
27 Mar ¿Cómo lees?
La Historia detrás del Himno
¿Cómo lees?
Cómo Leer La Biblia (2ª parte)
PARA UNA VERDADERA LECTURA DE LAS ESCRITURAS,
DEBEMOS ENTENDERLAS.
Creo que no necesito iniciar estos comentarios diciendo
que debemos leer las Escrituras.
Ustedes saben cuán necesario es que nos alimentemos
con la verdad de la Santa Escritura.
¿Acaso necesito preguntarles si leen la Biblia?
Me temo que esta es una época en la cual se leen revistas, periódicos, pero no se lee la Biblia como se debería leer.
En los tiempos de los puritanos, los hombres contaban
con un escaso suministro de otro tipo de literatura,
pero ellos encontraron una biblioteca completa en ese único libro, la Biblia. Y ¡cómo leían la Biblia!
¡Cuán poco de la Escritura hay en los sermones modernos comparados con los sermones de esos maestros de la teología,
los puritanos! Casi cada frase que ellos dicen parece arrojar luces desde diferentes ángulos sobre el texto de la Escritura.
No sólo sobre el texto acerca del cual estaban predicando,
sino muchos otros versículos son contemplados
bajo una nueva luz en el desarrollo del sermón.
Ellos introducen luces entremezcladas procedentes de otros versículos que son paralelos o casi paralelos al texto predicado,
y de esta manera educan a sus lectores para comparar
lo espiritual con lo espiritual.
Yo le pido a Dios que nosotros los ministros nos acerquemos
más al grandioso Libro antiguo. Seríamos predicadores capaces de instruir, si así lo hiciéramos, sin importar si somos ignorantes del “pensamiento moderno,” o no estamos
“al tanto de los tiempos.”
Les garantizo que estaríamos muchas leguas de distancia
por delante de nuestro tiempo, si nos mantuviéramos
muy cerca de la Palabra de Dios. Y en cuanto a ustedes, hermanos y hermanas míos, que no tienen que predicar, el mejor alimento para ustedes es la propia Palabra de Dios.
Los sermones y los libros están muy bien,
pero los ríos que recorren una gran distancia sobre la tierra, gradualmente recogen algo de basura del suelo sobre el que fluyen y pierden la frescura que los acompañaba
al salir del manantial.
La verdad es más dulce cuando acaba de salir de la Roca abierta, pues ese primer chorro no ha perdido nada de su vitalidad
ni de su carácter celestial.
Siempre es mejor beber agua del pozo,
que del tanque de almacenamiento.
Ustedes se darán cuenta que leer la Palabra de Dios
por ustedes mismos, leer esa Palabras más que comentarios
y notas acerca de ella, es la manera más segura
de crecer en la gracia.
Beban la leche sin adulteración de la Palabra de Dios,
y no la leche descremada, o la leche mezclada con agua proveniente de la palabra del hombre.
Ahora, queridos hermanos, nuestro punto es que mucha lectura aparente de la Biblia no es verdaderamente lectura de la Biblia.
Los versículos desfilan ante el ojo, y las frases se deslizan
por la mente, pero no hay una verdadera lectura.
Un viejo predicador solía decir que la Palabra
tiene un poderoso cauce sin interrupciones en muchas personas hoy en día, pues entra por un oído y de inmediato sale por el otro.
Lo mismo parece suceder con algunos lectores:
pueden leer muchísimo, pero es porque no leen nada.
El ojo mira, pero la mente no descansa nunca.
El alma no se posa sobre la verdad ni se queda allí.
Revolotea sobre el paisaje como podría hacerlo un pájaro,
pero no construye ningún nido allí, ni encuentra descanso
para la planta de su pie.
Ese tipo de lectura no es lectura.
Entender el significado es la esencia de la verdadera lectura.
La lectura contiene su carne jugosa y la piel es de poco valor.
En la oración hay algo que podríamos describir como
“orar en oración” una forma de orar que constituye
las entrañas de la oración.
De la misma manera, en la alabanza hay un “alabar en el canto,” un fuego interno de intensa devoción
que constituye la vida del aleluya.
También con el ayuno:
hay un ayuno que no es ayuno, y hay un ayuno interior,
un ayuno del alma, que es el alma del ayuno.
Lo mismo sucede con la lectura de las Escrituras.
Hay una lectura interior, la esencia de la lectura,
una lectura verdadera y viva de la Palabra.
Es el alma de la lectura; y si no está presente allí,
la lectura se convierte en un ejercicio mecánico,
que no beneficia en nada.
Ahora, queridos hermanos, a menos que entendamos
lo que leemos, no hemos leído nada.
El corazón de la lectura está ausente.
No es la letra la que salva al alma; es por medio del espíritu,
que el significado interno y real, es absorbido por el alma, entonces somos bendecidos y santificados.
Nos saturamos de la Palabra de Dios,
como el vellón de Gedeón, que estaba remojado del rocío
del cielo. Y esto sólo puede suceder cuando recibimos la Palabra en nuestras mentes y en nuestros corazones, aceptándola
como la verdad de Dios, y entendiéndola de tal manera
como para gozarnos en ella.
Entonces debemos entenderla, o de lo contrario
no la hemos leído correctamente.
De verdad, el beneficio de la lectura debe llegar al alma
por el camino del entendimiento.
MUCHAS GRACIAS
Y QUE DIOS BENDIGA VUESTRA LECTURA DE SU PALABRA
DANDOOS REVELACION DE ÉL EN ELLA
LEE LA BIBLIA