05 Jul Libro de Eclesiastés
Posted at 08:26h
in Estudio de Eclesiastes
Libro de Eclesiastés
Un estudio expositivo por Lowell Brueckner
CAPITULO 5
La vanidad del hablar
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Guarda tus pasos cuando vas a la casa de Dios, y acércate a escuchar en vez de ofrecer el sacrificio de los necios, porque éstos no saben que hacen el mal.
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No te des prisa en hablar, ni se apresure tu corazón a proferir palabra delante de Porque Dios está en el cielo y tú en la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.
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Porque los sueños vienen de la mucha tarea, y la voz del necio de las muchas
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Cuando haces un voto a Dios, no tardes en cumplirlo, porque Él no se deleita en los necios. El voto que haces, cúmplelo.
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Es mejor que no hagas votos, a que hagas votos y no los
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No peritas que tu boca te haga pecar, y no digas delante del mensajero de Dios que fue un error. ¿Por qué ha de enojarse Dios a causa de tu voz y destruir la obra de tus manos?
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Porque en los muchos sueños y en las muchas palabras hay vanidades; tú, sin embargo, teme a Dios.
En los libros bíblicos de sabiduría aparece cinco veces una frase casi idéntica: “El principio de la sabiduría es el temor del Señor”. Frente a este punto, la vanidad desaparece y la sabiduría toma su lugar. En medio de su discurso sobre la vida bajo el sol, seguramente en medio de un relato mayormente negativo, Salomón mete algunas joyas. Una de ellas se encuentra en el versículo 7: “Tú, sin embargo, teme a Dios”, en lo cual tenemos el secreto para la vida más allá del sol, cuyo valor perdura eternamente. Este es el lema de los primeros siete versículos. Aunque estas joyas pueden ser pocas en el libro de Eclesiastés, tienen suficiente peso para la persona que sabe estimarlas y apreciarlas.
Un temor reverente a Dios es de valor incalculable y es una característica escasa en la sociedad de hoy en día. Cuando nos aproximamos a las cosas de Dios, debemos hacerlo con el más alto respeto por Su honor y dignidad. Guarda tus pasos y quita tus sandalias cuando llegues al lugar de encuentro con el Todopoderoso. La pretensión religiosa es un enemigo; no solamente es engañosa, sino maligna.
Fijémonos en la pregunta hecha al necio rey Saúl, cuando ilegalmente y por su impaciencia ofreció un sacrificio: “¿Se complace el Señor tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a
la voz del Señor?” (1 S.15:22). Otro buen ejemplo del celo religioso es el de Saulo de Tarso quien, al intentar servir a Dios, hizo daño a Su plan, que iba desarrollándose. Él persiguió a Su iglesia. El consejo de Salomón es que uno debe escuchar y obedecer. La religión vacía, sin el temor de Dios, siempre se ha manifestado contra el movimiento del Espíritu Santo. Esto ocurre por toda la Biblia y la historia que la sigue (v.1). Sin excepción, produce grandísimos errores que traen consecuencias eternas.
Un verdadero oyente es un alumno dispuesto a aprender. Una mente y corazón cerrados producen una boca imprudente; por eso, siempre tenemos que estar dispuestos a cambiar y a ajustar nuestro modo de pensar. Las personas que se forman una opinión y permiten que ésta se endurezca como el cemento, demuestran que estiman su opinión sobre la verdad. Ante cualquier oportunidad, expresan su “sabiduría” y son lentos para escuchar, incluso al estar tratando con Dios. No están dispuestos a considerar y reconocer la infinita distancia que hay entre su estado y el de Dios; no son capaces de apreciar el vasto espacio que hay entre el cielo y la tierra (v.2). Si eres un cristiano sincero, tienes que permitir que la Palabra de Dios domine en la relación que tienes con Él. Como una mente demasiado preocupada produce un sueño ligero e inquieto, estorbado con sueños y pesadillas, las palabras de un insensato, que piensa que necesita dominar cada conversación, producirán un ambiente estresante en cualquier reunión (v.3).
Mientras el rey cubre el tema de una expresión cuidadosa, frente a una impulsiva, incluye el de pronunciar votos. El único voto bueno es el que es guardado. ¡Cómo necesitamos hoy en día gente que lleve una palabra de valor! A menudo, una de las escenas en que las promesas valen poco, es en una ceremonia de bodas. Al instante en que se produce un poco de incomodidad o circunstancias desagradables en el matrimonio, los votos pronunciados en la boda, son lanzados al viento, acabando por significar poco o nada ante los testigos y sin importar haber sido pronunciados delante de Dios.
“Es mejor que no hagas votos, a que hagas votos y no los cumplas”, dice el predicador (v.4-5). Él afirma que cada voto tiene un precio, y el que lo pronuncia, antes de hacerlo, tiene que calcular primero el costo. Jesús habló del costo a los que querían ser sus discípulos, cuando les dijo: “Cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo” (Lc.14:33). Dejó clarísimo que el discipulado tiene prioridad sobre las relaciones familiares, y lo comparó a llevar una cruz en el camino a la ejecución.
Santiago nos enseña que la lengua es una herramienta peligrosa, que fácilmente lleva al pecado.
¡Cuánto daño causa! “La lengua es un fuego, un mundo de iniquidad… contamina todo el cuerpo, es encendida por el infierno e inflama el curso de nuestra vida… Ningún hombre puede domar la lengua; es un mal turbulento y lleno de veneno mortal” (fíjate en todo el pasaje… Santiago 3:1- 12). Aunque digas, después de haber hablado, “¡me retracto de todo!”, en verdad, no puedes. Hace poco escuché a un comentarista hablar acerca de los que aprovechan la oportunidad de votar antes de la fecha designada. A veces, después de haber votado, ocurren cosas que hace que se arrepientan. Algunos, incluso, preguntan si pueden retractarse y votar de nuevo. Pero, por supuesto, esto es imposible, como también es retractarse de una palabra desagradable o una declaración falsa. Hablar imprudentemente es pecado e incita la ira de Dios, que trae consecuencias contra los propósitos para nuestras vidas (v.6).
La Biblia nos da ejemplos en los cuales Dios obró por medio de sueños y yo no seré quien te diga que Él nunca usa este medio hoy en día. El profeta Joel profetizó: “Vuestros ancianos soñarán sueños” (Joel 2:28). Sin embargo, las Escrituras también demuestran que los sueños pueden ser problemáticos. El versículo 7 sugiere que hay connotaciones negativas cuando los sueños se incrementan. Significa que tienen demasiada influencia sobre las decisiones. El rey los pone en la misma categoría que está desarrollando en este capítulo; el exceso de palabras. El exceso de palabras y el incremento de sueños contribuyen a un nivel de mentalidad menos sabia y sólida, y resultarán en una vida vana e insensata. Esta es la preocupación del rey Salomón en todo el transcurso del libro.
Jeremías mostró que los sueños eran la herramienta de los falsos profetas de su día y eran vanos, en verdad. Les faltaba el poder de cambiar los corazones de la gente. Dios habló por medio de él: “No os engañen vuestros profetas que están en medio de vosotros, ni vuestros adivinos, ni escuchéis los sueños que sueñan” (Jer.29:8). “El profeta que tenga un sueño, que cuente su sueño, pero el que tenga mi palabra, que hable mi palabra con fidelidad” (Jer.23:28). Compara los sueños con la Palabra y demuestra la superioridad de la Palabra: “¿No es mi palabra como fuego… y como martillo que despedaza la roca?” (23:29).
No cabe duda que Jeremías está diciendo que, si los profetas hubieran proclamado la palabra, ésta habría hecho una obra purificadora y efectiva en el propósito de romper los corazones de los israelitas. Sus sueños eran vanidad y, de hecho, engañosos, y no debieran causar temor. El predicador dijo: “Tú, sin embargo, teme a Dios”.
La vanidad de la ganancia y la posición entre la sociedad
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Si ves la opresión del pobre y la negación del derecho y de la justicia en la provincia, no te sorprendas del hecho, porque un oficial vigila sobre otro oficial, y hay oficiales superiores sobre ellos.
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Con todo, es de beneficio para el país, que el rey mantenga cultivado el
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El que ama el dinero no se saciará de dinero, y el que ama la abundancia no se saciará de ganancias. También esto es vanidad.
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Cuando aumentan los bienes, aumentan también los que los consumen. Así, pues, ¿cuál es la ventaja para sus dueños, sino verlos con sus ojos?
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Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho o coma poco; pero al hartura del rico no le permite dormir.
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Hay un grave mal que he visto bajo el sol: las riquezas guardadas por su dueño para su mal;
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cuando esas riquezas se pierden por un mal negocio, y él engendra un hijo, no queda nada para mantenerlo.
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Como salió del vientre de su madre, desnudo, así volverá, yéndose tal como vino; nada saca del fruto de su trabajo que pueda llevarse en la mano.
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Y también esto es un grave mal: que tal como vino, así se irá. Por tanto, ¿qué provecho tiene el que trabaja para el viento?
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Además todos los días de su vida come en tinieblas con mucha molestia, enfermedad y
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He aquí lo que yo he visto que es Bueno y conveniente: comer, beber y gozarse uno de todo el trabajo en que se afán bajo el sol en los contados días de la vida que Dios le ha dado; porque ésta es su recompensa.
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Igualmente, a todo hombre a quien Dios ha dado riquezas y bienes, lo ha capacitado también para comer de ellos, para recibir su recompensa y regocijarse en su trabajo: esto es don de
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Pues él no se acordará mucho de los días de su vida, porque Dios lo mantiene ocupado con alegría en su corazón.