07 Jul Carta a los Gálatas
Posted at 06:42h
in Carta a los Gálatas
Carta a los Gálatas
Un estudio expositivo por Lowell Brueckner
Capítulo 5
Libertad, fe, verdad y amor
Gálatas 5:1-12
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Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.
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He aquí, yo Pablo os digo que, si os circuncidáis, de nada os aprovechará
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Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la
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De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.
Warren Wiersbe escribió: “Es triste tener que decir que hay algunas personas que se sienten muy inseguros con la libertad. Quisieran mejor estar bajo la tiranía de algún líder que tener que hacer libremente sus propias decisiones. Hay algunos creyentes que se asustan por la libertad que hay en la gracia de Dios; así que buscan una asamblea de personas que sea legalista y autoritaria, donde puedan permitir que otros hagan decisiones para ellos. Es comparable a un adulto que otra vez se mete en la cuna. El camino de la libertad cristiana es el camino en que podemos hallar el cumplimiento en Cristo. No es para asombrarse escuchar este ultimátum: “No estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. Estad firmes en la libertad”.
¿Qué es la libertad bíblica? Una vez más, tenemos que estar seguros de obtener la definición por medio de la Biblia. Es más de lo que el mundo describe como libertad y también es contrario a la opinión mundana.
Puesto que el hombre del mundo es básicamente egocéntrico, la libertad, para él, significa remover todos los obstáculos para poder conseguir sus propios deseos, ambiciones y felicidad. También podría significar que, si está atado a vicios y malos hábitos, busque ser libres de ellos para poder gozarse a un nivel mucho más alto. Un grado de moralidad y decencia le haría obtener de otros más respeto y honor. Sin embargo, todas sus metas están contra los propósitos de Dios y, por eso, la libertad que busca no es la que hallamos en la Biblia.
Pero las definiciones humanas no quitan nada del hecho de que Dios es el Dios de la libertad y ofrece, por medio del evangelio, la verdadera libertad. La libertad es el ambiente de la Jerusalén celestial y solamente en ese ambiente puede desarrollarse la nueva naturaleza espiritual. No hay manera de poder darle el verdadero valor a la libertad de Dios, porque va mucho más allá de lo que podamos decir o imaginar. Aprecio los comentarios de Warren Wiersbe de toda esta epístola. Sobre la libertad evangélica dice: “La doctrina de Pablo sobre la libertad cristiana por medio de la gracia no es doctrina peligrosa. La doctrina peligrosa es la del legalismo, porque el legalismo intenta hacer lo que es imposible: es decir, cambiar la vieja naturaleza y forzarla a obedecer las Leyes de Dios”.
Seguramente, el evangelio librará a quien esté esclavizado por vicios y malos hábitos, pero esto no es todo. Librará también de todas las atracciones del mundo, que engañan y tientan a codiciarlas, teniendo que malgastar gran cantidad de tiempo y energías para poder obtenerlas. También libra de las tentaciones sobrenaturales del diablo y su reino.
Además, ataca y destruye a un enemigo presente, veinticuatro horas al día, siete días a la semana. Este persistente amo es el ego que mencioné antes como el centro de control del hombre mundano. Demanda nuestra obediencia día y noche. Durante toda la vida, le hemos dado todo lo que pedía.
Nos hace levantarnos de la cama por la noche para obtener algún capricho que pueda desear y se sienta con nosotros a la mesa, dominando nuestro apetito. Demanda diversión y entretenimiento. Insiste en tener reconocimiento, alta auto-estima y amor propio. Pero el evangelio dirige nuestra atención fuera de nosotros mismos, para poder experimentar un gozo mucho más alto y digno.
En esta carta, Pablo se enfoca en una libertad que nos libera de la terrible tiranía de las obras de justicia del hombre por medio de la ley. Nuestro orgulloso ego intenta gobernarnos, declarando que tenemos que hacer algo por nuestras propias esfuerzas si queremos ganar la salvación. Es un engaño arrogante, haciendo pensar al individuo que tiene alguna bondad en sí mismo, algún potencial digno, por el cual poder obtener el favor de Dios. Se exalta a sí mismo, en lugar de ensalzar a Dios por Su misericordia y gracia para un pecador depravado y débil. Todos sus esfuerzos y atenciones dados para cumplir la ley, solamente le dejan bajo un yugo de esclavitud, exactamente como dijo Pedro: “Poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar” (Hch.15:10).
La decisión de los gálatas de cumplir con el rito de la circuncisión (relacionada con su salvación) fue una iniciación para entrar bajo el yugo de la ley. De esta manera, entrega su libertad, anula las bendiciones de Cristo y “está obligado a guardar toda la ley”. Si te interesa ver un ejemplo gráfico en el Antiguo Testamento de un yugo de servidumbre, lee la historia de Sansón, cegado y prisionero, moliendo en un molino como un buey (Jue.16:21). Pablo, varias veces en la epístola, demuestra hasta qué extremos podemos llegar, y no permite un estado espiritual intermedio; tiene que ser un extremo u otro, la ley o la gracia: “Si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo… De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído”. Nota también 1:6; 2:21; y 4:11.
La libertad del evangelio viene, en primer lugar, por medio del conocimiento de la verdad, pero solamente la verdad misma tiene poder para librar: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn.8:32). Jesucristo es la verdad incorporada: “Yo soy… la verdad”, dijo, que os dirige al Padre y al cielo (Jn.14:2,6). “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Jn.8:36).
“Estad, pues, firmes”. Hay mucho valor en poder estar firmes. A menudo miramos y admiramos a los que, aparentemente, progresan rápidamente, sacando mucha ventaja al resto del cuerpo de cristianos, pero después, les vemos cansados o caídos de diferentes maneras. Después de observar tales cosas durante los años, uno aprende a apreciar y a estimar a la gente que va despacio pero fielmente adelante, año tras año, siempre firmes y sólidos en su fe y en su doctrina.
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Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia;
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porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.
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Vosotros corríais bien; ¿Quién os estorbó para no obedecer a la verdad?
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Esta persuasión no procede de aquel que os
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Un poco de levadura leuda toda la
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Yo confío respecto de vosotros en el Señor, que no pensaréis de otro modo; mas el que os perturba llevará la sentencia, quienquiera que sea.
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Y yo, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué padezco persecución todavía? En tal caso se ha quitado el tropiezo de la cruz.
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¡Ojalá se mutilasen los que os perturban!
“Por el Espíritu… por fe”, son palabras que se puede adjuntar a casi todos (o posiblemente a todos) los consejos y mandamientos espirituales. Si estas palabras aparecieran siempre escritas, la Biblia sería mucho más gruesa, pero podemos asumir legítimamente que su presencia está en toda la verdad del evangelio. Por ejemplo, como en el versículo 5: “Nosotros aguardamos la esperanza de la justicia… por el Espíritu por fe”. El cristiano, sólo así, puede tener esperanza. No citaré otra vez el capítulo 3, versículos 2-5, pero es allí donde Pablo enseña que toda la obra evangélica se lleva a cabo por el Espíritu y por la fe. El cristiano vive, funciona, logra, entiende, evangeliza, ministra y es santificado, por el Espíritu y por la fe, y nunca puede depender de sus propios esfuerzos y capacidades.
La esperanza es la fe en el tiempo futuro. Por la fe, somos justos, pero también esperamos… (la palabra griega da el sentido de anticipar con ansia) … la esperanza de un futuro de perfecta justicia. Esta es “la esperanza que os está guardada en los cielos” (Col.1:5). Es “la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Ti.4:8).
“Ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión”. La circuncisión no es correcta ni incorrecta, y la incircuncisión, en sí misma, tampoco lo es. Ni una ni la otra valen, ni nunca han valido, delante de Dios. Siempre fue claramente simbólica y ya, en el Antiguo Testamento, aún el que dio la ley, Moisés, aclara: “Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz” (Dt.10:16). “Circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas” (Dt.30:6). Siglos después, Jeremías ordenó: “Quitad el prepucio de vuestro corazón…” (Jer.4:4).
Por otro lado, la fe obrando por el amor, es lo que Dios busca. La fe y el amor son las virtudes fundamentales dadas al cristiano. El amor es la fuerza motivacional tras todo el servicio cristiano, y nos obliga a servirle libre y voluntariamente. La fe nos capacita para poder cumplir Sus propósitos.
La verdad es la enseñanza esencial que provee al creyente el conocimiento de la voluntad de Dios. Es la oposición directa a todo el centro de la filosofía e ideología del mundo, que es un engaño total. La suposición de que la doctrina no es importante, dejará un vacío en la vida de la persona que piensa así, dando lugar en su corazón al engaño.
Pablo nos ha estado enseñando que “los rudimentos del mundo” (4:3) conducen a la esclavitud y, finalmente, a la ruina espiritual, pero Juan enseña sencillamente: “Ninguna mentira procede de la verdad” (1 Jn.2:21). Jesús pide al Padre en oración: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Jn.17:17). El cristiano solamente puede avanzar obedeciendo a la verdad de la Palabra de Dios. Su crecimiento termina inmediatamente cuando entran las falsas doctrinas. “¿Quién os estorbó para no obedecer a la verdad?” Obviamente, no fue Él el que les llamó. Era un elemento extraño; algunas personas entraron presentando doctrinas falsas que les estorbaron y, finalmente, los gálatas fueron responsables por seguirlas.
“Un poco de levadura leuda toda la masa”. La levadura hace que una substancia parezca más grande de lo que es en realidad. Es simbólica del engaño, la hipocresía y el orgullo, tres ingredientes nada saludables que actúan juntos, produciendo un producto carnal. De esta manera tan sutil, Pablo demuestra otra vez que las obras de la ley son totalmente incompatibles con Cristo y Su gracia, y anularán Su obra en el cristiano. La levadura entra totalmente en la masa y la infla.
Personalmente, no veo nada positivo acerca de la levadura en ninguna parte de la Biblia. Los judíos observaban una fiesta de pan sin levadura y la levadura no estaba permitida en ningún sacrificio de fuego, el cual era ofrecido solamente a Dios. Hay dos excepciones, por las cuales el pan con levadura era ofrecido aparte de los sacrificios hechos por fuego. En estas ofrendas excepcionales (Lev.7:13; 23:17), la levadura simbolizó la realidad del pecado siempre presente en el individuo y en la iglesia, como Juan nos enseña: “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1Jn.1:10).
Jesús advirtió a Sus discípulos acerca de la levadura. Estoy entre una minoría de cristianos que creen que la parábola de Jesús sobre la levadura en tres medidas de masa (Mt.13:31-33) en verdad es una profecía que apunta a lo que ya es un hecho histórico. El reino de Dios sobre esta tierra, sembrado como un grano de mostaza, creció indebidamente, haciéndose un árbol monstruoso, lleno de corrupción, en lugar de lo deseado por el Sembrador… una planta de mostaza. En 1 Corintios 5:6-7, igual que en la porción que estamos estudiando, Pablo nos advierte de las consecuencias negativas de poner levadura en la masa.
Pablo confía en que el problema entre los gálatas será resuelto, ya que su confianza no está en ellos, sino en el Señor. Jesús dijo: “Edificaré mi iglesia” (Mt.16:18) y, por medio del apóstol, Él está interviniendo para eliminar la seria amenaza causada por los judaizantes, mientras Él obra directamente en la profundidad del corazón de los individuos. Podemos estar seguros, también, que dondequiera que se halla la verdadera iglesia hoy en día, Él tratará con la corrupción, antes que se produzca un daño irreparable. Por amor a Su novia, Él obra para salvarla de los lobos. Puede que recuerdes que mencioné tal intervención mucho antes, en nuestro estudio. Los falsos maestros experimentarán Su juicio, pero la iglesia tiene que actuar, renunciando y alejándose de ellos.
Mucha de la persecución en la iglesia primitiva se originó por los judíos. La enseñanza sobre la circuncisión y guardar la ley de Moisés fue aceptada por ellos. Por eso, esta enseñanza, se hizo popular en el tiempo de Pablo. Quizás algunos creían, falsamente, que Pablo predicaba la circuncisión; de hecho, él circuncidó a Timoteo. Pero aquí argumenta que la gran ofensa para los judíos y para todo el mundo, era la predicación acerca de la cruz, que es totalmente opuesta a la corriente de la enseñanza sobre la circuncisión. Su argumento se basa en que la persecución resulta al predicar la cruz y, de hecho, Pablo fue perseguido en todos lugares. Proclamó que la salvación se obtiene solamente por medio de la cruz y que la circuncisión no tiene absolutamente nada que ver en ella.
El versículo 12 es una declaración fuerte y gráfica que normalmente nadie esperaría del apóstol. Tampoco encontraremos algo semejante en ninguna otra parte de sus 14 epístolas. No mencionaré unos cuantos lugares en la Biblia en los que los portavoces de Dios hablaban palabras sorprendentemente crudas. Al decirlo, que quede claro, que no acepto ni excuso a algunos predicadores de nuestros días que abusan de los límites de un vocabulario que es normalmente aceptable. Jesús enseñó: “De la abundancia del corazón habla la boca” (Lc.6:45), queriendo decir que, estos maestros que tienen la boca sucia, también tienen un corazón sucio. Sin embargo, Pablo está deseando, simplemente, que los maestros de la circuncisión sean excomulgados, pero la palabra griega, traducida como “mutilarse” sería correctamente traducida como “castrarse”. A aquellos que se gloriaban en el número de cristianos que persuadían para circuncidarse, Pablo sugiere que deberían tomar un paso más, cortando parte de sus propios cuerpos. O quizás se refiera a un estado espiritual de impotencia en el cual su enseñanza no produzca ningún converso más.
Obras o fruto
Gálatas 5:13-26
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Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.
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Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti
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Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a
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Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la
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Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
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Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la
Toda la carta a los gálatas es un ruego para que se volvieran a la libertad en la que nacieron y que es característica de la verdadera vida cristiana. Dios llama a un pueblo de la esclavitud a una libertad gloriosa. La cuestión no es solamente que la esclavitud espiritual es sumamente mala, sino que la vida en el Espíritu es gozosamente maravillosa. En esta porción, Pablo demostrará que andar en el Espíritu es sinónimo de libertad. El único pueblo sobre este planeta que es verdaderamente libre son los que han nacido del Espíritu de Dios, y su vida cotidiana y práctica es bajo el control del Espíritu.
“No uséis la libertad como ocasión para la carne”, es un mandamiento que nos conduce a un auto-examen para poder ver si nuestro cristianismo es genuino o no. El miembro de la iglesia que no es regenerado verá la libertad como una excusa para vivir sin principios morales, no muy diferente a los ciudadanos del mundo. Se librará de los altos estándares y las restricciones que separan al cristiano del mundo. Dará lugar a la carne, tanto como le sea posible, mientras mantiene cierta reputación como miembro de la comunidad cristiana. Por varias décadas, ésta ha sido la tendencia popular, y el cristiano que rehúsa conformarse a ella, es juzgado despectivamente y tachado de anticuado, negativo e incluso algo peor.
Un estilo de vida permisivo y la escasez de un andar práctico en el Espíritu, demuestra que el verdadero cristianismo no es común hoy en día. Un gran porcentaje de los que profesan ser cristianos, no son verdaderamente nacidos del Espíritu de Dios. A. W. Tozer aludió al hecho en la mitad del siglo XX, y un contemporáneo suyo, Vance Havner, se arriesgó a decir que quizás el 90% de los miembros de su denominación evangélica no estaban convertidos. Te aseguro que la misma tendencia no ha disminuido en el medio siglo que ha pasado desde entonces, más o menos.
El cristiano genuino verá la vida llena del Espíritu como la Tierra Prometida que fluye con leche y miel, y cruzará gozosamente el desbordado río Jordán para poder vivirla. Las recompensas de la carne no están entre sus metas y no tiene la menor intención de satisfacer “los deseos de la carne”.
“Servíos por amor los unos a los otros”. Toda la ley se cumple en una palabra: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El lector, probablemente, sabrá que “agape” es la palabra griega que se utiliza en el Nuevo Testamento para referirse, especialmente, al amor de Dios. En el último capítulo, vimos que el amor de Dios es la fuerza que motiva al cristiano. No existe absolutamente ninguna otra fuerza por la cual sea posible amar a otro “como a ti mismo”. Ya he mencionado que el amor humanista es común entre gente no convertida y altamente honrado en la sociedad. Sin embargo, los descomunales salarios recibidos por algunos de los oficiales de las organizaciones humanitarias, es una prueba de que no llegan a amar a su prójimo como a sí mismos. Solamente el amor de Dios será adecuado para poder servir al Señor y al prójimo en el Reino de Dios.
Contradiciendo la falsa enseñanza, originada directamente en la esfera de una psicología inventada por el hombre mundano (y que ha sido adoptada por la iglesia), la Biblia nos enseña que el amor a uno mismo es algo que todos tenemos en común; no es algo que nos haga falta y debamos buscarlo como si fuera una meta: “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida” (Ef.5:29; fíjate también en Ro.15:1-3, 2 Co.5:15; Fil.2:21). La doctrina del amor a uno mismo es probablemente uno de los engaños más populares de nuestro tiempo. De alguna manera, muchos estudiantes de la Biblia han ignorado totalmente el aviso de Pablo a Timoteo: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos (tiempos furiosos, extremamente feroces; fíjate cómo en Mateo 8:38, la misma palabra griega es traducida como feroces en gran manera) porque habrá hombres amadores de sí mismos…” (2Ti 3:1-2).
¿Te asombra saber que la iglesia está enseñando a su pueblo, empezando por los niños, a ser feroces en gran manera? Es la consecuencia lógica en la vida de las personas que han aprendido a darse prioridad a sí mismos. Nada les detendrá en su búsqueda de la auto-satisfacción, por eso el apóstol tiene que avisar: “Mirad que también no os consumáis unos a otros”. Si “os mordéis y os coméis unos a otros”, estáis viviendo por una ley de la naturaleza caída, y cualquier intento de cumplir la ley de Dios terminará en fracaso. Otra vez cito a Warren Wiersbe: “El hombre tiene que ser librado de sí mismo y la tiranía de su naturaleza pecaminosa”.
La persona que puede amar a su prójimo como a sí mismo es porque tiene la ley de Dios escrita en su corazón y la cumple naturalmente. La enseñanza de Pablo en los versículos del 16 al 18 deja muy claro lo que intento afirmar. Nos dice que el secreto para ahogar los deseos de la carne es andando en el Espíritu Santo. No puedes cumplir ambos al mismo tiempo. Vamos a insertar algunas palabras de Romanos (8:9,14) para demostrar que andar en el Espíritu solamente es posible si se es un cristiano genuino y se tiene al Espíritu Santo morando dentro de sí: “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”. Cuando el Espíritu mora en una persona, Él, naturalmente, le guiará: “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”.
La carne y el Espíritu son fuerzas contrarias. Es imposible que los que andan según la carne y los que andan según el Espíritu coexistan en paz. No se entenderán. Uno verá las cosas por los ojos del Espíritu y andará en los caminos de Dios; el otro pensará como piensan los hombres, según los caminos terrenales. Los que caminan según la carne promocionarán proyectos semejantes a los programas exitosos de este mundo. El pueblo que es conducido por el Espíritu se dirigirá por la Biblia.
Los que andan en el Espíritu son libres de la ley, porque la ley de su nueva naturaleza les conducirá en los caminos de Dios. No están bajo un ayo que continuamente tiene que frenarles para que no se desvíen a las veredas del mundo. No necesitarán ser corregidos constantemente debido a sus pisadas caprichosas, ni estar confinados dentro de cuatro paredes para estar protegidos de los malos deseos.
David, resume el asunto que estamos estudiando de forma muy clara en el Salmo 1, versículos 1 y 2: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche”. Como vimos anteriormente, éste es el hombre que ha sido bendecido con una naturaleza piadosa, como Abraham. Ha sido reconciliado con Dios, restaurado al estado en el que fue creado y, más allá aun, recibe todas las ventajas del último Adán, Jesucristo. Se deleita en andar en el Espíritu, por eso, como enseña Pablo, no cumple los deseos de la carne.
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Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
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idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,
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envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
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Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
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mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay
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Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y
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Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.
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No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a