¿Cómo lees?

¿Cómo lees?

La Historia detrás del Himno

¿Cómo lees?

Cómo Leer La Biblia (2ª parte)

PARA UNA VERDADERA LECTURA DE LAS ESCRITURAS,
DEBEMOS ENTENDERLAS.


 Creo que no necesito iniciar estos comentarios diciendo
que debemos leer las Escrituras.
Ustedes saben cuán necesario es que nos alimentemos
con la verdad de la Santa Escritura.

¿Acaso necesito preguntarles si leen la Biblia?

Me temo que esta es una época en la cual se leen revistas, periódicos, pero no se lee la Biblia como se debería leer.
En los tiempos de los puritanos, los hombres contaban
con un escaso suministro de otro tipo de literatura,
pero ellos encontraron una biblioteca completa en ese único libro, la Biblia. Y ¡cómo leían la Biblia!

¡Cuán poco de la Escritura hay en los sermones modernos comparados con los sermones de esos maestros de la teología,
los puritanos! Casi cada frase que ellos dicen parece arrojar luces desde diferentes ángulos sobre el texto de la Escritura.
No sólo sobre el texto acerca del cual estaban predicando,
sino muchos otros versículos son contemplados
bajo una nueva luz en el desarrollo del sermón.

Ellos introducen luces entremezcladas procedentes de otros versículos que son paralelos o casi paralelos al texto predicado,
y de esta manera educan a sus lectores para comparar
lo espiritual con lo espiritual.

Yo le pido a Dios que nosotros los ministros nos acerquemos
más al grandioso Libro antiguo. Seríamos predicadores capaces de instruir, si así lo hiciéramos, sin importar si somos ignorantes del “pensamiento moderno,” o no estamos
“al tanto de los tiempos.”

Les garantizo que estaríamos muchas leguas de distancia
por delante de nuestro tiempo, si nos mantuviéramos
muy cerca de la Palabra de Dios. Y en cuanto a ustedes, hermanos y hermanas míos, que no tienen que predicar, el mejor alimento para ustedes es la propia Palabra de Dios.

Los sermones y los libros están muy bien,
pero los ríos que recorren una gran distancia sobre la tierra, gradualmente recogen algo de basura del suelo sobre el que fluyen y pierden la frescura que los acompañaba
al salir del manantial.

La verdad es más dulce cuando acaba de salir de la Roca abierta, pues ese primer chorro no ha perdido nada de su vitalidad
ni de su carácter celestial.

Siempre es mejor beber agua del pozo,
que del tanque de almacenamiento.

Ustedes se darán cuenta que leer la Palabra de Dios
por ustedes mismos, leer esa Palabras más que comentarios
y notas acerca de ella, es la manera más segura
de crecer en la gracia.

Beban la leche sin adulteración de la Palabra de Dios,
y no la leche descremada, o la leche mezclada con agua proveniente de la palabra del hombre.

Ahora, queridos hermanos, nuestro punto es que mucha lectura aparente de la Biblia no es verdaderamente lectura de la Biblia.

Los versículos desfilan ante el ojo, y las frases se deslizan
por la mente, pero no hay una verdadera lectura.

Un viejo predicador solía decir que la Palabra
tiene un poderoso cauce sin interrupciones en muchas personas hoy en día, pues entra por un oído y de inmediato sale por el otro.

Lo mismo parece suceder con algunos lectores:
pueden leer muchísimo, pero es porque no leen nada.

El ojo mira, pero la mente no descansa nunca.

El alma no se posa sobre la verdad ni se queda allí.
Revolotea sobre el paisaje como podría hacerlo un pájaro,
pero no construye ningún nido allí, ni encuentra descanso
para la planta de su pie.

Ese tipo de lectura no es lectura.

 Entender el significado es la esencia de la verdadera lectura.

La lectura contiene su carne jugosa y la piel es de poco valor.

 En la oración hay algo que podríamos describir como
“orar en oración” una forma de orar que constituye
las entrañas de la oración.

De la misma manera, en la alabanza hay un “alabar en el canto,” un fuego interno de intensa devoción
que constituye la vida del aleluya.

 También con el ayuno:

hay un ayuno que no es ayuno, y hay un ayuno interior,
un ayuno del alma, que es el alma del ayuno.


 Lo mismo sucede con la lectura de las Escrituras.

Hay una lectura interior, la esencia de la lectura,
una lectura verdadera y viva de la Palabra.

 Es el alma de la lectura; y si no está presente allí,
la lectura se convierte en un ejercicio mecánico,
que no beneficia en nada.

Ahora, queridos hermanos, a menos que entendamos
lo que leemos, no hemos leído nada.

El corazón de la lectura está ausente.

 No es la letra la que salva al alma; es por medio del espíritu,
que el significado interno y real, es absorbido por el alma, entonces somos bendecidos y santificados.

Nos saturamos de la Palabra de Dios,
como el vellón de Gedeón, que estaba remojado del rocío
del cielo. Y esto sólo puede suceder cuando recibimos la Palabra en nuestras mentes y en nuestros corazones, aceptándola
como la verdad de Dios, y entendiéndola de tal manera
como para gozarnos en ella.

 Entonces debemos entenderla, o de lo contrario
no la hemos leído correctamente.

 De verdad, el beneficio de la lectura debe llegar al alma
por el camino del entendimiento.

MUCHAS GRACIAS

Y QUE DIOS BENDIGA VUESTRA LECTURA DE SU PALABRA

DANDOOS REVELACION DE ÉL EN ELLA

LEE LA BIBLIA

La Historia detrás del Himno

¿Cómo lees?

el buen samaritano

 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo,  para probarle: maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? él le dijo: ¿qué está escrito en la ley?  ¿cómo lees?

aquél, respondiendo, dijo: amarás al señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente;  y a tu prójimo como a ti mismo. y le dijo: bien has respondido; haz esto, y vivirás.  pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿y quién es mi prójimo?  Lucas 10: 25-29

El Señor Jesús no preguntó al intérprete de la ley si sabía leer, o si leía, o qué leía en la biblia. Le preguntó cómo leía; o sea, con qué actitud.

Ese señor conocía el texto bíblico y supo “citar el versículo” muy bien. Pero quiso justificarse a sí mismo. Quiso discutir y razonar que el mensaje no era aplicable a su propia vida.

El desconocía la experiencia que David expresó en el salmo 19 cuando decía siete verdades acerca de la ley de jehová;  a saber,

Ella convierte el alma, hace sabio al sencillo, alegra el corazón,
alumbra los ojos, amonesta al siervo, hace a uno entender sus errores y preserva de la soberbia.


¿y qué efecto surte en nosotros la palabra de Dios?

la parábola de la semilla en mateo capítulo 13, como todas las parábolas, tiene tanta o más aplicación al creyente que al inconverso.


nosotros podemos ser cualquiera de las cuatro clases de tierra cuando la semilla de la palabra nos es dada:
La tierra dura, pedregales, espinos o tierra buena. La cosa no es cuánta mata podemos ver,  o cuántos capítulos yo digo que leí ayer, sino cuánto fruto doy al Señor.


Pensemos un momento en el Salmo 119 con su abundante mención de la biblia, llamada allí los testimonios, los estatutos, la ley, etc.

El Salmo comienza con una bienaventuranza para los perfectos de camino, quienes hacen por lo menos cuatro cosas:
 
Andan en la ley, guardan los testimonios de Dios, buscan al Señor y rehúsan la iniquidad.

Así, nos conviene leer un trozo relativamente corto, repetir la lectura, quizás aprender de memoria algunas líneas o escribirlas en un papel para el bolsillo o la cartera, pensar en el sentido del versículo y luego preguntarnos qué aplicación tiene para uno mismo.

Muy citadas son las cualidades de Esdras. El preparó su corazón e inquirió en la ley con dos motivos:  Primero, cumplirla, y segundo, enseñarla.

La cosa no es leer para preparar sermones ni para resolver juegos bíblicos.

El primer asunto es de leer para dejar a Dios hablarnos como quiera y para atesorar nosotros la palabra.

“En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti,”
salmos 119.11.


 “La mejor cosa, en el mejor lugar, por el mejor motivo.”

 Una vez satisfecho este propósito de guardar la palabra adentro, podremos estudiar detenidamente algún aspecto del libro para aprender cierta doctrina o preparar cierta clase en la escuela, etc.

Al leer los libros de moisés, no nos olvidemos de que son historia, mandamiento y profecía a la vez, y que la ley ha sido desplazada por la gracia.

Pero al mismo tiempo, tengamos presente que aquellas cosas sucedieron a Israel como lecciones para nosotros.

Al leer los libros históricos, no pensemos que el corazón del hombre haya cambiado desde los días de Saúl o Absalón hasta ahora.


A veces reyes o crónicas parecen poco provechosos o relevantes, hasta que veamos allí nuestros propios conflictos y fracasos, y nos damos cuenta de que las cosas que se escribieron antes,

Para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las escrituras, tengamos esperanza,

1 corintios 10.6romanos 15.4.

Claro está que los salmos y demás libros proféticos tienen sus raíces en las tribulaciones y los triunfos de Israel, de David y de otros hombres, y claro está que sus ramas  llegan a la gloria milenaria de aquel pueblo terrenal de Dios.


¿Pero quién no ha encontrado en ellos la expresión de los más íntimos pensamientos de su propia alma, y qué lector concienzudo no se ha dado cuenta de que: Como en el agua el rostro corresponde al rostro, así el corazón del hombre al del hombre?
proverbios 27.19.

¿Y los profetas?  no los descartemos.

Aquel día de la resurrección, el Señor comenzó su estudio bíblico en el camino a Emaús con los escritos de moisés y siguió por todos los profetas, declarando en todas las escrituras lo que de él decían.
Isaías es el libro más citado en el nuevo testamento.
Óseas, por ejemplo, está repleto de símiles y metáforas de los más descriptivos y reveladores.

Cristo está en los profetas.

Usted y yo estamos allí también, con todas nuestras aspiraciones bastardas y toda la fidelidad de aquel que nos ha atraído

Con cuerdas de amor y ha sido para nosotros como los que alzan el yugo sobre su cerviz y ha puesto delante de nosotros la comida,
como nos dice en Ó

seas 11:4

Nosotros leemos un poco la biblia, y gracias a dios por esto.

Pero dejemos que el Señor nos pregunte:

¿cómo —con qué actitud— leemos?

Muchas gracias y que Dios bendiga vuestra lectura de su palabra dándoos revelación de él en ella.

Lee la biblia



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