Libro del Profeta Zacarías

Libro del Profeta Zacarías

Libro del Profeta Zacarías

 

Un estudio expositivo por Lowell Brueckner

 

Capítulo 11

Por despreciar al Mesías

Alegoría de los árboles

  1. Oh Líbano, abre tus puertas, y consuma el fuego tus cedros.

  2. Aúlla, oh ciprés, porque el cedro cayó, porque los árboles magníficos son derribados. Aullad, encinas de Basán, porque el bosque espeso es derribado.

  3. Voz de aullido de pastores, porque su magnificencia es asolada; estruendo de rugidos de cachorros de leones, porque la gloria del Jordán es destruida.

  4. Así ha dicho Jehová mi Dios: Apacienta las ovejas de la matanza,

  5. a las cuales matan sus compradores, y no se tienen por culpables; y el que las vende, dice: Bendito sea Jehová, porque he enriquecido; ni sus pastores tienen piedad de ellas.

  6. Por tanto, no tendré ya más piedad de los moradores de la tierra, dice Jehová; porque he aquí, yo entregaré los hombres cada cual en mano de su compañero y en mano de su rey; y asolarán la tierra, y yo no los libraré de sus manos.

 

El Líbano es una nación localizada al norte de Israel. Se extiende desde el Mar Mediterráneo, tierra adentro, hasta una región montañosa, donde algunas cimas permanecen cubiertas de nieve casi todo el año. Sus campos, incluso hoy en día, siempre se han visto amenazados por el fuego. Antiguamente el Líbano tenía grandes bosques de cedros y, hasta hoy, el cedro es el símbolo nacional del país. Salomón trajo cedros del Líbano para construir su templo, y Esdras también los utilizó para edificar el segundo templo. (Esd.3:7).

Según todos los comentaristas que tengo, lo que Zacarías pone delante de nosotros, en los primeros tres versículos, es una alegoría. En el capítulo 10, profetiza acerca de la segunda venida del Mesías, cuando las casas de Judá y José “serán como si no las hubiera rechazado” (10:6). Después, en el capítulo 11, retrocede a la primera venida, cuando el Mesías fue rechazado. La alegoría registra los resultados de ese rechazo. Las puertas del Líbano, al norte, no pudieron evitar la invasión a Israel por Tito en el año 70 d.C., ni las puertas del templo en Jerusalén pudieron prevalecer cuando llegaron los romanos a la ciudad (v.1). Los cedros del Líbano simbolizan el templo.

Hay dos incidentes interesantes en cuanto a estas puertas: Flavio Josefo relata como “la puerta oriental del templo interior está hecha de bronce, muy firme (regularmente 20 hombres la cierran con dificultad); además tiene barras fortalecidas con hierro y cerrojos que se meten profundamente en el umbral, cuya base es una sola roca. En la Pascua, a las seis de la tarde, se observó que esta puerta se abría sola. Los guardias del templo corrieron a contárselo al oficial, y juntos la cerraron con dificultad. Los que no habían sido instruidos lo vieron como una señal favorable de que Dios les había abierto la puerta de todos los bienes”. Un rabí, Johanan ben Zaccai les reprendió: ¡Oh templo! ¿por qué estás asustado? Yo sé que tu fin es la destrucción y de esto profetizó Zacarías, ‘¡Abre tus puertas, Oh Líbano, y consuma el fuego tus cedros!´” Josefo dijo que este evento sobrenatural ocurrió en la Pascua, y existe una tradición que dice que ocurrió 40 años antes de la destrucción del templo… es decir, cuando Cristo fue crucificado.

El otro acontecimiento lo hallamos en el libro de los Hechos 21:30: “Así que, toda la ciudad se alborotó, y se agolpó el pueblo; y prendiendo a Pablo, lo arrastraron fuera del templo, y cerraron inmediatamente las puertas”. Barnes piensa que posiblemente las puertas se cerraron solas: “El cerrar de las puertas del templo parece milagroso y significante. Por haber rechazado violentamente la predicación del evangelio y echado fuera a Pablo, ellos también quedaron fuera, significando que la entrada para ellos quedó prohibida” (aunque en la traducción española falta el reflexivo “se”).

El hecho de que a los árboles se les atribuyen sentimientos humanos, indica que son símbolos representando a ciertas gentes. El cedro es el más distinguido entre los árboles (como hemos dicho, es el orgullo y símbolo nacional del Líbano), y representa el templo mismo; otros árboles inferiores, como el ciprés y el roble, representan sacerdotes y príncipes. Si los cedros fueron destruidos, ¡ay de lo demás! (v.2).

(v.3) Los pastores y leoncillos, es decir, los líderes del pueblo, han perdido sus posiciones y sus riquezas personales, pero también han perdido su gloria, que es el templo. (v.4) Aunque la profecía apuntaba hacia el Mesías, como Zacarías tenía el Espíritu de Cristo, él recibe el mandamiento en el nombre de Cristo. Cristo es quien apacentó el rebaño, del cual, 2.600.000 fueron matados por los romanos por no haber escuchado a su Pastor. (v.5) Los compradores, los romanos y los pastores, sus propios líderes, no sintieron ninguna culpabilidad ni compasión por ellos. (v.6) Dios lo permite y no viene a socorrerles; Su justo juicio está cayendo sobre ellos.

El cayado Gracia quebrado

 

  1. Apacenté, pues, las ovejas de la matanza, esto es, a los pobres del rebaño. Y tomé para mí dos cayados: al uno puse por nombre Gracia, y al otro Ataduras; y apacenté las ovejas.

  2. Y destruí a tres pastores en un mes; pues mi alma se impacientó contra ellos, y también el alma de ellos me aborreció a mí.

  3. Y dije: No os apacentaré; la que muriere, que muera; y la que se perdiere, que se pierda; y las que quedaren, que cada una coma la carne de su compañera.

  4. Tomé luego mi cayado Gracia, y lo quebré, para romper mi pacto que concerté con todos los pueblos.

  5. Y fue deshecho en ese día, y así conocieron los pobres del rebaño que miraban a mí, que era palabra de Jehová.

  6. Y les dije: Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo. Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata.

Un verdadero profeta no solamente usaba su boca para hablar. Muchas veces profetizaba con su propia vida y no solamente con palabras. Por ello el eunuco no sabía si Isaías hablaba de sí mismo o de otro hombre. David también se identificó con los sufrimientos de Cristo (Sal.22). Ezequiel se acostó por un lado y después por el otro (Ez.4:4-9), representando a todo Israel. Estos profetas “comieron” sus profecías (como lo hizo Ezequiel-Ez.3:2) y fue como un símbolo de que la palabra de Dios era parte de sus vidas (Ez.3:2), por el valor y la autoridad que tenía para ellos. Aquí Zacarías representa al Mesías venidero (v.7).

Hay diferentes opiniones sobre los tres pastores, aunque una cosa es segura, y es que no existe evidencia alguna de que esto hubiera acontecido en el tiempo de Zacarías. Seguramente fueron los romanos quienes aniquilaron por completo todo el orden de liderazgo en Israel, incluso a las sectas religiosas, los Fariseos, los Saduceos y los Herodianos (v.8). Por haber rechazado al que les hubiera salvado (v.9), Dios les abandonó a la más grave maldición; quitó Su mano y les dejó perecer solos.

Romper su cayado, Gracia, significa el fin de Su pacto con ellos… “el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él” (Mt.21:43). Un remanente entre el pueblo sí le reconoció. “Una gran multitud lo escuchaba con gusto” (Mr.12:37). Eran los pobres en espíritu, un “remanente escogido por gracia” (Ro.11:5), los judíos que creyeron en Cristo en Su primera venida y que por Él recibieron la Palabra de Dios.

“Dadme lo que os parece bien. ¿Cómo me valoran?” (v.12). Treinta piezas de plata fue el pago por todo su cuidado, desde que les libró de Egipto hasta el tiempo en que el Verbo fue hecho hombre… por el amor de Dios, que ha dado a Su Hijo Unigénito. El precio que Él quiso cobrar fue el amor de ellos. Jesús, como Jacob, que había sido defraudado por el salario de Labán, lo dejó en las manos de Dios. Este era el precio de un esclavo; un hombre libre valía dos veces más. (Ex.21:32; Mt.26:15).

La maldición del campo del alfarero

 

  1. Y me dijo Jehová: Echalo al tesoro; !!hermoso precio con que me han apreciado! Y tomé las treinta piezas de plata, y las eché en la casa de Jehová al tesoro.

  2. Quebré luego el otro cayado, Ataduras, para romper la hermandad entre Judá e Israel

  3. Y me dijo Jehová: Toma aún los aperos de un pastor insensato;

  4. porque he aquí, yo levanto en la tierra a un pastor que no visitará las perdidas, ni buscará la pequeña, ni curará la perniquebrada, ni llevará la cansada a cuestas, sino que comerá la carne de la gorda, y romperá sus pezuñas.

  5. !!Ay del pastor inútil que abandona el ganado! Hiera la espada su brazo, y su ojo derecho; del todo se secará su brazo, y su ojo derecho será enteramente oscurecido.

 

“¡Échalo al tesoro (para el alfarero)!” (v.13) era un proverbio, igual que decir: “¡Échalo a los perros!” En Mateo 27:3-10, vemos el cumplimiento de esta profecía. Judas echó las monedas en el templo. Normalmente se las hubieran entregado al tesorero, pero en el caso de Cristo no era legal, ya que era precio de sangre. Compraron el campo del alfarero. Como Jeremías era el primer libro en el Libro de los Profetas, Mateo le da crédito, aunque esta profecía fue precisamente de Zacarías. Sin embargo, algunas profecías de Jeremías están relacionadas con esta, razón de más para darle crédito (Jer.19:2-11; 7:31). Jeremías habla de la puerta oriental que se llama La Puerta del Alfarero, que conduce al valle de Ben-Hinom o Tófet, donde los alfareros formaron sus vasijas para usarlas en el templo, que estaba cerca. Fue también allí donde los antiguos quemaron a sus hijos, ofreciéndoles a Baal. Fue llamado Valle de la Matanza, y Jesús lo llamó Gehena, el Fuego del Infierno (Mt.5:22). En Su tiempo, quemaban allí toda la basura y animales muertos que tiraban fuera de los muros de Jerusalén.

El cayado, Vínculo, que significa Unión, fue quebrado (v.14). Cuando el contacto con Dios se rompe, también es quebrada la unión entre los hermanos. El verdadero pacificador, en primer lugar, restituye al hombre con su Dios, antes de que éste pueda tener paz con los hermanos. Mientras los romanos amenazaban las puertas de Jerusalén, las diferentes facciones de judíos estaban peleando adentro. Desde entonces, las doce tribus se han dispersado, han quedado y quedarán separadas hasta la reunión que Pablo menciona (Ro.11:15).

Ahora la profecía se refiere a otro pastor malvado, con cayados, un pacto y una unión, falsos, que es totalmente inútil para cualquier obra beneficiosa para el pueblo (vs.15-16). Es nada menos que el anticristo, levantado por el Señor como “un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2 Ts.2:11-12). Sus intenciones son totalmente egoístas, y todo su reino solamente servirá a sus propias ambiciones. “Se sienta en el santuario de Dios, proclamando que él mismo es Dios a quien el Señor matará con el soplo de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida” (v.17); (2 Ts.2:4,8).



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