Libro de Eclesiastes

Libro de Eclesiastes

Libro de Eclesiastes

Un estudio expositivo por Lowell Brueckner

 

CAPITULO 1

 

La vanidad de la vida sobre la tierra, según un individuo perfectamente cualificado para hablar de ella.

 

  1. Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.

  2. Vanidad de vanidades, dice el Predicador, vanidad de vanidades, todo es

  3. ¿Qué provecho recibe el hombre de todo el trabajo con que se afana bajo el sol?

 

Las mentes liberales pervierten a la sociedad en general, junto con su política y religión. Estoy convencido de que entran en el mundo de la religión, preparadas y motivadas por el diablo, para ser sus ayudantes en la obra de alterar la búsqueda de quien desea conocer la verdad. En el fondo, no tienen nada que ver con las cosas de Dios. Ignoran Sus caminos y su intención es meter sus propias ideas humanistas en el cristianismo, para crear confusión.

De la misma manera que intentan trasladar el libro de Daniel a una fecha mucho más posterior a que la que fue escrito, y atribuir su autoría a alguien que vivió entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, ellos arremeten contra el libro de Eclesiastés. También afirman que fue escrito mucho más tarde por algún otro autor (no el rey Salomón). Estas afirmaciones son fácilmente refutadas por buenos teólogos, que toman el texto al pie de la letra. Un buen teólogo cree a los escritores de la Escritura y en lo que ellos declaran sobre el lugar y los tiempos en que escribían. No hacerlo es tachar de mentirosos a los hombres que la Biblia dice que son inspirados por Dios (2 Ti.3:16).

Algunos críticos, un poco menos peligrosos, deducen que Salomón escribió el libro antes de su caída, poniendo en duda que Dios quisiera restaurar Su inspiración divina después de su fracaso, algo que me parece ridículo a la luz del contexto del libro, que hace un relato generoso de su vida entera. Él habla de abandonar su búsqueda de las cosas terrenales, expresando la mentalidad de un rey que ahora piensa de una forma diferente a la anterior. En una palabra, él demuestra el arrepentimiento. Charles Finney pensó que Salomón escribió su libro, Cantar de cantares después de todo, tras haber recibido una revelación tremenda sobre Cristo y la Iglesia. Este punto de vista me parece más acorde con la naturaleza de Dios y el espíritu del evangelio, el cual, incluso en el Antiguo Testamento, lucha para que cada historia termine en la gracia que da gloria a Dios.

Hay otros que ven en Salomón un carácter desalentado, escribiendo su tratado desde una depresión, viendo las cosas desde una posición melancólica. Esto es verdad, solamente si entendemos el escenario sobre el que escribe, que es bajo el sol. Desde este punto de vista está totalmente justificado escribir negativamente. No quiere decir que Salomón no creyera en una esperanza más allá del sol, obtenida por el Padre celestial y Su Hijo, Jesucristo.

El rey Salomón se identificó como el predicador. Es posible que él mismo convocara a la asamblea en Israel con el propósito de exponerle la verdad escrita en Eclesiastés. Como el fin de la Ley era llevar al pueblo a la convicción y condenación por el pecado, así el propósito del predicador era demostrar la vanidad de hallar satisfacción en las cosas temporales. El mensaje estaba especialmente dirigido a los jóvenes: “Alégrate, joven, en tu mocedad, y tome placer tu corazón en los días de tu juventud. Sigue los impulsos de tu corazón y el gusto de tus ojos; mas debes saber que por todas estas cosas, Dios te traerá a juicio” (11:9), y “Acuérdate, pues, de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y se acerquen los años en que digas: No tengo en ellos placer” (12:1).

El libro termina con este consejo noble: “La conclusión, cuando todo se ha oído, es ésta: teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto concierne a toda persona. Porque Dios traerá toda obra a juicio, junto con todo lo oculto, sea bueno o sea malo” (12:13-14). Desde este punto uno puede acudir al evangelio para aprender sobre la salvación que Dios ofrece al pecador arrepentido que ha dado la espalda al mundo y se arrodilla ante la cruz.

El evangelio debe ser anunciado a través de la predicación, pero el acto de predicar es grandemente rechazado por la sociedad. Como la característica de la predicación tiende a ser más directa y más fuerte, hoy en día la gente prefiere la enseñanza del maestro sobre la del predicador, y protesta: “¡No me prediques!” Salomón es un predicador que lucha para que otros, especialmente los jóvenes, no sigan su mal ejemplo. Como predicador, él tiene las cualidades necesarias para predicar y, como rey, tiene toda la experiencia que la gente común no puede tener. Son lecciones de un hombre que conoce lo que es estar “hecho polvo” espiritualmente. Es el estado de uno que no ha hallado satisfacción en las riquezas y tesoros de este mundo. Está motivado por Dios, y desea que la gran mayoría de la población de la tierra aprenda una lección primordial… ¡todo es vanidad!

 

Ciclos depresivos

 

  1. Una generación va y otra generación viene, mas la tierra permanece para

  2. El sol sale y el sol se pone, a su lugar se apresura, y de allí vuelve a

  3. Soplando hacia el sur, y girando hacia el norte, girando y girando va el viento; y sobre sus giros el viento regresa.

  4. Todos los ríos van hacia el mar, y el mar no se llena; al lugar donde los ríos fluyen, allí vuelven a fluir.

 

Vamos a recordar nuestros tiempos en la escuela, cuando aprendimos acerca de los ciclos. Nos enseñaban que la Tierra gira sobre su eje y también acerca de su vuelta alrededor del sol. La rotación es el giro de la tierra sobre sí misma en un día, y la traslación es el movimiento de la tierra alrededor del sol en un año. Aprendimos también acerca del ciclo del agua y el ciclo del aire, exactamente como este rey lo había aprendido.

Salomón observa que el aire se mueve haciendo giros. Gira en el sentido horario desde una zona de alta presión atmosférica (en el hemisferio Norte) y entra girando en sentido anti horario a la zona de baja presión atmosférica (en el hemisferio Sur, gira totalmente opuesto). Por supuesto, al movimiento del aire lo llamamos viento. Éste sale de una zona de alta presión al norte hacía donde hay una zona de baja presión al sur. Al entrar el aire, la presión sube y, al subir, el aire sale del sur y vuelve hacia el norte. Este ciclo del movimiento del aire ocurre continuamente en la atmósfera, y lo ha hecho, por lo menos, desde la caída del hombre. Las mismas corrientes de aire continúan sobre los siglos, sin que nada nuevo suceda.

El ciclo de agua es semejante. Todos los ríos fluyen a los océanos, nunca fluyen desde ellos. Sin embargo, Salomón nota que, aunque los ríos entran constantemente, la masa de agua en los océanos no aumenta, ni sobrepasa sus límites, lo cual haría que se inundara a la tierra. Descubre que hay un proceso de evaporación que forma las nubes, las cuales son llevadas sobre la tierra, y a través de varias formas de precipitación, vierten sobre las montañas. Las aguas de muchos riachuelos que fluyen a través de las montañas, se unen y forman ríos que manan al mar. El ciclo se repite vez tras vez, tras vez…

Desde el punto de vista terrenal, desde cualquier parte del planeta, el sol se levanta en el oriente y se desplaza hacia el oeste, donde ocurre la puesta de sol. Horas después, aparece de nuevo en el horizonte este, y el ciclo del día continúa de la misma manera 365 veces al año. Todos los ciclos tienden a ser depresivos, ya que no van hacía una meta final. Simplemente, son círculos sin principio ni fin. Nunca cumplen un propósito satisfactorio, sino que solamente se repiten en un sentido monótono.

Quizás lo he olvidado, pero no recuerdo haber estudiado en la escuela el ciclo de la generación, que es el más depresivo de todos. Con el gozo de muchos o pocos, un nene llega al mundo, crece y aprende, gatea y camina, madura y se casa… Vamos a suponer que esta persona es un hombre que se levanta con el sol en su ciclo diario, desayuna, va a su trabajo, hace una pausa al mediodía y come, terminando su labor después del tiempo requerido. Llega a casa y cena, ve la televisión, o quizá, lee el periódico, y después se va a la cama a descansar para, al día siguiente, repetir el mismo ciclo, sin mucha variación.

¿Qué es lo que le motiva para continuar este ciclo monótono? Bueno, espera el fin de semana para relajarse y recrearse, pero justo delante está otra semana de trabajo. ¿Existe algo más que solamente esta rutina para él? Bueno, pues… unas vacaciones anuales. Le espera una semana o dos, quizá tres, en las que poder ir con su familia (si la tiene) a otra escena desconocida para él (aunque los nativos de tal lugar están aburridos de tal escena). Podrá hacer cosas que no hace habitualmente (aunque probablemente sea el hábito constante de la gente de aquel lugar). Después de las vacaciones, vuelve a trabajar, repitiendo el ciclo anual, mientras la tierra gira alrededor del sol vez tras vez.

Pero… ¿le espera algo más en la vida? Por supuesto. Se está preparando para su jubilación, que durará algunos años (no tiene idea de cuántos), en los cuales poder hacer lo que le dé la gana, si es que sigue con buena salud y tiene suficientes ahorros después de sus muchos años de trabajo. Ahora, ¿qué otros acontecimientos ocurrirán en el futuro de este hombre? Bien, uno por uno observará la muerte de sus amigos y parientes. No sabe que ocurrirá antes, si la muerte de su esposa o su propia muerte. Y así termina este ciclo de generación para el pobre. Mientras, nuevos bebés nacen, empezando una nueva generación… “una generación va y otra generación viene”, dice Salomón. ¿Existirá algún insensato que quiera discutir este tema con el rey?

Amigos, eso es todo lo que hay “bajo el sol”. No sé si nuestros centros de estudio ignoran o no el ciclo de generación, y aunque sea un tema bastante desagradable y no queramos enfrentarlo, la Biblia nos lleva a un encuentro con ello. ¿Por qué? Porque nuestro Creador no quiere que ignoremos las realidades de la vida. No quiere que escapemos de ellas, engañados por el diablo; quiere que le miremos a Él para que pueda darnos algo “más allá del sol”. Por eso he preparado para todo el mundo la vida de Salomón y el mensaje del Predicador. Su tema es ¡vanidad de vanidades, todo es vanidad bajo el sol! Si quitas el evangelio y la persona de Jesucristo, todo lo que nos resta es la vanidad.

Nada es nuevo; nada satisface

 

  1. Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír.

  2. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.

  3. ¿Hay algo de que se puede decir: ¿He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han

  4. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.

 

Quizás una persona nunca reconocería las limitaciones del lenguaje humano, si no estudiara la Biblia. El gran propósito de la Escritura es dar a conocer pensamientos y asuntos espirituales, teniendo solamente a su disposición palabras terrenales. El que la estudia, observa claramente que el escritor más hábil es muy limitado en su esfuerzo por expresarlos.

Solamente quiero clarificar lo que el predicador dice al usar esta frase: “Más de lo que el hombre puede expresar.” La fatiga de la que habla Salomón no es física, sino espiritual, y no hay palabras para definirla bien. Lo mismo se puede decir de todo lo que hay en el mundo espiritual.

Cualquier escritor es incapaz de poder expresarse bien con palabras, especialmente cuando entra en la esfera de las cosas de Dios. Por ejemplo, ¿quién puede expresar adecuadamente el amor de Dios?

¿Quién puede expresar o comprender la eternidad y lo infinito? Y, sobre todo, ¿quién puede describir a un Dios omnipotente y Su estado único, la incomprensible trinidad y la maravilla sin límites de Su omnipresencia y omnisciencia? Todo esto va mucho más allá de la expresión.

Cualquier esfuerzo por intentar acercarnos a las cosas de Dios con la inteligencia terrenal, nos fatigará hasta el punto de enloquecer. Como el hombre es creado a la imagen y semejanza de Dios, siendo un alma viviente en un cuerpo hecho de polvo, el ojo humano quiere continuamente ver más allá de sus capacidades físicas, y el oído desea captar el mundo inaudible del espíritu. Por eso, no importa cuántas cosas el ojo haya visto, no se satisface, siempre está buscando más. El oído que ha percibido los más excelentes sonidos que existen, siempre anhela escuchar algo mejor.

El astrofísico sigue inventando telescopios más poderosos y el químico microscopios más precisos; los aparatos de sonido siempre serán mejorados porque el oído y el ojo humanos nunca serán saciados. En este mundo de ciclos no hay nada que calme la inquietud del hombre. Tenemos que reconocer siempre que Salomón limita su discurso a lo mundano, a lo terrenal y la vida natural bajo el sol. No se trata del alma en el que habita el Espíritu de Dios.

Nada es nuevo. No podemos esperar algo en el futuro que no existió en la historia. Ningún logro acontecerá que no haya sido ya logrado. Salomón, al decir que no hay nada nuevo, se está refiriendo a las cosas fundamentales de la humanidad y su ambiente. Lo que la sociedad llamaría “progreso” no entra en sus argumentos, porque el progreso no ocurre en las bases, sino en cosas superficiales y físicas.

En las bases no hay cambios; no hay cosas nuevas. Todas las fusiones complicadas y sofisticadas que producen cosas sintéticas fueron hechas de elementos básicos que han existido en la tierra desde la creación. Dios estableció desde el principio las leyes utilizadas para formarlas. La inteligencia que elaboró cada invención, ha existido siembre en el cerebro humano. El hombre solamente ha desarrollado sus capacidades básicas. Si nos parece que el hombre ha progresado en el mundo físico, al mismo tiempo ha divagado moral y espiritualmente. Salomón ha expresado de forma sencilla la esencia de su argumento en el versículo 10.

Básicamente, el hombre existe en tiempo presente, sin la sabiduría necesaria para aprender del pasado y planear adecuadamente su futuro. Es verdad que hay monumentos con el propósito de recordarnos el pasado, pero no los damos la misma prioridad que a los eventos actuales. El hombre relega el pasado a circunstancias y culturas diferentes que las de ahora, y por eso piensa que no son relevantes.

El futuro contiene una incertidumbre que nadie puede predecir, por ello el hombre lucha en el tiempo presente, haciendo lo mejor que puede para sobrevivir. La deuda nacional en casi todos los países es, probablemente, una de las más grandes evidencias de la falta de consideración por el futuro, y otra evidencia es el abuso de la naturaleza. Como lo está haciendo ahora, siempre lo ha hecho y así continuará en las generaciones futuras, sin que el hombre cambie su manera de actuar.

Testimonio personal de Salomón

 

  1. Yo el Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén.

  2. Y di mi corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él.

  3. Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu.

  4. Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede

  5. Hablé yo en mi corazón, diciendo: He aquí yo me he engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia.

  6. Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era aflicción de espíritu.

  7. Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade

 

Salomón empieza a darnos su testimonio personal. Revela abiertamente su manera de pensar y sus esfuerzos en el pasado, y los contrasta con una nueva mentalidad y un nuevo corazón. Está contando, “Antes dediqué mi corazón a la sabiduría terrenal, pero ahora veo que esa búsqueda es dolorosa, al estar ocupado en ella. Anteriormente busqué conocer todo lo que hay bajo el sol, pero ahora veo que es trabajar para el viento (hecho en vano). Adquirí gran sabiduría y conocimiento, pero ahora sé que solamente aumentan la molestia y el dolor”. ¿Podemos dudar de que el rey Salomón hubiera llegado a un arrepentimiento?

Habla de su posición como rey en la ciudad capital de Israel, Jerusalén. Lo cuenta en tiempo pasado… “Yo fui rey”. Esto no significa que ya no lo fuera, sino solamente que su mentalidad y estilo de vida en el pasado habían terminado; los ha dejado en el pasado porque ahora él ve las cosas de una manera mucho mejor, como un ser transformado.

Salomón no fue un rey común, sino un gobernante poderoso que reinó desde el río Éufrates hasta la frontera de Egipto. Lee el relato en 2 Crónicas capítulo 9. Allí afirma: “Excedió el rey Salomón a todos los reyes de la tierra en riqueza y en sabiduría” (2 Cr.9:22). Otros reyes buscaban consejos de él: “Todos los reyes de la tierra procuraban ver el rostro de Salomón, para oír la sabiduría que Dios le había dado” (23). La declaración de la reina de Saba fue especialmente significante, sobre lo que había oído de Salomón: “Yo no creía las palabras de ellos, hasta que he venido, y mis ojos han visto; y he aquí que ni aun la mitad de la grandeza de tu sabiduría me había sido dicha; porque tú superas la fama que yo había oído” (6).

El capítulo sigue hablando de sus riquezas: “Tuvo también Salomón cuatro mil caballerizas para sus caballos y carros, y doce mil jinetes Acumuló el rey plata en Jerusalén como piedras” (25, 27). Relata que él recibía 666 talentos de oro anualmente, que es lo equivalente a 15 millones de euros, más o menos. También recibía otros tributos no incluidos en estos números. Hizo escudos de oro puro; un trono de marfil, cubierto de oro; un estrado de oro; todos sus vasos de beber eran de oro, etc., etc.

Dios no elige aleatoriamente y nunca se conforma con menos que lo mejor. Si somos creyentes, sabemos que cada escritor de la Escritura recibió la inspiración del Espíritu Santo. Dios siempre elige y prepara a un hombre que merece una audiencia, sin importar lo secular y escéptica que ésta sea. Por eso, su palabra tiene autoridad, porque Dios le ha dado experiencias personales, que superan a las del hombre común. Será para nuestro provecho si le prestamos atención.

Si él ha sido elegido de parte de Dios para decirnos que la búsqueda y la acumulación de la sabiduría y el conocimiento incrementan la molestia y el dolor, entonces, debemos escucharle cuidadosamente. Si nos dice que ha aprendido que la vida bajo el sol, es decir, la vida terrenal, es vanidad, debemos considerarlo con seriedad. Así que, por favor, vamos a tener suficiente juicio como para seguirle a través de estos doce capítulos.

Un antiguo dicho presupone que, “La ignorancia es felicidad”, y hay algo de verdad en ello. Por ejemplo, una vida despreocupada funciona muy bien entre los niños. Ellos, en la mayoría de los casos, por lo menos en el mundo oeste, no tienen que pensar en poner alimento sobre la mesa o comprar ropa. No tienen mucho interés en las noticias y gastan gran parte del día cotidiano jugando. Igualmente, el salvaje en la jungla no se preocupa por las naciones que tienen capacidad nuclear o por la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial.

La persona informada tiene mucho más en qué pensar que el ignorante; creo que todos reconocemos el hecho. Sin embargo, el escritor no está alabando la ignorancia, sino que está avisándonos de cierta avaricia intelectual que busca mucha sabiduría y un aumento del conocimiento (v.18 LBLA). Está afirmando que no traerá la satisfacción que parece prometer, sino molestia y dolor. Por eso, involucrarse apasionadamente en acumular conocimiento humano, como lo hizo Salomón, tendrá un fin negativo. Él habla de su propia experiencia.



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