mí. ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era vanidad.
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Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio.
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Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu.
Volvemos con el predicador. Mientras él considera todo el campo de la sabiduría, incluyendo el conocimiento y el intelecto, por otro lado, está la falta de sabiduría, un estado de locura e insensatez. Primero, él considera algo que ya nos ha presentado; la ley de la invariabilidad básica, que enseña que nada es nuevo bajo el sol. Él concluye que el siguiente rey, sin importar sus esfuerzos intelectuales, no podrá crear algo a lo que realmente se le pueda llamar progreso. Volverá a este principio en el versículo 18.
Salomón argumenta desde dos puntos de vista: 1) El punto temporal, desde el cual parece haber cosas progresivas y exitosas. 2) El punto de vista más amplio y esencial, que toma en cuenta la mortalidad del hombre. La perspectiva temporal percibe una ventaja en la sabiduría sobre la estupidez, y lo compara con la luz y las tinieblas. Esta comparación es común en la Biblia, donde la insensatez es considerada como ceguera, y la sabiduría como la capacidad de poder ver. Entonces, obviamente, hay una ventaja por andar en la luz. Él enseña que la sabiduría es una luz interior y que la estupidez es la oscuridad interior. Esta es su primera consideración.
Sin embargo, cuando el rey se enfoca en el segundo punto de vista, que incluye el hecho de la muerte, tiene que concluir con que todo es vanidad. Lo que es más importante y básico es que
todos, tanto los sabios como los insensatos llegan al mismo fin. Esta es la ley que nunca cambia y no puede ser alterada.
La sabiduría no tiene poder contra la muerte y, por eso, Salomón argumenta que la siguiente generación sólo puede hacer “lo que ya ha sido hecho”. El ciclo de las generaciones sigue estático, y en el fin, todos nosotros podemos solamente morir.
Salomón tiene una verdadera sabiduría, que le hace poder aplicar el principio a si mismo, personalmente. Esto es algo que todos tenemos que hacer, o si no, debemos considerarnos totalmente insensatos. ¡Cómo mueren tanto el sabio como el necio!” (v.16, versión LBLA). “El necio y yo”, reflexiona Salomón, “llegamos al mismo destino. Toda la sabiduría y conocimiento que he acumulado sobre esta tierra, me abandona en ese mismo momento. Básicamente, no soy mejor que el necio o el loco”. El rey ha llegado a una firme convicción interior. El hombre es mortal y todo lo que es terrenal, por lo tanto, es temporal. Por eso, todo es vanidad, y no hay una refutación lógica para este argumento.
Él sigue con una pregunta que sí es lógica: “¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio?” La respuesta obvia es que ha vivido bajo una ilusión. Te desafío a que te hagas la misma pregunta, ya que por eso el Espíritu Santo, por medio de Salomón, puso la cuestión delante de nosotros.
¿Qué ventaja hay en ello? ¿Qué se ha hecho para poder evitar lo que es inevitable? Nada. Salomón, con toda su sabiduría, no ha logrado hacer más que lo que se hizo antes y, absolutamente, no hay ningún progreso para este asunto. La mortalidad continúa reinando como el campeón sobre toda la humanidad física. Por eso, la sabiduría, según el segundo argumento, es vanidad.
En el versículo 16, podemos notar que la palabra usada en La Biblia de las Américas, para describir la memoria, es duradera. La memoria de los muertos es relativa. Algunos son olvidados inmediatamente, otros lo son después de una generación. Algunos son recordados por los libros de historia y los monumentos en su memoria, para no olvidar sus hechos. Sin embargo, una ley irrompible declara que, pasado el tiempo, el alcance y la claridad hacia el recuerdo de los muertos, poco a poco se desvanece, mientras la raza humana sigue con los asuntos que tiene a mano.
Ha pasado como Salomón ha predicho; su cuerpo descansa finalmente entre los reyes de Jerusalén. Una vez más, te desafío, con el gran rey de Israel, a que consideres el argumento de la acumulación de sabiduría a la luz de la muerte segura. Chico, chica, ¿por qué estás tan determinado a incrementar tu conocimiento sobre las ciencias terrenales? En algún futuro te enfrentarás con un cementerio, donde estarás sepultado junto a los ignorantes, salvajes y toscos. Jóvenes cristianos, vuestra búsqueda ferviente del conocimiento es, para mí, un misterio que me deja aún más perplejo. Las palabras de Cristo os han alumbrado: “Buscad primeramente el reino de Dios”, y sois capaces de hacer una comparación correcta entre la brevedad de la existencia terrenal y la infinidad de la eternidad. ¿Por qué, entonces, estáis persiguiendo lo de menos importancia con tanta pasión, mientras dejáis que, lo que es más importante, tome un segundo lugar entre vuestras prioridades?
El alumbramiento del gran rey le ha hecho aborrecer su vida terrenal; su sabiduría, posesiones, entretenimiento, poder, y la herencia que dejará para la próxima generación. Hasta cierto punto, ésta es la mentalidad de los que contemplan el suicidio. Por la causa que sea, llegan a la conclusión de que si lo que han experimentado es todo lo que el mundo ofrece, entonces no vale la pena vivir. Existen bajo una nube de desesperanza.
Hay momentos, en el libro de Eclesiastés, en los que Salomón demuestra su temor de Dios y la más alta ventaja y recompensa por servirle. Sin embargo, en estos capítulos, no tiene la responsabilidad de presentar el evangelio, y nuestro deber es reflejar y enfatizar la parte importante de la verdadera teología que él presenta. Por supuesto, no vamos a ignorar por completo las Buenas Nuevas, aunque principalmente queremos seguir fieles a la doctrina de la vanidad de vivir bajo el
sol y la de la mortalidad física del hombre. También nos referiremos a Aquél que es más que Salomón (Mt.12:42). Tenemos que proclamar Su victoria sobre la muerte por medio de Su propia muerte en la cruz…
“nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2 Ti.1:10).
Jesús dijo, en cuanto a Su cena: “Haced esto en memoria de mí”. El apóstol Pablo añade: “Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1Co.11:24, 26). Lo hacemos para retener la máxima claridad de la memoria de la vida y la muerte de Jesucristo. Él es la razón de nuestra existencia y sin Él, nuestra visión de la vida que vivimos sobre este planeta, no es mejor que la de Eclesiastés.
La labor de la vida y los que heredan los resultados
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Asimismo, aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí.
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Y ¿quién sabe si será sabio o necio el que se enseñoreará de todo mi trabajo en que yo me afané y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría? Esto también es vanidad.
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Volvió, por tanto, a desesperanzarse mi corazón acerca de todo el trabajo en que me afané, y en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría.
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¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia y con rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! También es esto vanidad y mal grande.
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Porque ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol?
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Porque todos sus días no son sino dolores, y sus trabajos molestias; aun de noche su corazón no reposa. Esto también es vanidad.
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No hay cosa mejor para el hombre, sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su También he visto que esto es de la mano de Dios.
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Porque ¿quién comerá, y quién se cuidará, mejor que yo?
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Porque al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, ciencia y gozo; mas al pecador da el trabajo de recoger y amontonar, para darlo al que agrada a Dios. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.