17 Ago Libro del Profeta Daniel
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in Estudio de Daniel
Libro del Profeta Daniel
Un estudio expositivo por Lowell Brueckner
Capítulo 11
El rey del norte
Capítulo 11:1-35
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Y en el año primero de Darío el medo, yo mismo me levanté para serle fortalecedor y protector.
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Y ahora te declararé la verdad: He aquí, se levantarán tres reyes más en Persia, y un cuarto rey obtendrá muchas más riquezas que todos Cuando éste se haya hecho fuerte con sus riquezas, incitará a todo el imperio contra el reino de Grecia.
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Se levantará entonces un rey poderoso que gobernará con gran autoridad y hará lo que le plazca.
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Pero cuando se haya levantado, su reino será fragmentado y repartido hacia los cuatro vientos del cielo, no a sus descendientes, ni según el poder que ejerció, pues su reino será arrancado y dado a otros fuera de ellos.
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Entonces el rey del sur se hará poderoso, y uno de sus príncipes se hará más poderoso que él y dominará; su dominio será un gran dominio.
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Y años después, harán alianza, y la hija del rey del sur vendrá al rey del norte para hacer el pacto. Pero ella no retendrá su posición de poder, ni él permanecerá con su poder, sino que ella será entregada juntamente con los que la trajeron, con el que la engendró y con el que la sostenía en aquellos tiempos.
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Pero se levantará un vástago de sus raíces en su lugar, y vendrá contra el ejército y entrará en la fortaleza del rey del norte, y contenderá con ellos y prevalecerá.
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Aun sus dioses, sus imágenes fundidas y sus vasijas preciosas de plata y de oro los tomará y se los llevará a Egipto, y por algunos años él se mantendrá lejos del rey del norte.
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Y éste entrará en el reino del rey del sur, y luego se volverá a su tierra.
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Pero sus hijos se movilizarán y reunirán una multitud de grandes ejércitos, y uno de ellos seguirá avanzando e inundará y pasará adelante, para hacer guerra de nuevo hasta la misma fortaleza.
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Y se enfurecerá el rey del sur, y saldrá y peleará contra el rey del norte. Y éste levantará una gran multitud, pero esa multitud será entregada en manos de aquél.
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Cuando se haya llevado la multitud, su corazón se enaltecerá y hará caer a muchos millares, pero no prevalecerá.
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El rey del norte volverá a levantar una multitud mayor que la primera, y al cabo de algunos años avanzará con un gran ejército y con mucho equipo.
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En aquellos tiempos, muchos se levantarán contra el rey del sur; los violentos de tu pueblo también se levantarán para cumplir la visión, pero caerán.
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Vendrá el rey del norte, levantará un terraplén y tomará una ciudad bien fortificada; y las fuerzas del sur no podrán mantenerse, ni aun sus tropas más selectas, porque no habrá fuerzas para resistir.
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Pero el que viene contra él hará lo que quiera, y nadie podrá resistirlo; y permanecerá por algún tiempo en la Tierra Hermosa, llevando la destrucción en su mano.
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Y afirmará su rostro para venir con el poder de todo su reino, trayendo consigo oferta de paz, lo cual llevará a cabo. También le dará una hija de las mujeres para destruirlo, pero ella no le respaldará ni se pondrá a su lado.
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Entonces volverá su rostro hacia las costas y tomará muchas de ellas. Pero un príncipe pondrá fin a su afrenta; además, hará recaer sobre él su afrenta.
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Después volverá su rostro hacia las fortalezas de su tierra, pero tropezará y caerá, y no se le hallará más.
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Y se levantará en su lugar otro que enviará un opresor a través de la Joya de su reino; pero a los pocos días será destruido, aunque no en ira ni en batalla.
En el último capítulo, vimos al Cristo pre-encarnado revelándose a Daniel. Aunque esta experiencia fue extraordinaria, su vida comprueba que siempre había tenido una relación con Él. El propósito del profeta era dirigir a sus oyentes y lectores al Mesías, la única esperanza para Israel y para toda la humanidad; por eso, escribió en hebreo y en arameo. Para poder profetizar desde el corazón, tenía que conocer a Cristo personalmente y dar testimonio del poder que obraba en su propia vida.
Los capítulos 2 y 7 son semejantes, porque ambos hablan de cuatro imperios mundiales, desde el tiempo de Daniel hasta el tiempo del fin. En ambos casos, las profecías señalan el fin del gobierno humano, establecido por la entrada del Reino de Dios en la tierra. Sabemos, por toda la enseñanza de la Escritura, que Aquel que reina sobre este Reino es el Rey de reyes y Señor de señores, quien destruirá personalmente a todos los reinos del mundo que le han desafiado.
En el capítulo 3, Él aparece en el horno de fuego de Nabucodonosor como el cuarto Varón. Él está siempre con Sus siervos fieles, aquellos que rehusan a comprometerse o inclinarse delante de los dioses de este mundo o conformarse con los sistemas terrenales. Él es el triunfante Hijo del Hombre, que no puede ser derrotado ni destruido. Vence al fuego, anda sobre el agua y rompió el sello del Imperio Romano, levantándose de la muerte; todo fue para salvar a los Suyos. En el capítulo 4, Nabucodonosor atraviesa siete años de locura, hasta que se humilla y reconoce el gobierno soberano del cielo y a su Rey designado (Sal.2:6).
En el capítulo 6, Él libra a Daniel de la boca del león y revela al rey Darío el reino que “no será destruido y su dominio durará para siempre” (6:26). En el capítulo 8, nombra al Príncipe de príncipes, a quien Antíoco Epífanes desafió y por quien él mismo fue destruido (8:25). Después, en el capítulo 9, Él es el Ungido, el Príncipe (9:25), el Mesías, cuya vida será cortada en el año 33 d.C., pero que volverá para terminar con el desolador. Pondrá fin a la transgresión, terminará con el pecado, expiará la iniquidad, traerá justicia eterna, cumplirá la visión y las palabras de los profetas, y ungirá el lugar santísimo (9:24). Daniel fue un profeta de Cristo, Jesús de Nazaret.
Seguimos desde el capítulo 10:21, cuando Gabriel habló de su guerra, junto a Miguel, el príncipe angelical de Israel, contra el príncipe de Persia. Profetizó de una batalla venidera con el príncipe de Grecia, y continuó hablando de fortalecer y establecer al rey Dario en el principio de su reino. Sin embargo, nosotros estamos estudiando de la visión de Daniel en el tercer año de Ciro. El capítulo 10 fue un prólogo, pero ahora tenemos el contenido de la profecía que nos unirá al tiempo del fin, desde la última parte de este capítulo y el capítulo 12.
En el versículo 2, Gabriel, aparentemente, habla de lo que está inscrito en el libro de la verdad (10:21). Por ser tan asombrosamente preciso, los que no tienen la fe dada por Dios para creer en la profecía, intentan desplazar a Daniel de su lugar en la historia a unos cuatrocientos años después, aunque no tienen ninguna evidencia que les respalde. Al hacerlo, están tachando a Daniel de mentiroso, porque él mismo habló de su presencia en Babilonia y Persia. De haber sido un mentiroso, Daniel hubiera quedado descalificado como profeta, pero cuatrocientos años después, casi todo lo que escribió en este capítulo, sería historia. De la misma manera, los falsos escépticos niegan lo que es sobrenatural, desacreditan la Palabra de Dios e insultan a su Autor; son hijos de la condenación eterna y están totalmente incapacitados para manejar Su palabra.
Gabriel habla de tres reyes humanos más sobre Persia antes de su caída. El cuarto es el ilustre rey de Ester, Jerjes o Asuero (486-465 a.C.). Éste fue un famoso y poderoso monarca, y el libro de Ester nos informa que reinó sobre 127 provincias, desde Etiopía hasta India (Est.1:1). Sin embargo, fracasó en su campaña contra Grecia; tal fracaso fue el principio del fin del Imperio Persa.
Todos los que, como yo, hemos sido perezosos académicamente y hemos pensado que con el cristianismo nos aliviaríamos del estudio serio, sufriremos un shock. Dios es el Dios de la historia, y estamos a punto de recibir una histórica lección magistral. Por supuesto, para Daniel estas cosas eran futuras y, por eso, proféticas. Gabriel fue el profesor de Daniel, que obtuvo su materia del libro del cielo y facilitó a Daniel todos los detalles que estudiaremos.
Observaremos que, una parte de la misma historia relatada aquí, la aprendimos en el capítulo 8. El poderoso rey de los versículos 3 y 4 es Alejandro Magno, quien exitosamente conquistó a los persas y todo su territorio. Esparció la cultura griega sobre el mundo, pero “cuando se haya levantado, su reino será fragmentado”. Esto sucedió porque murió en el año 323 a.C. sin dejar ningún heredero; por ello, sus cuatro generales mantuvieron un largo conflicto, luchando entre ellos para ganar lo más posible de los fragmentos de sus conquistas.
La profecía delante de nosotros tiene que ver con las divisiones del norte y el sur, en relación a Israel. Las partes principales de sus territorios eran Siria, al norte, y Egipto, al sur. Fueron llamadas las dinastías seléucidas (de Siria) y los ptolemeos (de Egipto), en nombre de los dos generales de Alejando que habían conquistado esos territorios, Seleuco y Ptolomeo. Los conflictos relatados en los versículos del 5 al 20, perduraron casi dos siglos. Sus ejércitos tenían que pasar por Israel para poder acceder el uno al otro, razón por la que Israel ha estado involucrado en tantas guerras. Tiene una posición estratégica entre África y Asia, y además es la única conexión por tierra entre los dos continentes, siendo también la puerta a Europa por Turquía.
A continuación, y muy brevemente, intentaré resumir 200 años de historia. Debido a ventajas políticas, la hija del rey del sur se casó con el rey del norte, pero ellos, junto a su pequeño hijo, fueron asesinados por la ex-esposa del mismo rey (v.6). Con estas muertes terminó el tratado entre el sur y el norte, y el hermano de la princesa egipcia, Ptolomeo III Evergetes, conquistó Siria (vs.7-8). Después, Siria fracasó en su ataque contra Egipto (v.9), pero los descendentes seléucidas continuaron con el conflicto durante décadas (v.10). Entre los años 222 y 203 a.C., el ejército egipcio ganó ventaja (vs.11-12), pero se levantó otro conflicto, cuando un gran ejército de Siria atacó otra vez a Egipto (v.13). Incluso los judíos se involucraron en la guerra para poder ganar la libertad de Egipto (v.14), pero ellos fracasaron, e Israel, “la Tierra Hermosa”, cayó en manos del rey del norte (vs.15-16).
Lo que sigue nos enseña acerca de una antepasada de la famosa Cleopatra, esposa de Marco Antonio de Roma. En el año 192 a.C., ella, Cleopatra Sira, fue dada en matrimonio por su padre, Antíoco III el Grande, al rey ptolemaica, para espiar a Egipto. Sin embargo, ella traicionó a su padre (v.17).
En este punto de la historia, empieza el importante papel de Roma como el cuarto imperio. Antíoco III, queriendo vencer a Grecia, fue desafiado por el príncipe romano, mencionado en el versículo 18, y volvió derrotado a su tierra (v.19, año 190 a.C.). Los romanos demandaban tributo del siguiente rey sirio que, al intentar levantar los impuestos (fíjate en la RV60) de su pueblo para pagarlo, fue envenenado (v.20).
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En su lugar se levantará un hombre despreciable, a quien no se le han otorgado los honores de la realeza. Vendrá cuando haya tranquilidad y se apoderará del reino con intrigas.
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Las fuerzas abrumadoras serán barridas ante él y destruidas, así como también el príncipe del pacto.
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Y después que se haya hecho alianza con él, actuará con engaño, y subirá y ganará poder con poca gente.
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En un tiempo de tranquilidad entrará en los lugares más ricos de la provincia, y logrará lo que nunca lograron sus padres, ni los padres de sus padres; repartirá entre ellos despojos, botín y riquezas, y contra las fortalezas urdirá sus intrigas, pero sólo por un tiempo.
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Incitará su fuerza y su corazón contra el rey del sur con un gran ejército; y el rey del sur movilizará para la guerra un ejército muy grande y muy poderoso, pero no podrá resistir, porque urdirán intrigas contra él.
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Y los que comen de sus manjares lo destruirán; su ejército será barrido y muchos caerán muertos.
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En cuanto a los dos reyes, en sus corazones maquinarán el mal, y en la misma mesa se hablarán mentiras; pero esto no tendrá éxito, porque el fin aún ha de venir en el tiempo señalado.
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Entonces volverá a su tierra con grandes riquezas, pero pondrá su corazón contra el pacto santo; actuará contra éste, y volverá a su tierra.
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En el tiempo señalado volverá y entrará en el sur, pero esta última vez no resultará como la primera.
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Porque vendrán contra él naves de Quitim, y se desanimará; volverá y se enfurecerá contra el pacto santo y actuará contra él; volverá, pues, y favorecerá a los que abandonen el pacto santo.
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Y de su parte se levantarán tropas, profanarán el santuario-fortaleza, abolirán el sacrificio perpetuo y establecerán la abominación de la desolación.
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Con halagos hará apostatar a los que obran inicuamente hacia el pacto, mas el pueblo que conoce a su Dios se mostrará fuerte y actuará.
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Y los entendidos entre el pueblo instruirán a muchos; sin embargo, durante muchos días caerán a espada y a fuego, en cautiverio y despojo.
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Cuando caigan, recibirán poca ayuda, y muchos se unirán a ellos hipócritamente.
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También algunos de los entendidos caerán, a fin de ser refinados, purificados y emblanquecidos hasta el tiempo del fin; porque aún está por venir el tiempo señalado.
Estos versículos tienen que ver otra vez con Antíoco Epífanes, una figura muy importante en la historia de Israel y del mundo entero, ya que es un prototipo del Anticristo final, el gran anti-semita. En las porciones del capítulo 8 (9-14; 23-25), fue llamado el cuerno pequeño y, en este capítulo, veremos más detalles sobre su reinado y su antisemitismo. Todos los prototipos del Anticristo y el Anticristo mismo, comparten esta característica.
Daniel, junto con otros profetas, revela el secreto tras el antisemitismo a través de toda la historia y hasta el tiempo presente. Recuerdo haber visto una caricatura política hace muchos años en la que sonaban voces desde el edificio de las Naciones Unidas en New York. Hablaban varios asuntos, pero la voz que unificaba a todas siempre era la que decía: “¡Propongo que condenamos a Israel!” No hace mucho tiempo, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, habló al cuerpo general de las Naciones Unidas, manifestándoles su asombro por su constante oposición hacia Israel desde sus comienzos. Tras una pausa, después de una frase, y durante unos 40 segundos, sin decir nada, fijó su mirada en cada representante que estaba sentado delante de él.
Daniel nos mostró las fuerzas espirituales que operan tras los imperios mundiales, embajadores de Satanás entre las naciones, que demuestran su odio por el Creador, oponiéndose a Su pueblo. Nada ha cambiado; lo vemos con nuestros propios ojos en el siglo XXI. Es fácil comprobar que Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, Grecia y Roma, tenían una meta común; oprimir a Israel. La ideología de Adolfo Hitler, manifestada en su libro, El Tercer Reich, estaba inspirada en el Santo Imperio Romano de Carlomagno, demostrando así su gran anhelo y pasión por avivar el Imperio Romano. La última solución de Hitler, su intento de erradicar la raza judía, matando a seis millones de judíos en campos de concentración, le convirtió en un buen candidato como prototipo del Anticristo. Muchos critican a los cristianos de su día por pensar que, en verdad, Hitler era el Anticristo, pero ellos no estaban lejos de la verdad; ciertamente, estaban más cerca que los que les ridiculizan.
Por esta razón, Antíoco IV Epífanes tiene un papel tan significante que tomar en el libro de Daniel. Fue el más cruel de los reyes del norte, “el hombre despreciable, a quien no se le han otorgado los honores de la realeza”. Él se aferró al poder “con intrigas”, antes de que el hijo del rey seléucida pudiera subir al trono. Su victoria sobre los ejércitos egipcios, “con inundación” (la misma palabra hebrea utilizada en el versículo 22, es la del 9:26), se refiere a un ataque militar violento (en 9:26, la profecía tiene que ver con Jerusalén, que fue “inundada” militarmente en el año 70 d.C.) sobre los ptolomeos, y “el príncipe del pacto”, el sumo sacerdote, Onias, fue asesinado en la guerra por su mismo hermano, quien le traicionó, en cooperación con los sirios. La terminología relacionada con Israel y los judíos sobresalta en estas profecías… por ejemplo: el príncipe del pacto, la Tierra Hermosa, un Ungido, son expresiones relacionadas con Israel.
Mientras muchos competían entre ellos para ganar el poder en el día de Antíoco, él mismo se unió con los grupos más pequeños, pero por su gran astucia, pudo ejercer control sobre Siria y ganar territorio en Egipto, desde Menfis hasta Alejandría. Negoció de forma “pacífica”, fingiendo amistad y haciendo regalos, ganando así más territorio que cualquier otro rey del norte. Derrotó y cautivó al rey oponente del sur, Philometer, que fue traicionado por sus propios consejeros, y murió en una batalla feroz. Antíoco dividió el poder de los ptolomeos, pero con el tiempo se volvieron a unir.
Aún con todo el engaño de Antíoco y sus manipulaciones en Egipto, nada pudo alterar la agenda del Señor… “el fin aún ha de venir en el tiempo señalado”. Dios es Señor soberano sobre todo. Cuando el rey seléucida volvió con grandes riquezas a Siria, pasó por Israel y, otra vez, la terminología nos demuestra que el pueblo de Dios estaba involucrado… “pondrá su corazón contra el pacto santo”. Entonces, las catástrofes que estudiamos en el capítulo 8, tuvieron lugar en Jerusalén; mató a miles de judíos e hizo miles de prisioneros, vendiendo a 40.000 de ellos como esclavos.
“En el tiempo señalado”, otra vez marchó contra Egipto, pero esta vez no tuvo éxito. Las naves de Quitim eran romanas y estaban aliadas con Egipto. Antíoco no quiso enfrentarse a Roma y dirigió su odio contra Israel; se unió a los judíos apóstatas que también odiaban el sistema y adoración de Jerusalén. Sus soldados profanaron el templo, como vimos en el capítulo 8. Atacaron Jerusalén el sábado, matando a hombres, mujeres y niños. Detuvieron los sacrificios y el rito de la circuncisión, y sacrificaron un cerdo sobre el altar. El 15 de diciembre del año 167 a.C., pusieron una estatua del dios Zeus en el templo. Esto fue llamado por los judíos “la abominación desoladora”, pero esta no fue la última vez que apareció tal abominación. En el siguiente artículo hablaremos de ello.
Los judíos apóstatas rompieron su pacto con Dios para hacerlo con el engañoso Antíoco, pero, como en el tiempo de Isaías y ahora, hubo un remanente entre los judíos que eran fieles a Dios. El patrón será igual en los últimos tiempos. Estos eran judíos que “conocen a su Dios” en una relación personal y no podían negarle. Estaban firmes y no tenían miedo de predicar la verdad contra la peligrosa oposición. Ellos resistían la corriente de su día, razonaban con el corazón del pueblo y eran suficientemente sabios como para poder instruir en la verdad y hacer que muchos se volvieran al Dios de la verdad. Nuestra misión es la misma en estos días de mentalidad apóstata.
Es posible que Dios nos llame a enfrentar la persecución, como pasó en este periodo entre los dos testamentos, antes de la primera venida de Cristo. Había espada, fuego, cautiverio y despojo. Pero, no todos los sabios eran cien por cien fieles, y supongo que en estos días podemos esperar lo mismo. Según revela la Palabra, ellos cayeron, pero como eran del Señor, Él cambió su fracaso en santificación. ¡Fueron refinados, purificados y emblanquecidos, a pesar de sus imperfecciones!
Todavía el libro nos habla de “el tiempo señalado”. Daniel veía estos eventos como asuntos del tiempo del fin y ahora nos escribirá acerca de ellos. Jesús habló en Su día de una “abominación desoladora”, todavía como algo que acontecerá en el futuro. Pablo, en 2 Tesalonicenses, capítulo 2, pudo predecir que se levantaría un gran engañador en los últimos tiempos. Juan escribió el Apocalipsis, después de la caída de Jerusalén en el año 70 d.C., y por eso sabemos que todavía acontecerá una tribulación en el futuro para nosotros, los que vivimos en el siglo XXI.
Sin embargo, ahora concluiremos este artículo, porque la lección de la historia ha sido un poco larga. En el próximo, terminaremos el capítulo 11; desde Antíoco Epífanes hasta el Anticristo.
El Anticristo
Capítulo 11:36-45
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El rey hará lo que le plazca, se enaltecerá y se engrandecerá sobre todo dios, y contra el Dios de los dioses dirá cosas horrendas; él prosperará hasta que se haya acabado la indignación, porque lo que está decretado se cumplirá.
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No le importarán los dioses de sus padres ni el favorito de las mujeres (RV60, del amor de las mujeres), tampoco le importará ningún otro dios, porque él se ensalzará sobre todos ellos.
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En su lugar honrará al dios de las fortalezas, un dios a quien sus padres no conocieron; lo honrará con oro y plata, piedras preciosas y cosas de gran valor.
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Y actuará contra la más fuerte de las fortalezas con la ayuda de un dios extranjero; a los que le reconozcan colmará de honores, los hará gobernar sobre muchos y repartirá la tierra por un precio.
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Y al tiempo del fin, el rey del sur se enfrentará con él, y el rey del norte lo atacará con carros, jinetes y con numerosas naves; entrará en sus tierras, las invadirá y pasará.
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También entrará a la Tierra Hermosa, y muchos países caerán; mas éstos serán librados de su mano: Edom, Moab y lo más selecto de los hijos de Amón.
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Y extenderá su mano contra otros países, y la tierra de Egipto no escapará.
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Se apoderará de los tesoros ocultos de oro y plata y de todas las cosas preciosas de Egipto. Libios y etíopes seguirán sus pasos.
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Pero rumores del oriente y del norte lo turbarán, y saldrá con gran furor para destruir y aniquilar a muchos.
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Y plantará las tiendas de su pabellón entre los mares y el monte glorioso y santo; pero llegará a su fin y no habrá quien lo ayude.