Libro del Profeta Daniel

Libro del Profeta Daniel

Libro del Profeta Daniel

 

Un estudio expositivo por Lowell Brueckner

 

Capítulo 4

 

El sueño del árbol

 

Capítulo 4:1-18

 

  1. Nabucodonosor, rey, a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: Que abunde vuestra paz.

  2. Me ha parecido bien declarar las señales y maravillas que ha hecho conmigo el Dios Altísimo.

  3. ¡Cuán grandes son sus señales, y cuán poderosas sus maravillas! Su reino es un reino eterno, y su dominio de generación en generación.

  4. Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa y próspero en mi

  5. Tuve un sueño que me hizo temblar; y estas fantasías, estando en mi cama, y las visiones de mi mente me aterraron.

  6. Por lo cual di órdenes que trajeran ante mí a todos los sabios de Babilonia para que me dieran a conocer la interpretación del sueño.

  7. Entonces vinieron los magos, los encantadores, los caldeos y los adivinos y les conté el sueño; pero no pudieron darme su interpretación.

 

Este capítulo cuenta uno de los más sorprendentes testimonios de toda la Escritura, y durante todos los siglos de la historia de la iglesia hay pocos que lo superan. Es el relato de un emperador mundial, en primera persona, que ha sido enviado a todos los pueblos de su reino. Alaba a Dios y relata su experiencia de conversión en arameo, el lenguaje común. Vale la pena ver lo que dos comentaristas escribieron acerca de ello:

Adam Clarke: “Este es un decreto normal para un gobernante de aquellos días y uno de los más antiguos que existe todavía; no cabe duda que contiene las palabras exactas de Nabucodonosor, copiadas por Daniel de los documentos del estado de Babilonia, y conservado en su lenguaje original.”

 

Matthew Henry: “El estilo real que Nabucodonosor utiliza no es esplendoroso ni adornado, sino que es pleno, corto y sincero. Si en otras ocasiones usó grandes palabras pomposas en su saludo, ahora las ha dejado a un lado; ya es anciano, apenas se ha recuperado de una perplejidad que le ha humillado y mortificado, y ahora está contemplando la grandeza y soberanía de Dios. La declaración está dirigida, no solamente a sus súbditos, sino a todos a quienes pueda llegar esta escritura – es decir, a todos los pueblos, naciones y lenguajes que existen en la tierra. No solamente está dispuesto a que la sepan, aunque cuenta su propia infamia (que posiblemente nadie se atrevería a publicar, si no lo hubiera hecho él, y por eso Daniel publica el documento original), sino que manda estrictamente que toda clase de personas pagan atención a ella; porque tiene que ver con todos y será provechosa para todos”.

 

Cualquier pueblo podía leer y contemplar el documento; en verdad, se extendió más allá de la cuna de la civilización en el Medio Oriente hacia las tierras de Buda, Mahoma, Confucio y los hindúes. También llegó al nativo americano, que adora la naturaleza, y a las tribus remotas de Sur América y Nueva Guinea. Nabucodonosor nos da a todos su bendición real y nos cuenta su experiencia personal con el Dios vivo y verdadero: “Me ha parecido bien declarar las señales y maravillas que ha hecho conmigo el Dios Altísimo”.

Había recibido un corazón de adoración. La alabanza estaba en sus labios y por eso ensalza la grandeza del poder sobrenatural de Dios; es una alabanza siempre presente en la persona que ha encontrado a la Divinidad. Él comparte el conocimiento que ha recibido de Su reino eterno y de la estabilidad perdurable de Su gobierno soberano. Nunca pasa por alto a una generación, ni se desvanece Su prominencia, sino que queda firme y al alcance de todas las naciones en todos los tiempos.

Su extraordinaria transformación empezó con un sueño, el segundo con el que Dios le favoreció. Su vida y gobierno continuaban de forma normal, si es que puede ser normal la vida de un emperador; todo estaba tranquilo y su prosperidad iba creciendo. Pero éste cómodo estado fue interrumpido una noche, cuando estaba acostado sobre su cama. Si uno solamente está consciente a un ambiente externo y material, nunca podrá tener un verdadero concepto de la realidad, y por eso la mente tiene que ser despertada de forma inquietante al mundo del espíritu. El Señor se manifiesta en esta esfera y trata con los asuntos interiores del hombre.

Como la primera vez, su ser ha vuelto a ser profundamente estremecido y decide llevar el asunto ante sus consejeros religiosos: los magos, los encantadores, los caldeos y los adivinos. Estos hombres seguramente poseían poderes ocultos y diabólicos, pero Dios ha puesto ante el emperador un dilema que va más allá de sus capacidades, por eso toda la fuerza de sus maquinaciones religiosas se rompe y le falla.

Me he dedicado a investigar un poco acerca de estos médium y métodos, para que podamos hacernos una idea de cómo era la religión babilónica. Estaban los que practicaban las artes mágicas o encantamientos (hechizos con cánticos), que incluían susurros o murmullos raros y ocultos. Otros eran los que, a través de brujería misteriosa y sobrenatural, lograban lo que no sería posible con poderes humanos. También estaban los llamados “hombres de pluma”, o escritores de horóscopos, que dibujaban líneas y círculos mágicos. Muy parecida era la práctica de la astrología, que intentaba explicar las situaciones o predecir el futuro por medio del estudio de las estrellas. Además, los caldeos eran un tipo de sacerdocio, heredado por ser descendiente de cierta tribu o clan. Creo que es evidente que algunas de estas prácticas han sobrevivido hasta el día de hoy.

Nabucodonosor había estado anteriormente en esta situación, pero no ha aprendido la lección necesaria. Es una característica del ser humano; buscar la verdad e ir a la fuente correcta, después de haber empleado todos los recursos y no hallar más donde buscar. El evangelista tiene que estar muy consciente del hecho si espera ver conversiones verdaderas. Su primer cometido es llevar al pecador a un estado de necesidad desesperada, al predicarle acerca de la desesperanza de su propia condición, la degradación de su naturaleza y los infinitos crímenes que ha cometido. Solamente así dejará su confianza en sí mismo, se rendirá a su Dios y buscará la ayuda en la cruz de Cristo. La fuente de socorro que Dios ha puesto cerca de la persona del rey para poder conducirle a Sí mismo, es Daniel, y es en él en el último que busca consejo.

  1. Pero al fin vino ante mí Daniel, cuyo nombre es Beltsasar, como el nombre de mi dios, en quien está el espíritu de los dioses santos, y yo le conté el sueño, diciendo:

  2. “Oh Beltsasar, jefe de los magos, ya que sé que en ti está el espíritu de los dioses santos y que ningún misterio te confunde, declárame las visiones del sueño que he visto, y su interpretación.

  3. “Y las visiones de mi mente, que vi estando en mi cama, fueron así: Vi un árbol en medio de la tierra, cuya altura era muy grande.

  4. “El árbol creció y se hizo fuerte, su copa llegaba hasta el cielo, y era visible desde los confines de la tierra. “Su follaje era hermoso y su fruto abundante, y en él había alimento para todos. Debajo de él hallaban sombra las bestias del campo, las aves del cielo hacían morada en sus ramas, y de él se alimentaban todos los seres vivientes.

  5. “En las visiones de mi mente que vi estando en mi cama, he aquí, un vigilante, un santo, descendió del cielo.

  6. “Clamando fuertemente, dijo así: ‘Derribad el árbol, cortad sus ramas, arrancad su follaje, desparramad su fruto; huyan las bestias que están debajo de él, y las aves de sus

  7. ‘Pero dejad en tierra el tocón con sus raíces, con ataduras de hierro y bronce entre la hierba del campo; que se empape con el rocío del cielo, y comparta con las bestias la hierba de la tierra.

  8. ‘Sea cambiado su corazón de hombre, y séale dado corazón de bestia, y pasen sobre él siete

  9. ‘Esta sentencia es por decreto de los vigilantes, y la orden es por decisión de los santos, con el fin de que sepan los vivientes que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres, y se lo da a quien le place, y pone sobre él al más humilde de los hombres.’

  10. “Este es el sueño que yo, el rey Nabucodonosor, he tenido. Y tú, Beltsasar, dime su interpretación, ya que ninguno de los sabios de mi reino ha podido darme a conocer su interpretación; pero tú puedes, porque el espíritu de los dioses santos está en ti.”

 

Volviendo al estado espiritual en el que estaba antes, Nabucodonosor introduce a Daniel en su historia por el nombre, Beltsasar, nombre que le había sido dado por el rey en honor a su dios. Anteriormente tenía un concepto plural de la divinidad y estimaba a Daniel como uno “en quien está el espíritu de los dioses santos”. Aunque él era el jefe del departamento espiritual, le dejó para el final, comprobando lo que ya he explicado. La naturaleza caída del hombre, bajo la influencia del mundo, de espíritus malignos, no va en dirección a la verdad hasta que haya agotado todas las demás fuentes.

El rey también olvidó que Daniel había confesado que su conocimiento sobrenatural no provenía de sus propias capacidades personales…“no porque yo tenga más sabiduría que cualquier otro viviente, sino con el fin de dar a conocer al rey la interpretación, y para que tú entiendas los pensamientos de tu corazón” (2:20). El rey, primeramente, da la gloria al hombre antes que a Dios, contra quien ha vivido en rebeldía. “Ningún misterio te confunde”, dijo a Daniel.

El relato del sueño es alegórico. Él vio un árbol excepcionalmente alto. En la profecía, un árbol simboliza una gran nación (Ez.17:22-24; 31:3-18; Mt.13:32). El árbol creció en medio de la tierra y su fama se difundió hasta los últimos confines del mundo. Era hermoso, productivo y proveía protección y sombra.

Un ser celestial descendió y lo llamó “un vigilante”. Hay ángeles que se ocupan de vigilar ciertas naciones, y parece que éste es el caso con el ángel de este sueño. Vino como un mensajero de la maldición para profetizar contra el árbol. Éste fue derribado; sus ramas cortadas, su follaje arrancado y su fruto desperdiciado. Todo aquello que encontraba protección en él, huyó. Solamente quedó la cepa de las raíces.

Ahora el sueño se personaliza y vemos a un hombre con ataduras de hierro y bronce en un campo abierto. Pierde su razón y vive como un animal a la intemperie durante siete años. Este ejemplo nos ayuda a poder ver claramente el gobierno de los espíritus sobre los asuntos de los hombres. Los vigilantes confirman el decreto dado por el Altísimo Gobernador del cielo y están encargados de llevarlo a cabo.

El decreto ha venido como una lección para Nabucodonosor y para todos los que lean este capítulo y libro en todo el mundo. La lección enseña que Dios, directa y soberanamente, reina sobre las naciones de la tierra. Él levanta a gobernantes, según Su propia voluntad, y muestra Su manera personal de obrar, es decir, levantando a los más humildes a los lugares más altos. Después de los siguientes siete años, Nabucodonosor entrará en la categoría de los humildes. Dios restaurará la sensatez a un loco y le devolverá el imperio babilónico.

Nadie pudo interpretar este sueño al emperador y, seguramente, ninguno que podría hacerlo hallaría un placer en revelárselo. El rey está convencido de que Daniel tiene la capacidad para hacerlo, pero Daniel sabe de dónde le vino esta sabiduría. El Señor del cielo tiene un fiel siervo en Daniel, a quien puede revelar misterios. Él sabe que Daniel será fiel a su misión y no ocultará las malas noticias al gran rey.

Cada siervo de Dios tiene que ser confiable y hablar la verdad, tanto si es negativa como positiva. Puedes estar seguro de que el predicador que se calla y no habla toda la verdad, no es un verdadero siervo de Dios. Un estudio cuidadoso de los Evangelios comprobará que Jesús llevaba la verdad de forma perfectamente fiel.

Samuel tuvo que aprender este principio desde que era niño, para poder servir a Dios entre su pueblo: “Samuel temía descubrir la visión a Elí. Llamando, pues, Elí a Samuel, le dijo: Hijo mío, Samuel. Y él respondió: Heme aquí. Y Elí dijo: ¿Qué es la palabra que te habló? Te ruego que no me la encubras; así te haga Dios y aun te añada, si me encubrieres palabra de todo lo que habló contigo. Y Samuel se lo manifestó todo, sin encubrirle nada. Entonces él dijo: Jehová es; haga lo que bien le pareciere” (1 Sm.3:15-18). Por toda la Escritura, los hombres y mujeres que Dios usaba, tenían que expresar todo Su consejo. Eran los falsos profetas los que escondían la verdad de sus oyentes y ganaban popularidad por hacerlo. De esta manera contribuían a la caída del pueblo. Este arte de predicadores abunda entre nosotros hoy. También, a muchos, como a los siervos de Nabucodonosor, les falta contacto con el cielo, por lo que no pudieron resolver efectivamente los problemas del rey y no fueron capaces de ayudarle con su dilema.

Una conversión real


Capítulo 4:18-37

 

  1. Entonces Daniel, a quien llamaban Beltsasar, se quedó atónito por un momento, y le turbaron sus pensamientos. El rey habló, y dijo: “Beltsasar, no dejes que el sueño ni su interpretación te turben.” Beltsasar respondió, y dijo: “Señor mío; sea el sueño para los que te odian, y su interpretación para tus adversarios.

  2. “El árbol que viste, que se hizo fuerte y corpulento, cuya copa llegaba hasta el cielo y que era visible en toda la tierra,

  3. y cuyo follaje era hermoso y su fruto abundante, y en el que había alimento para todos, debajo del cual moraban las bestias del campo y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo, eres tú, oh rey, que te has hecho grande y fuerte, y tu grandeza ha crecido y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio hasta los confines de la tierra “Y en cuanto al vigilante, al santo que el rey vio, que descendía del cielo y decía: ‘Derribad el árbol y destruidlo, pero dejad el tocón con sus raíces en la tierra, con ataduras de hierro y bronce en la hierba del campo, y que se empape con el rocío del cielo, y que comparta con las bestias del campo, hasta que pasen sobre él siete tiempos,’

  4. esta es la interpretación, oh rey, y este es el decreto del Altísimo que ha venido sobre mi señor el rey:

  5. Serás echado de entre los hombres, y tu morada estará con las bestias del campo, y te darán hierba para comer como al ganado, y serás empapado con el rocío del cielo; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres y que lo da a quien le place.

  6. “Y en cuanto a la orden de dejar el tocón con las raíces del árbol, tu reino te será afirmado después que reconozcas que es el Cielo el que

  7. “Por tanto, oh rey, que mi consejo te sea grato: pon fin a tus pecados haciendo justicia, y a tus iniquidades mostrando misericordia a los pobres; quizás sea prolongada tu “

 

Los caminos providenciales de Dios son únicos; no según los patrones de los hombres. Él envió a Daniel, como cautivo, para ser Su embajador a Babilonia y a su rey Nabucodonosor. Dios le capacitó con sabiduría y un don para interpretar mensajes espirituales. El enemigo intentó impedir el propósito del Señor y neutralizar, desesperadamente, a Su instrumento elegido, dentro de una sociedad impía.

Hemos visto cómo el diablo intentó, por medio de una preparación escolar pagana y un cambio en su dieta judaica, que Daniel hiciera concesiones y corrompiera su testimonio. El enemigo también obró para que, la mayoría del tiempo, Daniel fuera ignorado por el rey y quedara fuera de su presencia, a pesar de que le podría ser muy útil. El jefe de los eunucos le cambió su nombre, Daniel, que significa “juicio de Dios”, por Beltsasar, “príncipe o tesoro de Bel o Baal”, y así dañar su piadosa identidad.

Sin embargo, el Dios soberano había preparado a este hombre tan fiel para todo lo que tendría que enfrentar, y nada iba a poder detenerle. Daniel, no solamente pudo funcionar a un nivel más alto que los oficiales páganos, sino que fue “diez veces mejor” (1:20). Al llegar el tiempo correcto, “la plenitud del tiempo” (Gá.4:4), el Señor sacó a Daniel de donde estaba, prácticamente escondido, y el emperador ya no pudo ignorarle más. En el versículo 19, observamos que Nabucodonosor no había olvidado su nombre original que, en sí mismo, es un testimonio personal. Quiere decir, Dios es Juez, y este nombre es precisamente relativo al mensaje que ahora presenta al rey. El mensaje era que el rey estaba bajo el juicio de Dios, juicio que pronto caería sobre él.

Lo que Dios tiene preparado para Nabucodonosor es muy severo, pero no es más que lo que es necesario. En los primeros capítulos vimos la dureza de su corazón. Viendo la gran depravación y arrogancia del corazón humano, más evidente todavía en alguien que ha saboreado tanto poder, no nos sorprendamos por el juicio que viene. Aún el infierno es demasiado bueno para una raza humana caída y amotinada. Ésta tiene que ser la posición doctrinal de cada verdadero cristiano. Si lo vemos así, reconoceremos la misericordia tan maravillosa que Dios tuvo hacia el futuro del rey.

Un profeta solamente podrá representar a Dios si su corazón está completamente involucrado con Su mensaje. Necesitará ser compasivo con sus oyentes o lectores. Solamente de esta manera podrá entregarles la palabra de Dios y hacer que ésta penetre profundamente en ellos. Isaías llamaba a sus profecías oráculos, significando cargas, que pesaban sobre aquel que las llevaba. Los sentimientos de Daniel hacia su emperador tocan mucho el corazón: Él “se quedó atónito por un momento, y le turbaron sus pensamientos”. Cuando Nabucodonosor le animó y rogó para que le transmitiera el mensaje, Daniel exclamó: “Señor mío; sea el sueño para los que te odian, y su interpretación para tus adversarios”. Jesús tenía razones al enseñarnos a amar a nuestros enemigos porque, por medio de ello, Dios cumplirá sus propósitos en ellos. En este párrafo vemos cómo el amor que Daniel tenía para el rey, ayudó para que el mensaje penetrara con más efectividad en su corazón.

Daniel aclara que Nabucodonosor era este hermoso árbol fructuoso, que “ha crecido y ha llegado hasta el cielo”, y ha influido al mundo entero. Daniel relata el mensaje del “vigilante”, y vemos que el mensajero angelical está declarando un decreto del Altísimo. Dios mismo ha pronunciado juicio contra el emperador. El profeta cita el mensaje casi palabra por palabra, enfatizando la importancia de cada detalle.

La locura iba a separarle totalmente de cualquier compañerismo humano, e iba a convertirle en un animal; morando al aire libre, sin protección del rocío de la madrugada y comiendo hierba con el ganado. Siete ciclos enteros significan que su condición iba a durar siete años. Todo en la profecía es literal.

Una de las señales que distingue un aviso o advertencia del Espíritu Santo, designado para traer convicción al corazón, de una tentación de Satanás, designada sólo para traer condenación, es que el Espíritu de Dios deja brillar una luz al final del túnel. De hecho, Daniel, ofrece al rey un remedio inmediato: “Pon fin a tus pecados haciendo justicia, y a tus iniquidades mostrando misericordia a los pobres; quizás sea prolongada tu prosperidad”.

Pero el rey todavía no está dispuesto a recibir las Buenas Noticias del arrepentimiento y la fe. Recuerda bien este punto si esperas ser un evangelista llamado por Dios (cada cristiano es llamado a evangelizar), porque encontraremos la misma condición espiritual en la gente de la calle, en el siglo

XXI. El hombre natural, por sí mismo, no tiene con qué responder positivamente al evangelio… ¡no puede! No es que sea difícil, ¡sino imposible! ¡Por favor, aprende esta lección!

El apóstol Pablo lo deja totalmente claro en su carta a los romanos (3:10-18). ¿Por qué la gente lo ignora a menudo en el día de hoy? ¿Por qué hemos olvidado los caminos de la Escritura; de Cristo, Pablo, los reformistas, John Wesley, George Whitefield, Jonathan Edwards, Charles Finney, C. H. Spurgeon, Martyn Lloyd-Jones, y todos los demás evangelistas enseñados por Dios?

Pablo también enseña que Dios dio la ley para definir lo que es el pecado y para traer al pecador la convicción por sus propios pecados; aprende que “todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Ro.3:23). Los mandamientos demuestran que el pecado es extremamente pecaminoso (7:13). La ley, acompañada por el poder de la convicción del Espíritu Santo (Jn.16:8; Hch.24:25), tiene que hacer primeramente su obra, que es preparar el corazón para poder recibir el evangelio. Por eso, Jesús dijo: “Todos los profetas y la ley profetizaron hasta (e incluyendo a) Juan” (Mt.11:13). Juan fue el precursor del evangelio; el evangelio siempre tiene que tener un precursor que presente la ley.

La gracia preveniente de Dios, obrando por medio de la ley, rompe, moldea y ablanda el corazón duro del pecador. Sin excepción, cada pecador tiene que ver su actitud orgullosa contra Dios y rendirse humildemente, confiando sólo en el Señor. Daniel quería que el rey se arrepintiera en el momento, ofreciéndole la oportunidad de hacerlo, pero el quebrantamiento de Nabucodonosor iba a tardar siete años… ni un día más ni un día menos. Primero tenía que reconocer “que es el Cielo el que gobierna”. El viejo tronco iba a ser tumbado, sus ramas cortadas y sus hojas arrancadas. Todas sus confianzas del pasado iban a huir de él. Pero, aunque el viejo árbol estaba destinado a pudrirse, la nueva vida brotará desde las raíces. Éste es el evangelio, y el Espíritu de Dios, el Espíritu de esperanza, se lo relata a Nabucodonosor por medio de Daniel.

  1. Todo esto le sucedió al rey

  2. Doce meses después, paseándose por la azotea del palacio real de Babilonia,

  3. el rey reflexionó, y dijo: “¿No es ésta la gran Babilonia que yo he edificado como residencia real con la fuerza de mi poder y para gloria de mi majestad?”

  4. Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando una voz vino del cielo: “Rey Nabucodonosor, a ti se te declara: El reino te ha sido quitado,

  5. y serás echado de entre los hombres, y tu morada estará con las bestias del campo; te darán hierba para comer como al ganado, y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres, y que lo da a quien le place.”

  6. En aquel mismo instante se cumplió la palabra acerca de Nabucodonosor: fue echado de entre los hombres, comía hierba como el ganado y su cuerpo se empapó con el rocío del cielo hasta que sus cabellos crecieron como las plumas de las águilas y sus uñas como las de las aves.

  7. Pero al fin de los días, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo, y recobré mi razón, y bendije al Altísimo y alabé y glorifiqué al que vive para siempre; porque su dominio es un dominio eterno, y su reino permanece de generación en generación.

  8. Y todos los habitantes de la tierra son considerados como nada, mas El actúa conforme a su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra; nadie puede detener su mano, ni decirle: “¿Qué has hecho?”

  9. En ese momento recobré mi razón. Y mi majestad y mi esplendor me fueron devueltos para gloria de mi reino, y mis consejeros y mis nobles vinieron a buscarme; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida.

  10. Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, ensalzo y glorifico al Rey del cielo, porque sus obras son todas verdaderas y justos sus caminos; Él puede humillar a los que caminan con soberbia.

 

“Todo esto le sucedió al rey Nabucodonosor”. Una de las pruebas que Dios nos ha dado sobre la veracidad de la Biblia y Su autoría divina, es el cumplimiento de la profecía. Jesús dijo: “Os lo digo desde ahora, antes de que pase, para que cuando suceda, creáis que yo soy” (Jn.13:19). En este capítulo, sólo pasaron 12 meses hasta que se cumplió la palabra, pero tenemos cientos de profecías sobre el advenimiento del Mesías, dadas muchos siglos antes que, literalmente, se cumplieron. Las profecías se hacen realidades hasta el día de hoy, en este siglo XXI, y muchas más se cumplirán en el futuro; quizás en un futuro muy cercano. ¡Las esperamos!

El hombre no regenerado repele la verdad divina como “las plumas del pato repelen el agua”, dice un proverbio. Nabucodonosor dejó desvanecerse la verdad vez tras vez, pero la persona misma del Señor está en la verdad, y no importa como el hombre la trate, quedará firme, no fallará: “Sea hallado Dios veraz, aunque todo hombre sea hallado mentiroso” (Ro.3:4). No sabemos qué hizo el rey con la súplica de Daniel de que se arrepintiera, pero en los versículos 29 y 30 es muy evidente que todavía no era un hombre arrepentido; seguía obsesionado con el orgullo.

Jesús dijo: “En verdad (amén) os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt.18:3). Aquí nos está hablando de la humildad de los niños (18:4). La humildad es una condición necesaria para que una persona pueda ser salva. Nadie puede arrepentirse verdaderamente a menos que sea humillado primero. Dios no tolera el orgullo, por eso fueron necesarios siete años de locura para tratar con la arrogancia del emperador. Aunque todo el contacto que había tenido con el Señor y Su pueblo no había cambiado su corazón, ahora veremos una diferencia muy evidente.

“Aún estaba la palabra en la boca del rey”, cuando el juicio cayó y la palabra profética que había escuchado un año antes se repitió. Aunque no puede discernirse humanamente, Nabucodonosor había llegado a un punto por el que la copa de la ira divina se había llenado hasta el borde y se había llevado a cabo la sentencia. Perdió su razón y enloqueció; y como los endemoniados de Gadara, perdió todo el compañerismo humano y se comportó como un animal. Siete años de juicio fueron aplicados a su vida. Siete años habla de la perfección de Dios, y la justicia de Dios va a cumplirse perfectamente en el rey. También, de la misma manera, el justo juicio de Dios caerá sobre cada pecador no arrepentido. Aquí se añade otro detalle acerca del estado del rey: “Sus cabellos crecieron como las plumas de las águilas y sus uñas como las de las aves”.

Finalmente, o, mejor dicho, como Lucas dijo acerca del pródigo: “Volviendo en sí” (Lc.15:17), empezó a razonar bien. El hijo pródigo fue tan irracional como lo fue el rey y, para que entendamos bien, cada persona que anda en orgullo y según su propia voluntad está en la misma condición que ambos. Las únicas personas que están en su mente cabal son las que se han rendido a su Creador y han encontrado un lugar al pie de la cruz de Cristo.

En el momento en el que una persona levanta humildemente sus ojos al cielo, vuelve en sí. Es cuando puede empezar a pensar correctamente y cuando puede bendecir, alabar y honrar al Dios eterno. Es cuando el loco puede volver a gobernar, el leproso puede empezar a vivir entre la sociedad, y cuando el endemoniado puede regresar a vivir con sus seres queridos.

¡Oh amigo mío, Dios es bueno! Él tiene buenas nuevas para el corazón arrepentido. Las alabanzas de la corte del cielo resuenan cuando uno de los habitantes de la tierra se vuelve a su Creador. Como dijo el Señor con amor: “Compensaré por los años que ha comido la langosta” (Joel 2:25). La confianza perdida por la locura del rey entre la gente antes conocida, fue restaurada y “mayor grandeza me fue añadida”, dijo el emperador. No tuvo que buscar una restauración, sino que la obra hecha en él convenció a todos. ¡Qué absolutamente maravillosa es la declaración del rey: vinieron a buscarme! Ninguna resolución humana o auto-esfuerzo podrían hacer esto; solamente un renacimiento espiritual puede convencer al desilusionado oficial del gobierno, al socio del negocio o al miembro de la familia. Es una vida nueva la que Cristo da, y la da en abundancia. “La bendición del Señor es la que enriquece, y Él no añade tristeza con ella” (Pr.10:22).

¡Qué rica y poderosa es la gracia de Dios! ¡Qué conversión tan poderosa es la que experimenta un hombre que, sentado en la silla del anticristo, es reconciliado con Dios! (Debo decir inmediatamente, antes de que alguien me malinterprete, que la Escritura deja claro que el anticristo final no será reconciliado). Yo creo que veremos a Nabucodonosor en el cielo contando todavía la antigua historia que nosotros tanto amamos. Él se la relató humildemente a su generación y, como fue escrita, la tenemos hasta ahora disponible para nuestra generación.

Vamos a leer una vez más su palabra de testimonio y alabanza: “Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, ensalzo y glorifico al Rey del cielo, porque sus obras son todas verdaderas y justos sus caminos; Él puede humillar a los que caminan con soberbia”. ¡Amen, hermano Nabucodonosor!

 



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