10 Jun Carta a los Hebreos
Posted at 07:22h
in Carta a los Hebreos
Carta a los Hebreos
Un estudio expositivo por Lowell Brueckner
Capítulo 1
Superior a los profetas y a los ángeles
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Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
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en estos postreros días ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo;
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el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.
Jesucristo es más grande que los profetas. ¿Quién es Él?
Entramos a este capítulo y libro con gran expectación. Si queremos ver a Jesús, ¡abramos nuestros corazones para recibir el alumbramiento que viene del Espíritu Santo! Antes de que el escritor nos dé el primer consejo, ensalza a Cristo y, por ello, nuestros corazones arden y sienten la determinación de serle fieles a Él, no importando el coste. El hecho de que Dios, quien creó y reina sobre el cielo y la tierra, desee comunicar con nosotros, es para nuestro beneficio eterno. Mientras estemos meditando sobre este libro, versículo tras versículo, pensemos en esta verdad. Tanto en el pasado como en el presente, Dios nos habla desde el cielo; tenemos una Biblia que contiene 66 libros, a través de la cual podemos ver asuntos según Su perspectiva (v:1).
Nos asombramos al contemplar la percepción de los profetas y su maravillosa relación con Dios, pero Él nos envió a Uno desde los cielos que es superior a los profetas. En su gran amor por Su pueblo, el Padre recorre el cielo buscando una mejor manera de compartir Sus pensamientos y corazón con nosotros. En estos últimos días, envió Su Palabra personificada… nos envió a Su Hijo encarnado para poder comunicar, por labios humanos a oídos humanos, los propósitos, infinitamente superiores, que existen en la sala de Su trono. (v:2).
Hay algo en la naturaleza de Dios que le da placer en guardar para el final lo que es mejor. Vivimos en los últimos momentos de los últimos días. Pedro citó al profeta Joel, quien profetizó de ellos: “En los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne” (Hch.2:17). Sabemos, entonces, que los postreros días ya habían empezado cuando Dios derramó de Su Espíritu sobre 120 discípulos. Pedro escribió, en su segunda epístola, que el cristiano debe ser paciente mientras espera la segunda venida del Señor porque, “para con el Señor un día es como mil años y mil años como un día…” (2 P.3:8). Tal y como el Señor ve las cosas, han pasado poco menos que dos días desde el tiempo de los apóstoles.
El versículo 2 nos introduce en el propósito principal de este libro, que es la revelación del Hijo de Dios. El escritor confirma lo que Juan escribió acerca de que Él ya existía antes del principio de la creación, de hecho, fue el Creador del universo (Jn.1:1-3). Dios le constituyó heredero de todo en la eternidad, antes de que creara el universo.
La gloria es aquello que irradia de un cuerpo u objeto, como lo que vemos emanar de las estrellas y lo que sentimos del sol. El sol no sería visible para nosotros, si no fuera por su gloria, que nos da calor y luz. Jesucristo brilla con el resplandor de la gloria de Dios (v:3), y continuó haciéndolo cuando se despojó a Sí mismo y se hizo Hombre, humillado hasta morir (Fil.2:7). Juan dijo: “Vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre…” (Jn.1:14). También fue Juan quien nos recordó lo que Él dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn.14:9). La imagen misma significa una impresión estampada. Colosenses 1:15 declara que, “Él es la imagen del Dios invisible”. El término demuestra que, aunque es Uno con el Padre, no es la misma persona que el Padre, sino que emana del Padre.
Warren Wiersbe comenta sobre Colosenses 1:17: “Todas las cosas en Él subsisten (se sostienen o permanecen)”. “Un guía llevó a un grupo de personas para ver un laboratorio atómico y le explicó cómo todo lo que es materia está compuesto de partículas eléctricas que se mueven rápidamente. Los turistas estudiaron modelos de moléculas y se asombraron al saber que la materia consiste principalmente de espacio. Durante el tiempo de preguntas, un visitante preguntó: ‘Si así funciona la materia, ¿qué es lo que la mantiene unida?’ Para esta pregunta, el guía no halló ninguna respuesta, pero el cristiano sí: ¡Es Jesucristo!” El versículo 3, de forma muy semejante, declara que Él “sustenta todas las cosas con la palabra de Su poder”. No solamente las mantiene permanentemente unidas, sino que las sustenta, llevándolas a cumplir Sus propósitos, desde el principio hasta el fin; El Logos de Dios creó y sustenta todo por la expresión de Su palabra poderosa (Logos es el término griego que Juan usó para Palabra).
Más adelante estudiaremos acerca del sumo sacerdocio de Jesucristo, pero aquí tenemos una declaración que nos introduce en el tema: “Habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados”. Los sacerdotes del Antiguo Testamento permanecían de pie continuamente mientras ministraban, generación tras generación, pero Cristo cumplió la obra y se sentó. Como el Hijo de Dios, Él fue el Sumo Sacerdote, gozando de la plena satisfacción y confianza del Padre, y con una autoridad absoluta Él “se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”.
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Hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que
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Porque, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, y él me será a mí hijo?
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Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios.
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Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, y a sus ministros llama de fuego.
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Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; de equidad es el cetro de tu reino.
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Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros.
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Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus
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Ellos perecerán, mas tú permaneces; y todos ellos se envejecerán como una vestidura,
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y como un vestido los envolverás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán
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pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?
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¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?