Libro del Profeta Zacarías

Libro del Profeta Zacarías

Libro del Profeta Zacarías

 

Un estudio expositivo por Lowell Brueckner

 

Capítulo 9

Desde Alejandro Magno hasta el Mesías

Israel protegido

  1. La profecía de la palabra de Jehová está contra la tierra de Hadrac y sobre Damasco; porque a Jehová deben mirar los ojos de los hombres, y de todas las tribus de Israel.

  2. También Hamat será comprendida en el territorio de éste; Tiro y Sidón, aunque sean muy sabias.

  3. Bien que Tiro se edificó fortaleza, y amontonó plata como polvo, y oro como lodo de las calles,

  4. he aquí, el Señor la empobrecerá, y herirá en el mar su poderío, y ella será consumida de

  5. Verá Ascalón, y temerá; Gaza también, y se dolerá en gran manera; asimismo Ecrón, porque su esperanza será confundida; y perecerá el rey de Gaza, y Ascalón no será

  6. Habitará en Asdod un extranjero, y pondré fin a la soberbia de los

  7. Quitaré la sangre de su boca, y sus abominaciones de entre sus dientes, y quedará también un remanente para nuestro Dios, y serán como capitanes en Judá, y Ecrón será como el jebuseo.

  8. Entonces acamparé alrededor de mi casa como un guarda, para que ninguno vaya ni venga, y no pasará más sobre ellos el opresor; porque ahora miraré con mis ojos.

 

Zacarías no menciona en qué fecha escribió el capítulo 9, pero los expertos creen que fue entre 480-470 a.C., 40 años después de haber escrito los capítulos 7 y 8. Esta no es solamente una profecía sino, según la Biblia Textual y de acuerdo con otras versiones también, es una profecía cargada; cargada de ira contra Hadrac, ciudad cerca de Damasco, en Siria (v.1). De la misma manera que el Señor reposó cuando el juicio se llevó a cabo contra Babilonia en el capítulo 6:8, el Señor descansará de su carga cuando llegue a Damasco.

Esta profecía es muy interesante (v.2-4). Por las profecías de Daniel, el pueblo judío supo acerca de Grecia y Alejandro Magno antes de que existieran. Sabían que el imperio bajo el cual ellos estaban sujetos iba a ser conquistado (Dn.8:20-21). Daniel tuvo el sueño cuando Babilonia todavía gobernaba el mundo en el año 551 a.C., antes de que los persas la hubieran vencido. Dos cientos años después de esta profecía en Zacarías, Alejandro fue contra Damasco, donde Darío, el persa, tenía tesoros y gente ilustre, y la conquistó. Después, 250 km. al norte, derrotó a Hamat, antes de invadir la costa del mar Mediterráneo, y a Tiro y Sidón, dos ciudades que tenían mucha influencia diabólica, según Ezequiel 28. Tiro se consideraba invencible por estar situada en una isla y, aunque Nabucodonosor, el babilonio, pudo destruir la ciudad en la costa, no pudo llegar a la isla, aunque intentó hacerlo durante 13 años. Ningún otro enemigo la había podido alcanzar, pero Alejandro lo hizo porque tuvo un mandato de parte de Dios, que es la profecía que estamos estudiando. Él utilizó las ruinas que Nabucodonosor había dejado para edificar una calzada en el mar hacía la isla (334-332 a.C.).

Después Alejandro fue al sur, y los filisteos, de las ciudades de Ascalón, Gaza, Asdod, y Ecrón, se aterrorizaron al ver lo rápido que habían sido conquistadas las ciudades del norte. Alejando también conquistó a los filisteos, y su orgullo nacional quedó por los suelos, junto con sus sacrificios idólatras, descritos aquí como “sangre de su boca, y sus abominaciones de entre sus dientes” (vs.5-7). Fueron vencidos como los jebuseos en el tiempo de David y su territorio fue hecho parte de Israel. Lo mismo pasó con el territorio de los filisteos.

Pero los judíos tenían en su posesión esta profecía, que describía exactamente el circuito y las victorias del ejército de Alejandro, prometiéndoles que el opresor no entraría en Judea (v.8). La conquista de los persas fue un punto central en la historia del mundo. Aunque las ciudades más potentes fueron destruidas, Alejandro trató bien a Jerusalén y a los judíos. ¡Qué tesoro y qué consuelo es la palabra de Dios! ¿Es práctico estudiar las profecías? No tenían por qué temer; la profecía decía que, aunque pasara al lado de Judea y cerca de Jerusalén, no entraría. Los ojos de Israel estaban fijados en el Señor como en los días de Josafat (2 Cr.20:12), y los ojos de Dios, cuidadosamente, estaban mirándoles.

Dios habló palabras consoladoras a su pueblo y les protegió según sus promesas, aunque ésta no fue la única razón de por qué lo hizo. Tenía un asunto mucho más grande en Sus pensamientos que tenía que ver con Su plan eterno. Los profetas existían para un propósito más importante, que era anunciar la venida del Mesías. Dios tenía Sus ojos puestos sobre Jerusalén por lo que iba a acontecer en sus calles, como es profetizado en el siguiente versículo. Ya he dicho que los judíos tenían que ver su situación y lo que estaba aconteciendo en los días de Zacarías, según las profecías de la venida de su Mesías, porque Dios ya estaba obrando, dando pasos hacia Su venida.

Cuando hablamos de hallar la voluntad de Dios para nuestras vidas pensamos en estar en algún proyecto misionero, alguna obra humanitaria, o en estar involucrados con algún grupo o iglesia. Pero… ¿pensamos en tener una parte en el desarrollo de lo que traerá el Reino de Dios a esta tierra? ¿Estamos involucrados en traer al mundo al Rey otra vez? ¿Estamos en el plan eterno de Dios? Solamente estamos en Su voluntad cuando nos hallamos en esa posición. Solamente allí estamos bajo Su protección y obtenemos la promesa de que “a los que aman a Dios, todas las cosas ayudan para bien, a los que son llamados conforme a su propósito. ¿Oramos correctamente al pedir “venga Tu Reino”?

El Rey viene

 

  1. Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.

  2. Y de Efraín destruiré los carros, y los caballos de Jerusalén, y los arcos de guerra serán quebrados; y hablará paz a las naciones, y su señorío será de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra.

  3. Y tú también por la sangre de tu pacto serás salva; yo he sacado tus presos de la cisterna en que no hay agua.

  4. Volveos a la fortaleza, oh prisioneros de esperanza; hoy también os anuncio que os restauraré el doble.

  5. Porque he entesado para mí a Judá como arco, e hice a Efraín su flecha, y despertaré a tus hijos, oh Sion, contra tus hijos, oh Grecia, y te pondré como espada de valiente.

  6. Y Jehová será visto sobre ellos, y su dardo saldrá como relámpago; y Jehová el Señor tocará trompeta, e irá entre torbellinos del austro.

  7. Jehová de los ejércitos los amparará, y ellos devorarán, y hollarán las piedras de la honda, y beberán, y harán estrépito como tomados de vino; y se llenarán como tazón, o como cuernos del altar.

  8. Y los salvará en aquel día Jehová su Dios como rebaño de su pueblo; porque como piedras de diadema serán enaltecidos en su tierra.

  9. Porque !cuánta es su bondad, y cuánta su hermosura! El trigo alegrará a los jóvenes, y el vino a las doncellas.

 

Ahora la profecía se extiende unos 350 años hacia el futuro, desde el inicio del imperio griego hasta la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén. Aquí vemos la entrada del gran Rey y, por supuesto, conocemos bien la historia (v.9). Jesús había levantado a Lázaro de los muertos y la gente hablaba de Su fama en una Jerusalén repleta de judíos y prosélitos, peregrinos que habían llegado de todo el mundo para la pascua. Esta era una señal que marcaría al Mesías, según la profecía que tenemos delante de nosotros ahora, y la ciudad estaba dispuesta para recibirle con júbilo. Los fariseos se desesperaban porque todo el mundo iba tras Él.

Esta tremenda celebración le fue revelada a Zacarías. La palabra profética decía que esto iba a pasar y sucedió exactamente como había sido predicho. La gente teocrática (respondiendo a esta manifestación del gobierno de Dios) salió a recibir al Rey de los cielos… un Rey perfectamente justo… no hallarían culpa en Él para poder acusarle honestamente; un Rey victorioso en toda situación… con un ministerio victorioso, una vida victoriosa… victorioso en la tentación, victorioso delante de Sus acusadores y victorioso delante de Pilato. Venció sobre la cruz a la misma muerte; y un Rey humilde, demostrando así este atributo del Reino de Dios, enseñándoselo y demostrándoselo a Sus discípulos, lavando sus pies. Lo demostró desde Su nacimiento hasta Su muerte. La humildad utilizó un pesebre para Su nacimiento, una cría de asna para Su entrada triunfal y una cruz para Su muerte. En el mundo no existe tal Rey, pero Sus seguidores deben aprender este principio, si es que quieren vivir sus vidas sobre la tierra con éxito espiritual.

Zacarías nos da el comienzo del cumplimiento por lo que estaba aconteciendo en su día y la profecía avanza con la primera venida de Jesús. Su Reino había comenzado, pero todavía no era el tiempo de sentarse sobre el trono. Su “trono” fue una cruz y, desde allí, observó Su Reino. Lo que resta de la profecía se cumplirá en el futuro. Hemos visto algo del futuro en los capítulos anteriores y veremos más en los versículos que siguen.

Como ocurre frecuentemente en las profecías mesiánicas, la primera venida de Jesús se une con la segunda (Is.61:1-3, por ejemplo). Los profetas no vieron un periodo de tiempo por el medio. La edad de la iglesia era un misterio. Rápidamente, Zacarías nos lleva adelante, después de los 2.000 años del tiempo de los gentiles, a los últimos siete años de los judíos y entrando en Su Reino milenial de paz (v.10). En este siglo XXI, el gobierno de Israel posee toda clase de armas, incluso las nucleares, pero después de la Batalla de Armagedón, todos los instrumentos de guerra serán cortados y quebrados.

Desde el norte hasta el sur, el Mesías desarmará a Israel. En el versículo 10 incluye a las llamadas “diez tribus perdidas” de Israel; ellas serán restauradas. Las llama Efraín, porque él, el hijo menor de José, fue el líder, y su tribu fue la más numerosa del reino norteño de Israel. Los documentos de todos los judíos fueron destruidos por los romanos cuando estos derrumbaron el templo. Sólo Dios sabe quienes pertenecen a cada tribu, y puedes estar seguro de que a través de los años Él ha estado soberanamente controlando cada matrimonio entre judíos, sabiendo perfectamente el linaje de cada uno de ellos.

En Génesis 15:18 puedes ver las dimensiones de la tierra dadas a Abraham, extendiéndose hasta el Rio Éufrates. Este territorio será el centro del reino del Mesías. Declarará la paz a todo el mundo gentil, desde el río Éufrates hasta los últimos confines de la tierra. Su Reino será mundial.

Ahora, solamente haré unos breves comentarios de los versículos que nos restan. Basado en el pacto con Israel por medio de Abraham (v.11, mira Gn.15:8-18), el reino será tanto físico como espiritual. Puede ser, entonces, que la liberación de los prisioneros de la cisterna sea tanto literal como espiritual. Puede ser que en la tribulación, echar a los judíos en cisternas sea una forma de castigo, como pasó con José y Jeremías, pero es más probable que signifique la condición de depresión y desesperación espiritual de la que serán librados.

Tanto si es literal como si es espiritual, Cristo dará esperanza a los cautivos (v.12), como siempre ha hecho, y restaurará doblemente lo que han perdido. Me hace pensar en Job, a quien Dios permitió pasar por gran sufrimiento, pero a quien le fue restaurado el doble: “Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo” (Stg.5:11). Dios va a permitir a toda la nación pasar por la Gran Tribulación (Mt.24:15-22, Ap.12:1-6; 13-17).

De aquí la profecía vuelve al periodo entre los Testamentos, cuando los griegos, después de la muerte de Alejandro Magno, fueron vencidos por el partido de los Macabeos, en Israel (sólo v.13). Sin embargo, el cumplimiento final y perfecto tendrá lugar en la batalla de Armagedón, y describe la victoria ganada por la segunda venida del Mesías, cuando Israel reconocerá a Jesús de Nazaret como el Mesías. Él vendrá personalmente para conducir a Su pueblo a la victoria (v.14-16) sobre todos sus enemigos.

El capítulo termina con los resultados de la victoria. Las doce tribus de Israel son las piedras de la diadema del Rey, que brillará como una luz a todo el mundo. El pueblo se llenará de felicidad y todas las cadenas de rebeldía e incredulidad serán deshechas para siempre. Celebrarán su gran liberación con gozo, sin ningún impedimento. El pueblo se multiplicará por la prosperidad, demostrada por el gran número de jóvenes que habrá entre la población. (vs.16b-17).



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