Libro del Profeta Daniel

Libro del Profeta Daniel

Libro del Profeta Daniel

 

Un estudio expositivo por Lowell Brueckner

 

Introducción

 

Este es el tercer estudio expositivo que hago del Antiguo Testamento; los otros dos eran de Zacarías e Isaías. Estudiar el Antiguo Testamento es un problema para algunas personas. Existe sectas que ignoran totalmente la utilidad de todo, desde Génesis hasta Malaquías, y enseñan que no habla a los cristianos que viven bajo el Nuevo Pacto. Incluso entre verdaderos cristianos encontrarás a algunos maestros que desaniman a sus oyentes a pasar tiempo en el Antiguo Testamento.

Este es un serio error y hay que declararlo y exponerlo. Estoy aprovechando esta oportunidad, antes de que nos metamos en el contenido de las profecías de Daniel, para escribir algunos párrafos a favor del ministerio de la apologética (argumentos ofrecidos en defensa de las doctrinas bíblicas). Tenemos una gran necesidad de que personas, ungidas por el Espíritu Santo, sabiamente y sin temor ataquen las modas populares que hacen que el pueblo de Dios se desvíe de los principios de la Escritura. Desde luego, no es el trabajo de un novato; ya tenemos suficientes hombres inmaduros a los que les complace la controversia y al final hacen más daño que bien.

La falsa enseñanza es dañina para la salud espiritual y tiene que ser desafiada. Con tales cosas tenemos que seguir la enseñanza de la Biblia y no las maneras del mundo. Los predicadores no podrán ser fieles a la verdad si lo que les preocupa es ser políticamente correctos. En nuestros tiempos, muchos cristianos han confundido el cristianismo con el optimismo y el positivismo, y piensan que se están portando mal si predican lo que puede ser interpretado como algo negativo. Esto explica el hecho de que miles de congregantes asistan a iglesias donde escuchan solamente palabras de ánimo y lo que edifica el ego, sin ninguna alusión a las consecuencias por desobedecer a la palabra de Dios.

Es popular pensar que exponer el error es innecesario. Por eso, algunos dicen: “Solamente hay que hablar la verdad, y las mentiras desaparecerán”. No conozco mejor manera de dejar desordenadas y confusas las mentes de la gente que ha estado bajo un engaño. Al escuchar la verdad, intentará justificar su anterior enseñanza y combinarla con la verdad que acaba de aprender. El orgullo natural del ser humano es muy hábil; tiende a escapar de cualquier humillación, fruto de tener que admitir que ha creído una mentira. Por eso, la práctica de hablar solamente lo que es positivo, no solamente es incorrecto, sino que tampoco está inspirado por el amor de Dios, ya que dejará el futuro de tales personas nublado por la incertidumbre y la desilusión.

Sobre todo, esta no es la manera bíblica. La Biblia descubre el error claramente y demanda arrepentimiento, porque sin el arrepentimiento, la verdad no puede ser bien recibida ni creída. Por eso, la manera de hablar de los profetas, los apóstoles, e incluso Jesús, fue como Él mismo dijo: “Arrepentíos y creed en el evangelio” (Mc.1:15). Es imposible llenar una vida con la verdad si queda alguna falsedad en el fondo. Tarde o temprano, la mentira saldrá a la superficie.

La Biblia también menciona a los autores del error. Os doy algunos ejemplos de los escritos de Pablo: “Porque Demas me ha desamparado, amando este mundo Alejandro el calderero me ha causado muchos males Naufragaron en cuanto a la fe algunos, de los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar”. Al estudiar la carta a los Gálatas, vimos detalladamente cómo Pablo reprendió a Pedro públicamente. También tenemos el ejemplo del apóstol Juan al descubrir personalmente a un miembro de la iglesia: Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia”.

Por supuesto, uno tiene que ser muy cuidadoso al hacer públicas estas reprensiones personales. Tiene que estar seguro del fuerte apoyo de la palabra de Dios sobre el error cometido. Mi experiencia personal ha sido que la gente, muchas veces, no aplica correctamente el error a la persona involucrada, si uno no le nombra. Por eso, tenemos que exponer, no solamente a los mormones, sino a Joseph Smith; no sólo a los adventistas, sino a William Miller and Helen White; y no sólo a los testigos de Jehová, sino también a Charles Russell. Tenemos que hacer lo mismo con cualquier personaje actual que esté esparciendo el error.

Muchos cristianos entenderán lo que estoy diciendo, pero si la persona involucrada en el error es alguien muy conocido por ellos, que les ha influenciado o en quien han confiado, entonces, se ponen muy nerviosos y meticulosos sobre la cuestión de juzgar y apuntar con el dedo. Oh amigos, no estaremos involucrados mucho tiempo en la cristiandad evangélica, antes de que gente querida y respetada por nosotros caigan en el error. Aunque sea difícil de creer, Dios mismo nos prueba de esta manera, para saber si amamos a Jesús más que todo y apreciamos lo valiosa que es Su verdad bíblica para nosotros. “Porque también debe haber divisiones entre vosotros, para que los aprobados se hagan manifiestos entre vosotros” (1 Co.11:19 BTX).

Estoy consciente de cuan dolorosa es esta prueba, pero ciertamente encontramos ejemplos de ella en las Escrituras. Fíjate en lo que David tuvo que sufrir con su principal consejero: “Aún el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar” (Sal.41:9). “Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; ni se alzó contra mí el que me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él; sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, mi guía, y mi familiar; que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios” (Sal.55:12-14).

David está escribiendo de Ahitofel (2 S.15:12; 17:23), un prototipo de Judas Iscariote (Jn.13:18).

¿Mencionaremos a su propio hijo, Absalón, por quien David moriría si fuera posible? En Juan 13:21, el apóstol habla del incidente que tomó lugar en la última cena: “Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu, y declaró y dijo: ‘De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar’”. Yo también puedo dar algunos ejemplos personales. Uno será el de mi sobrina, que se casó con un falso maestro. Entre los suyos, es un conferencista conocido, escribe libros y participa en diferentes convenciones. Mi sobrina ha aceptado sus errores doctrinales y ella misma está totalmente enredada en la falsa doctrina (toma nota, muchas chicas y algunos hombres también, pierden su alma al enamorarse de un emisario de Satanás).

Ahora diré que el Nuevo Testamento nos habla claramente acerca de que el Antiguo Testamento es esencial para el cristianismo. Pablo menciona varias historias del Antiguo Testamento, concluyendo: “Estas cosas les sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros, para quienes ha llegado el fin de los siglos” (1 Co.10:11). El apóstol escribe de las Escrituras del Antiguo Testamento a Timoteo: “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia” (2 Ti.3:16).

Por eso, espero que todos los lectores de estos artículos estén convencidos de la necesidad de estudiar el Antiguo Testamento. Puedo decir con rotundidad lo totalmente necesario que es conocer el Antiguo Testamento, para poder entender correctamente el Nuevo. El libro de Daniel da evidencias muy claras sobre este asunto. Al decirlo, no estoy sugiriendo que un nuevo converso no debería leer, en primer lugar, el Nuevo Testamento, pero sí diré que es mejor desarrollar diariamente el hábito de leer al mismo tiempo los dos.

Por supuesto, el Antiguo Testamento perderá totalmente su propósito y nunca llegará a su cumplimiento, sin un conocimiento vital del Nuevo. Por otro lado, al leer el Nuevo Testamento, surgirán muchas preguntas que solamente el Antiguo Testamento puede contestar. Para dar un ejemplo sencillo entre cientos: Al principio de los Evangelios, Juan Bautista usa el término, básico para la salvación, el Cordero de Dios, refiriéndose a Jesús. La persona que no conoce el Antiguo Testamento no tendrá la menor idea de a qué se está refiriendo.

El libro de Daniel y el libro de Apocalipsis se complementan el uno al otro. Respuestas claves al libro de Apocalipsis se encuentran en Daniel. Por ejemplo, en los capítulos 11 y 12 de Apocalipsis, menciona varias veces un periodo de tres años y medio, que a veces es indicado como 42 meses o como 1260 días. No existe una referencia en ninguna otra parte de Apocalipsis, ni en todo el Nuevo Testamento, que nos dé una clave sobre el significado de aquel periodo. Sin embargo, Daniel, sí. Con claro entendimiento, demuestra que es la última parte de un periodo especial de 490 años para su pueblo. Por eso, antes de que alguien intente hacer un estudio serio sobre el libro de Apocalipsis, es imperativo que también estudie las profecías de Daniel.

Las profecías de Daniel son tan precisas y detalladas que los “intérpretes” liberales de la Biblia tienen mucha dificultad para creer que Daniel vivió durante el tiempo de los imperios babilónicos y pérsicos. ¿Cómo pudo profetizar tan precisamente acerca de los poderes de Grecia y Roma, que no existían todavía en su día? Ellos piensan que no fueron profecías, sino observaciones de alguien que vivió durante el periodo entre los dos Testamentos (a veces uno piensa, ¿por qué gente que no quiere creer las Escrituras, se involucra con ellas? ¿Serán en verdad lobos ateístas vestidos de ovejas cristianas?) Al llegar a tal conclusión, también tienen que ver a Daniel como un mentiroso, porque él mismo se presenta como un oficial de ambos, Babilonia y Persia.

Como es normal, los que dudan no son constantes, porque también Daniel profetizó claramente sobre la destrucción de Jerusalén en el año 70 a.C., y nadie podrá pensar que él estaba viviendo en ese tiempo. Además, cuatro décadas antes, Jesús habló del libro de Daniel (Mt.24:15), comprobando, al menos, que ya estaba escrito en Su día.

Para el creyente, el libro de Daniel es una autobiografía, escrito seguramente antes del año 530 a.C. Como ya hemos dicho, Cristo mismo reconoció su autoría y la autenticidad del libro. Este hecho debe calmar cualquier duda que un cristiano genuino pueda tener. Casi seis capítulos del libro están escritos en arameo, lenguaje internacional y oficial de aquel día, y el resto está escrito en hebreo.

El libro empieza hablando de la conquista babilónica de Jerusalén cerca del año 605 a.C. Poco después, Daniel y sus tres compañeros fueron separados de sus familias en Judá y llevados a Babilonia. José, en el libro de Génesis, es uno de los pocos individuos al que la Escritura no critica, y Daniel es otro. Estos jóvenes sobresalientes cayeron bajo casi las mismas circunstancias y al final recibieron semejante honra.

Los cuatro cautivos del libro de Daniel eran adolescentes (más o menos 15 años, cuando empiezan sus historias). Flavio Josefo, el gran historiador judío, cuenta que Nabucodonosor hizo a estos jóvenes eunucos. Es un poco especulativo, porque la Biblia no lo dice claramente, aunque sí dice que el hombre que se encargaba de ellos era el jefe de los eunucos. También puede significar que era el jefe sobre otros oficiales babilónicos que eran eunucos como él.

Hay otras cosas que debemos considerar. Al leer acerca de la crueldad de Nabucodonosor, uno concluye que, sin duda, fue capaz de hacer eunucos a sus cautivos, lo cual tiene cierto sentido. Como eunucos, estos jóvenes no se distraerían de sus deberes en servir al emperador en el futuro por tener familias. También hay una profecía de Isaías al rey Ezequías que indica que Nabucodonosor, en verdad, haría que sus cautivos judíos fuesen eunucos: “De tus hijos que saldrán de ti, y que habrás engendrado, tomarán, y serán eunucos en el palacio del rey de Babilonia” (Is.39:7). Según la tradición de los judíos, Daniel era descendiente de Ezequías.

La razón de por qué prefiero esa probabilidad, es para que consideremos el precio del llamamiento de Dios sobre Daniel, y apreciemos la fidelidad en cuanto a la actitud que él mantuvo para con Dios durante toda su vida. Debo añadir que fue una vida muy extensa, porque Daniel alcanzó una edad muy avanzada. Se extendió hasta la conquista y reino de los medo-persas.

Espero haber escrito lo suficiente en esta introducción como para poder empezar el capítulo 1 del libro con un poco de entendimiento de su trasfondo. Empezaremos estudiando las vidas de Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Estos chicos eran de la tribu de Judá e hijos de la nobleza judía. Nos maravillaremos de la profunda espiritualidad de estos jóvenes, sacados de sus hogares y país, para ser instruidos en el lenguaje y las costumbres de un poder extranjero. Sobre todo, mantuvieron su amor a Dios y determinaron ser fieles a Él, incluso desde las circunstancias tan extremas a las que Él, en Su soberanía, les había arrojado.

Añado un pensamiento más para preparar mejor nuestros corazones para lo que tenemos por delante. Para que el estudio bíblico tenga un mayor beneficio, tenemos que aplicarlo a nuestras propias vidas y futuro. ¿Te asustas porque he dicho que el Señor, no solamente permitió las circunstancias de los cuatro hebreos, sino que las ordenó? ¿Nos pediría algo semejante a nosotros? Considera a Jesús en Marcos 6:45, ordenando a Sus discípulos a entrar en una situación que Él bien sabía que amenazaría sus vidas: “Enseguida constriñó (griego… obligó, forzó, compelió) a sus discípulos, a subir a la barca (BTX). Tampoco era una situación tan excepcional si el Evangelio nos habla que el mismo Autor de nuestra fe, al empezar Su ministerio, “enseguida el Espíritu lo impulsa (griego literalmente… expulsa, arroja) al desierto” (Mc.1:12), para ser tentado por Satanás. Daniel y sus jóvenes compañeros nos van a dar el ejemplo de cual entrega es la que el Señor espera de nosotros, especialmente para estos tiempos peligrosos.



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