
27 Feb ¿Cómo lees?
Jesús de Nazaret
“¿Cómo lees?”
En Nazaret, había mucha expectativa.
Hacía tan solo un año atrás, que Jesús, el hijo de José y María,
se había marchado, y ahora regresaba a la ciudad.
Pero este Jesús, no es el mismo que se fue.
Hay informes sobre Él, de que ahora enseña y hace milagros.
¿Jesús? ¿El hijo de José y María? ¿El carpintero?
Por fin, llegó a la sinagoga. Se puso de pie para leer las Escrituras.
¿Qué leyó?
La costumbre en aquellos tiempos era que se leyeran pasajes de los libros de los profetas, y el lector, daba un comentario sobre el pasaje leído. Jesús buscó la porción del profeta Isaías, que corresponde en nuestras Escrituras al capítulo 61.
¿Qué diría, qué comentario haría al respecto?
Con las miradas expectantes de los presentes,
que esperaban una larga y detallada reseña histórica
del pasaje leído, basado en lo que se enseñaba en las escuelas rabínicas, todos estaban ansiosos por escuchar las palabras
de Jesús. Él, tomó el rollo, leyó, lo devolvió, y dijo:
“Hoy se cumple esta Escritura que acaban de escuchar”
¿Qué pensó la gente de estas palabras?
Les pareció que la oratoria y el carisma de Jesús eran evidentes, pero, al fin y al cabo, era… el hijo de José y María.
El mismo que probablemente hacía un poco más de un año
les había fabricado una silla, una mesa o una cama.
Les pareció que lo sucedido era divertido, o quizás interesante,
y se fueron a sus casas, como si ese sábado hubiera sido
un sábado común y corriente.
2.000 años después de este suceso, podemos leer en las Escrituras relatos como estos y nos preguntamos:
¿qué importancia y significado espiritual tiene la lectura
de la Palabra de Dios actualmente?
Porque, este relato nos enseña varias cosas sobre la lectura
de la Palabra de Dios.
Jesús leyó una profecía, la de Isaías 61, y dijo, “hoy se cumple esta Escritura”.
Está claro que, para Jesús, el ver y palpar el cumplimiento
de la palabra profética de Jehová es importante.
Él pudo haber hecho comentarios elaborados y escogidos
de las enseñanzas rabínicas y farisaicas, y dar la impresión de que “sabía mucho”. Pero…
¿Es eso lo que cuenta?
No, en absoluto, lo que realmente vale es lo que la misma
Palabra de Dios dice, ella no necesita ni que se le añada o quite.
“Tu Palabra es la verdad”, dijo Jesús, refiriéndose a las Escrituras en(Juan 17:17; 1 Tesalonicenses 2:13).
Ahora bien, para Jesús era importante no sólo leer las Escrituras, sino también el cómo leerlas.
En cierta ocasión, un fariseo preguntó a Jesús:
“Maestro, ¿qué hago para heredar la vida eterna?” Este hombre, era un maestro de la Ley.
No era un ignorante, alguien que no sabía nada, y buscaba el conocimiento que pudiera darle Jesús.
Buscaba tentar, poner en aprietos a Jesús.
Jesús responde a la pregunta con otra pregunta:
¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?
Si analizamos esta respuesta de Jesús, vemos 2 puntos claves que Jesús plantea:
-
Qué dicen las Escrituras sobre el tema
-
Cómo se lee e interpreta lo que está escrito
El maestro fariseo respondió citando de las Escrituras:
Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18, que, en resumen, indican que se “tiene que amar a Jehová Dios con todo el corazón,
el alma, fuerzas y mente’, y, ‘al prójimo como a uno mismo”.
Jesús le dice que su respuesta fue correcta, que lo siga haciendo y conseguirá la vida eterna.
El punto es que Jesús le preguntó qué decían las Escrituras,
y el maestro lo sabía, de hecho, citó de Deuteronomio y Levítico.
Pero el factor clave era el cómo leía la Ley de Dios.
Para este maestro, la lectura de la Ley de Dios era un asunto intelectual, mecánico, lleno de lógicas y tradiciones.
¿Cómo leía las Escrituras?
Con una óptica intelectual, buscando que sus puntos de vista, opiniones y creencias fueran confirmados por lo escrito en la Ley.
Su lectura era una que buscaba que lo escrito se amoldara
a su creencia, en vez de amoldar su creencia según lo que reflejaban las Escrituras.
¿Le parece conocida esta actitud?
Cuántas personas, maestros, líderes, pastores o iglesias
y organizaciones religiosas, leen de las Escrituras, las usan,
y buscan su respaldo para que sus creencias y enseñanzas parezcan basadas en las Escrituras.
Evidentemente, Jesús nos deja un precedente claro: hay que saber qué dicen las Escrituras sobre un asunto y leerlas de la manera correcta.
Para Jesús el “cómo” leer las Escrituras es determinante.
¿No es “Toda Escritura” inspirada de Dios?
Por ello, es vital que el Espíritu Santo nos de discernimiento
para leer las Escrituras, que nos permitirá captar matices
de significado y entendimiento que pueden servirnos de provecho en nuestra vida espiritual y personal.
¿Es moldeado nuestro corazón por medio de la lectura de la Palabra de Dios? ¿Hay reflexión, meditación sobre cómo esa Palabra se está cumpliendo en estos tiempos, particularmente, las profecías?
Esas son algunas de las preguntas que como creyentes debemos hacernos porque forman parte del cómo leer las Escrituras.
El beneficio que recibimos de la lectura de la Palabra de Dios
es múltiple: aumenta nuestro conocimiento de Dios, de Jesucristo, nuestra comprensión de Su propósito se profundiza, tenemos la posibilidad de poder amoldar nuestra vida a la voluntad divina, y estar debidamente informados sobre los sucesos mundiales
a medida que cumplen profecía bíblica.