05 Ago Carta a los Hebreos
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in Carta a los Hebreos
Carta a los Hebreos
Un estudio expositivo por Lowell Brueckner
Capítulo 9
El Santuario Celestial
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Ahora bien, aun el primer pacto tenía ordenanzas de culto y un santuario
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Porque el tabernáculo estaba dispuesto así: en la primera parte llamada el Lugar Santo, estaban el candelabro, la mesa y los panes de la proposición.
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Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo,
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el cual tenía un incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto;
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y sobre ella los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio; de las cuales cosas no se puede ahora hablar en detalle.
El santuario terrenal
La razón más importante por la que creo que cada cristiano debe estudiar toda la Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, es porque, por medio de las Escrituras, Dios se revela a nosotros. Este es su mayor propósito y, en ningún lugar fuera de la Biblia, tendremos una revelación fiable de Él. Hay un solo Dios y Él no cambia; el Dios del Antiguo Testamento es el mismo Dios que se manifiesta por medio de Jesús en los Evangelios. A. W. Tozer dijo que el asunto más importante, tanto para la vida de una persona como para la iglesia, es su concepto de Dios.
Además, mientras estudiamos, aprendemos también los caminos de Dios. Al principio, nos parecen muy extraños, ya que Sus caminos son totalmente diferentes a los que hemos conocido en el mundo. Ninguna escuela secular ofrece un curso sobre los caminos de Dios, e incluso, para los discípulos que estaban más cerca de Jesús, eran difíciles de entender. Pero, para poder caminar como cristianos, cada uno de nosotros tenemos que andar en ellos. Uno de mis versículos preferidos es el Salmo 77:19, porque demuestra la naturaleza compleja de Sus caminos y la imposibilidad de hallarlos de manera natural: “En el mar fue tu camino, y tus sendas en las muchas aguas; y tus pisadas no fueron conocidas”. Requiere entendimiento espiritual.
Después, tenemos que conocer completamente el plan revelado de Dios. La Biblia lo presenta en dos partes – lo natural y lo espiritual. 1Corintios 15:46 nos enseña: “Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal (natural); luego lo espiritual”. El progenitor de la primera creación es Adán, el hombre natural, después vino Uno a quien Pablo llamó el segundo Hombre o el último Adán (1Co.15:45,47). Él escribió a los gálatas: “Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gál.4:4). Anteriormente, mencioné que Pablo acusó a los gálatas de funcionar en la carne, intentando guardar la ley. Podemos ver que lo que la Biblia presenta primero tiene que ver con cosas carnales, naturales, físicas, visibles y materiales.
Estos pensamientos nos llevan a nuestro estudio de hoy, en el capítulo 9. Los dos pactos involucrados en el plan de Dios son el Antiguo y el Nuevo Testamento, que estudiamos en el capítulo 8. Tanto en el nuevo como en el antiguo pacto, Dios es el centro en la vida de Su pueblo y, en el primer versículo de este capítulo, aprendemos acerca del servicio divino en un santuario terrenal, que tenía lugar en medio del campamento, rodeado por miles de tiendas. El escritor nos da una breve explicación de su contenido y, sin más detalles, entra en la lección.
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Y así dispuestas estas cosas, en la primera parte del tabernáculo entran los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto;
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pero en la segunda parte, sólo el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo;
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dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie.
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Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto,
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ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas.
Ordenanzas acerca de la carne
El tabernáculo estaba dividido en dos partes; el Santuario o Lugar Santo, y el Lugar Santísimo. Ambos contenían varios artículos adecuados para la adoración israelita (vs:2- 5). Solamente le era permitido a los sacerdotes entrar en el tabernáculo para atender las cosas puestas adentro (v:6). El pueblo nunca entraba. Las dos partes del tabernáculo estaban divididas por un velo y, tras el velo, estaba la parte prohibida, donde solamente el sumo sacerdote podía entrar una vez al año.
A mucha gente le ofende que la sangre haya tenido que ser requerida desde el principio, desde el sacrificio de un animal para vestir a Adán y Eva, hasta la cruz de Cristo. Incluso, antes de que fuese levantado el altar del sacrificio en el atrio del tabernáculo, la esposa de Moisés le acusó de ser un esposo de sangre (Éx.4:25). El sumo sacerdote tenía que entrar en el Lugar Santísimo con sangre, de lo contrario moriría. La sangre cubría su pecado y los pecados del pueblo (v:7). El libro de Apocalipsis declara que la sangre de los hombres que ignoren o rechacen la cruz fluirá en el Armagedón.
Según su costumbre, el escritor de Hebreos declara que el Espíritu Santo es el Autor y Maestro de la Escritura. Él fue quien ordenó los detalles del servicio divino en el tabernáculo y quien inspiró al escritor de Éxodo para que relatase la obra. Ahora, indica por medio del escritor de Hebreos, que el camino para entrar al Lugar Santísimo todavía no había sido abierto en el tiempo de Moisés. ¡Esta es palabra de Dios y no del hombre! Ahora hay una entrada al Lugar Santísimo abierta por Dios y no por el hombre (v:8).
Hemos aprendido que nadie, excepto el sumo sacerdote, podía entrar y solamente una vez al año. Y la razón de porqué pudo hacerlo es porque representaba al perfecto Sumo Sacerdote, quien abriría el camino, una vez y para siempre, para que todos pudieran entrar. Cuando Jesús dijo, “Consumado es”…, el velo del templo, que protegía el Lugar Santísimo, fue roto de arriba a abajo (Mt.27:51, Mc.15:38, Lc.23:45). Dios lo rasgó desde arriba, satisfecho con el sacrificio de Su Hijo por el pecado, y abrió el camino a Su santa presencia. Este es el camino de Dios, el único camino.
Aunque la manera antigua simbolizaba la realidad presente, los símbolos no producen ningún cambio verdadero. Las ofrendas y sacrificios hechos en aquel entonces no transformaban la conciencia del hombre (v:9). El reconocimiento abrumador de sus pecados les seguía molestando incluso después de que la sangre del animal hubiese sido derramada, aunque todo el rito se hubiese llevado a cabo perfectamente. Aun hecho correctamente, no traía vida divina a su espíritu. ¿Cuántas personas, sumergidas en su religión, tienen cuidado de hacer todo apropiadamente y, sin embargo, no les es impartida la vida? Ellos continúan muertos en sus delitos y pecados según la corriente del mundo, dirigidos por el príncipe de las tinieblas (Ef.2:1-2), mientras esperan que Dios acepte su miserable servicio.
Fíjate en las palabras, acerca de la carne, en el versículo 10. Estoy intentando enfatizar que el escritor se está refiriendo a la religión carnal, que es física, visible, natural y exterior, es decir, comidas, bebidas, lavamientos y normas. ¡Mantén la distancia con cada forma de dogma que dirige a tales cosas! Sí, entendemos que el verdadero cristianismo manifiesta exteriormente lo que es verdadero en lo interior, pero no nos enfocamos en lo externo. La antigua manera de adoración era temporal e imperfecta, y esperaba el tiempo de reformar las cosas. Simbolizaba, de forma externa, lo que es espiritual en el auténtico cristianismo; lo que es enviado del cielo y transforma la conciencia, el alma y el espíritu del creyente.
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Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación,
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y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.
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Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne,
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¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?
¡Pero estando ya presente Cristo…!
Las siguientes palabras significan la maravillosa diferencia entre el Antiguo y el Nuevo…
¡pero estando ya presente Cristo! Dios hizo entender a Israel que no estaban viviendo la realidad. Las páginas del Antiguo Testamento brillaban con promesas de un Mesías venidero que intervendría en sus problemas. Los profetas hablaban al pueblo de Él, sabiendo bien que vendrían cosas mejores, y el Espíritu Santo dio entendimiento a Pedro sobre su actitud espiritual: “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A estos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles” (1 P.1:10-12).
Versículos después, declaró que Cristo había sido “ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros” (1 P.1:20). Todos los cristianos deben ver y reconocer claramente que Dios tenía un plan establecido desde antes que el mundo existiera. El cronista bíblico relata la triste historia de la pérdida de la patria de Israel, siendo llevados al cautiverio: “Mas ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio” (2 Cr.36:16).
Aunque significaba que ya no podrían escapar del exilio y la pérdida de su patria, no quería decir que no hubiese esperanza para ellos. Su única esperanza estaba en el Mesías venidero. Jeremías les dio esperanza al comprar un terreno en Israel, justo antes de la invasión de los babilonios, y les entregó esta palabra del Señor: “Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. Aún te edificaré, y serás edificado” (Jer.31:3-4). Malaquías, el último profeta del Antiguo Testamento, prometió que el siguiente acontecimiento en la agenda de Dios sería la preparación del camino para el Mesías. Fue Él mismo quien dijo: “He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí, y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto…” (Mal.3:1)…esto se cumplió y vino más de 400 años después.
No solamente estableció un nuevo pacto, sino también una nueva creación. Todo lo que el antiguo pacto contenía, tenía que ver con la primera creación. Cuando Dios creó a Adán, sopló aliento en él y fue hecho un ser viviente. Cuando Jesús completó Su obra y se levantó de la muerte, reunió a Sus discípulos alrededor de Él y sopló en ellos la vida del Espíritu Santo (Jn.20:22). Esta creación tiene una naturaleza celestial y nosotros nacemos en ella, de arriba. Por la palabra traducida “de nuevo”, en Juan 3:3,7, el griego da a entender “de arriba”, y algunas traducciones lo tienen así. Es la misma palabra que aparece en Stg.1:17 y 3:17. El judío esperaba que el Mesías trajera el reino de los cielos a la tierra, y aunque esto se cumplió en Jesús, no lo trajo a la nación sino al corazón. Cada creyente nace de arriba, de Dios… Nuestra ciudadanía está en el cielo. Su gran santuario, perfecto, no es hecho de mano de hombre (v:11).
En el versículo 13, el escritor está hablando de una santificación o purificación legal, según la ley de Moisés, al rociar la sangre de animales sobre el sacerdote y su pueblo. La redención eterna de Cristo es más que un acto legal; es un hecho que penetra hasta lo más profundo del ser humano, librando su conciencia del peso de la culpabilidad. Cristo entró al Lugar Santísimo, en el cielo, por Su propia sangre, y Su sacrificio jamás tendrá que volver a repetirse. Fue perfecto y eterno, comprándonos de la esclavitud del pecado, para que seamos Su propia posesión para la eternidad (v:12). ¡Observa a la Trinidad obrando en el versículo 14! Cristo, por el Espíritu Santo, se ofreció en sacrificio al Padre.
Ahora, podemos entrar para presentarnos directamente delante del Padre en oración porque la sangre de Cristo quitó el velo. El cristiano no solamente puede entrar en los atrios celestiales, sino pasar por el Lugar Santo y entrar confiadamente al Lugar Santísimo. Tiene este derecho por la eternidad. El que está muerto en sus delitos y pecados está esclavizado a las obras muertas para toda su vida, y aunque intente ponerse bien delante de Dios, nunca logrará hacerlo. ¿Sabes qué es la libertad cristiana? Es ser librado de la esclavitud del pecado para poder servir libremente a Dios por la eficacia de la sangre de Cristo y no por obras propias.
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Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.
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Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del
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Porque el testamento con la muerte se confirma, pues no es válido entre tanto que el testador vive.
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De donde ni aun el primer pacto fue instituido sin
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Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo,
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diciendo: Ésta es la sangre del pacto que Dios os ha
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Y además de esto, roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio.
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Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.
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Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que éstos.
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Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios;
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y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.
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De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el
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Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio,
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así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le