Conmigo queda, oscurece ya “Henry Francis Lyte”

Conmigo queda, oscurece ya “Henry Francis Lyte”

La Historia detrás del Himno

Himno: Conmigo queda, oscurece ya

Autor: Henry Francis Lyte

 

La petición de aquellos dos discípulos que iban camino a Emaús fue:

“Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado” (Lucas 24:29).

El camino había sido largo, sus corazones estaban tristes, pero el Caminante que se les había acercado (el Señor Jesús resucitado) había abierto las Escrituras para que comprendieran todas las cosas que estaban escritas acerca de Él.

¡Qué cambio había traído la presencia del Señor en medio de ellos! En este relato está basado el famoso himno
de Henry Lyte: “
Conmigo queda, oscurece ya” (También traducido por Thomas Westrup como “Señor Jesús, la luz del sol se fue“).

Es un anhelo personal que el Señor quede con nosotros, ya que sin duda la presencia del Señor hace la diferencia.

Henry Francis Lyte nació el 1º de junio de 1793 en Escocia, hijo de Thomas y Anna Maria Lyte.

Nunca gozó de buena salud física a lo largo de su vida, sufriendo constantemente de problemas pulmonares.

A pesar de su débil salud, Henry se mantuvo un hombre activo y de abnegado servicio. Constantemente repetía la frase:

“es mejor cansarse que oxidarse”.

En primera instancia quería estudiar medicina, sin embargo, decidió dedicarse por entero a la predicación de la Palabra de Dios, quedando a cargo de una iglesia en el
pequeño pueblo pesquero de Brixham, Inglaterra.


Quienes le conocieron le tenían un gran aprecio y admiración debido a su fidelidad y servicio.

Lamentablemente, los fríos y húmedos inviernos de la zona hicieron que su salud se deteriorara progresivamente, por lo que tomó la decisión de viajar a Italia en la búsqueda de un clima más favorable para su salud.

Con mucha dificultad predicó su último sermón en Brixham el 4 de septiembre de 1847, antes de partir para Italia.

Su familia no quería que hablara ya que el esfuerzo para hablar en público sería muy grande para sus debilitados pulmones, sin embargo, nadie lo pudo convencer a que desistiera.

Su mensaje fue solemne, y la fragilidad que manifestaba hacía evidente que quien hablaba era uno que se aproximaba al final de su vida.

Sus últimas palabras causaron un gran impacto en su audiencia, diciendo que su deseo era que ellos “estuvieran preparados para la hora que ha de llegar a todos, mediante una oportuna apreciación y dependencia en la muerte de Cristo”.

Algunos escritores comentan que Henry escribió el poema antes de partir hacia Italia, otros aseguran que lo escribió años antes y que lo encontró en su escritorio antes de partir hacia Italia.

Bien pudiera ser que ambos relatos son ciertos y que el Sr. Lyte lo escribió años antes, pero lo finalizó previo a su partida a Italia.

Cualquiera haya sido la manera, es evidente que expresa el deseo que tenía de que, en medio de la difícil prueba por la que estaba pasando, la presencia del Señor se mantuviera con él.

El 20 de noviembre de 1847, camino a Italia, hizo una parada en Nice, Francia, donde dio su último respiro en la tierra para ir para siempre a la presencia del Señor.

El reverendo Manning de Chichester se estaba quedando en el mismo hotel aquella noche y fue quien estuvo con él durante sus últimos momentos.

 Las últimas palabras de Henry fueron:

“¡Paz! ¡Gozo!”.

La noticia de la partida de Henry Lyte llegó a la comunidad de Brixham, quienes solicitaron un servicio memorial en honor a Henry Lyte.

Fue allí donde por primera vez se cantó el himno:

“Conmigo queda, oscurece ya

Fue publicado por primera vez en un libro sobre el legado del Sr. Lyte, en 1850.

Un tiempo más tarde lo encontró el compositor de himnos William Monk, quien le dio la música EVENTIDE y lo publicó en su himnario Himnos Antiguos y Modernos, en el año 1861.

Cada estrofa del himno finaliza con un anhelo de quedar en la presencia del Señor. Cuando experimentamos el desamparo de otros, sabemos que podemos clamar:

“¡Ampárame, Señor, ¡oh queda aquí!”.

Ante los cambios de las circunstancias y de los tiempos, confiamos en Cristo, y decimos

“¡Oh, Tú que nunca cambias, quédate!”.


En medio de la tentación, podemos buscarle a Él, diciendo:

 

“¡Jesús, ayudador, conmigo está!”.


En medio de las circunstancias más oscuras y contrarias podemos acudir a Él,

“¡Conmigo queda, pues, oh Salvador!”.

Finalmente, si llegare el momento final de nuestra vida aquí en la tierra, con confianza podemos cantar:

“Ya amanece, sombras dejo atrás morir no temo si conmigo estás”.

Henry Francis Lyte también escribió los himnos “Alabad al Rey del cielo” y “Canta, canta alma mía”.

A continuación, damos paso al canto y lectura del himno: Conmigo queda, oscurece ya

Conmigo queda, oscurece ya,
y densa noche luego caerá.
Me dejan otros, clamo pues a Ti.
¡Ampárame, Señor, oh, ¡queda aquí!

Veloz la vida pasa a su final;
se desvanece lo que es terrenal;
gran decaimiento alrededor se ve.
¡Oh, Tú que nunca cambias, ¡quédate!

Te necesito cada día más;
tu gracia vence al tentador audaz.
A no ser Tú, ¿quién me soportará?
¡Jesús, ayudador, conmigo está!

A nadie temo, si conmigo estás;
tristeza y llanto pronto quitarás;
la tumba pierde todo su terror.
¡Conmigo queda, pues, oh Salvador!

Delante ponte; luz y guía sé.
¡Oh, resplandece y dirígeme!
Ya amanece, sombras dejo atrás
morir no temo si conmigo estás.



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