Carta a los Hebreos

Carta a los Hebreos

Carta a los Hebreos

 

Un estudio expositivo por Lowell Brueckner

 

Introducción

 

No podemos saber, con certeza, quien fue el autor de este libro, ni desde donde fue escrito, en qué año o a qué iglesia. Este libro existe para que el lector se enfoque enteramente sobre la naturaleza esencial de su contenido. Es una mina espiritual de oro y nuestra intención, al entrar en su estudio, será disfrutar de sus riquezas y añadirlas a nuestro ser interior.

Existe un propósito sobre por qué su autor (humano) no es conocido, por eso no es sabio llegar a una conclusión definida. Hacerlo sería un error, porque la evidencia dada no es conclusiva. Sin embargo, tal hecho no prohíbe nuestra especulación u opinión personal. Por mi parte, tengo que decir que no me he formado ninguna opinión, porque nunca pensé que fuera necesario hacerlo. De hecho, como ya he dicho, he sentido que la autoría es desconocida con un propósito y explicaré cual pienso que es la razón.

Desde los primeros tiempos, los padres de la iglesia tuvieron diferentes puntos de vista sobre la identidad del escritor, aunque el más popular favorecía al apóstol Pablo. El crédito dado al apóstol fue muy fuerte, hasta tal punto, que se le otorgó este título casi desde el principio: La epístola de Pablo a los hebreos. Sin embargo, hay algunos buenos argumentos contra tal conclusión. En primer lugar, a esta epístola le falta una introducción semejante a la que vemos en las trece cartas de Pablo. Además, la expresión que hallamos en Hebreos 2:3-4: “Nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos”, aparentemente, contradice lo que escribió de su propia experiencia de no oír de otros, sino por ver personalmente a Jesús en 1 Corintios 15:8: “Al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí” (1 Co.15:8). Por estas razones y por muchas más, la autoría de la epístola fue atribuida también a Bernabé, Lucas, Apolo, y a otros.

A favor de la autoría de Pablo figura esta declaración de Pedro, el apóstol a los judíos, en su segunda epístola, en la que, como el primero, se dirigió a la dispersión de los cristianos judíos (1 P.1:1): “Nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito” (2 P.3:15). Quiso decir… os ha escrito a vosotros los judíos, y por eso algunos concluyen que Pedro estaba afirmando que Pablo había escrito el libro de Hebreos. Muchos piensan que la razón por la que Pablo no escribió una introducción al libro fue porque sabía que, entre los judíos, muchos le despreciaban. Esto me parece cuestionable porque, espero, que los cristianos judíos hubieran perdido este rencor al ser convertidos. Reconozco que es posible que algunos judíos, al entrar en el cristianismo, aún tuvieran malos sentimientos contra Pablo, especialmente los que no poseían una conversión genuina.

Tengo otra teoría de por qué pienso que el autor, sea quien sea, no da su nombre en la epístola. Antes de exponerla, aviso que no me acuerdo de si lo he leído o escuchado, así que no puedo asegurar si es correcto o no. Tres veces, sin mencionar ninguna parte del Antiguo Testamento, como La ley o Los profetas, ni a ningún otro autor humano, el escritor de Hebreos acredita al Espíritu Santo como el Autor del texto que está citando. Por lo que recuerdo, él es el único en el Nuevo Testamento que hace así. Aquí ofrezco tres ejemplos: 1. “Como dice el Espíritu Santo (3:7), y cita el Salmo 95:7-8. 2. “Dando el Espíritu Santo a entender son esto (9:8), hablando del Levítico 16:2-20, 34. 3. “Nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho

 

y cita Jeremías 31:33-34. ¿Sería posible que también, al escribir a los hebreos cristianos, quisiera que se fijaran enteramente en la inspiración divina de su carta y no en el hombre que la había escrito?

Recuerdo haber oído a Leonard Ravenhill asegurar a los estudiantes de una escuela bíblica, que podía decir con toda certeza quien era el autor del libro de Hebreos. Los alumnos esperaban con ansiedad escuchar a un conferencista muy conocido, que por fin había descubierto el misterio. Por supuesto, Ravenhill, afirmó, con un poco de gracia: “¡El Espíritu Santo!” Y eso, amigo mío, es todo lo que importa.

Tampoco es cierto el año en el que se dice que fue escrito el libro. Según 13:23, Timoteo todavía vivía y fue soltado de la prisión. Por haber muchas referencias, en tiempo presente, del sistema de sacrificios en el templo de Jerusalén, podemos acertar que la carta fue escrita antes del año 70 d.C., cuando los romanos lo destruyeron. Por tanto, la mejor conclusión sería datarla, más o menos, entre los años 65-69 d.C.

No cabe duda que la carta de Hebreos fue escrita a los judíos que conocían la Ley. Durante toda la epístola relata las prácticas e historia del Antiguo Testamento, sin dar ninguna explicación. Asumía que sus lectores estaban muy informados de los incidentes a los cuales se estaba refiriendo. Principalmente, estaba pensando en creyentes hebreos. La persecución, por parte de los judíos religiosos a los cristianos, aumentaba considerablemente, y el escritor los animó a seguir fieles a la fe, exponiendo el valor de Cristo y Su evangelio. Advirtió a los hebreos no creyentes que tenían conocimiento del evangelio y que recibían intelectualmente a Jesús como su Mesías, de la posibilidad de una conversión falsa. También instó a otros, que tenían conocimiento de Cristo pero que rehusaban someterse a Él, que se entregaran a Él antes de que fuera demasiado tarde. Dio algunos de los avisos más severos que se encuentran en toda la Escritura.

No sabemos desde donde fue escrita la carta, ni a qué comunidad de judíos fue dirigida. Estamos acostumbramos a la tecnología y a la posibilidad de mandar miles de copias a diferentes personas a la vez. Pero en el primer siglo, era muy difícil hacer llegar tan sólo una copia a su destino. Es probable que la carta fuese enviada a un cuerpo de cristianos judíos. A través de ellos mandarían, por supuesto, unas pocas copias a otros creyentes y así, poco a poco, el libro fue esparcido.

Clemente de Roma, en sus escritos del primer siglo, reconoció que el libro de Hebreos fue divinamente inspirado y lo citó liberalmente. Justino Mártir también sabía que el libro tenía autoridad divina y lo citó en el segundo siglo. Estos, como también muchos otros de los considerados padres de la iglesia que les siguieron, reconocían, con toda certeza, que Hebreos ocupaba un lugar entre los escritos apostólicos divinamente inspirados.

Juan escribió el Apocalipsis (capítulo 2 y 3) a las siete iglesias que estaban en Asia Menor, pero el libro ha sido guardado por todas las edades, siendo un beneficio para toda la iglesia de Dios. Juan, en su introducción al Apocalipsis, dio la promesa de una bendición general al lector y al oyente. Igualmente, Hebreos, aunque fue escrito al creyente circuncidado, permanece para que el cristiano del día de hoy, sea judío o no, pueda sacar provecho de él.

Es espiritualmente saludable, que nosotros, hoy en día, siendo en su mayoría una iglesia de no judíos, recordemos que Dios les dio el evangelio primeramente a ellos. A veces, me da la impresión de que el cristiano moderno piensa que el evangelio tuvo su origen en Europa y que de allí se esparció a las Américas. Tenemos gran necesidad de reconocer humildemente las raíces judaicas de las que ha brotado la iglesia. Pablo expone esta doctrina, claramente, en Romanos, capítulos 9-11. Todos los escritores del Nuevo Testamento fueron judíos, menos Lucas. Charles Spurgeon dijo:“Yo creo que no damos suficiente importancia a la restauración de los judíos. No pensamos en ello como deberíamos hacerlo. Ciertamente, la Biblia promete que sucederá esta restauración”. Otro buen estudiante de la Biblia también afirmó: “El argumento que dice que Dios reemplazó a Israel por la Iglesia, tomando su lugar, es un alejamiento de una parte enorme de la evidencia bíblica”.

 

A pesar de todas las evidencias dadas acerca de la elección de la nación judía, algunos han concluido que la Iglesia la ha reemplazado. Han seguido esta suposición, incluso después de que los judíos hayan regresado a su tierra; empezando con el movimiento sionista a principios del siglo XX y la proclamación del nuevo estado de Israel en 1948. Debido a la doctrina del reemplazamiento ha surgido mucho antisemitismo a través de los siglos, incluso en la Reforma. Necesitamos apreciar el hecho de que las profecías dadas a los judíos hace 2.500 años por algunos de los profetas, ya han sido cumplidas en el siglo XX. Lo que me confunde es que muchas de las personas que afirman la Teoría de Reemplazamiento, también sostienen la doctrina de la elección incondicional y la preservación de los santos. ¿Cómo pueden estar seguros de la elección soberana y la seguridad para el creyente hoy, si es que Dios ha rechazado a Su antiguo pueblo elegido? Es una lógica inconsistente.

Todos nosotros debemos leer fielmente el Antiguo Testamento. El Pentateuco, especialmente, tomará vida mientras estudiamos la epístola a los Hebreos. Hallaremos una significancia en la ley ceremonial y nos gozaremos en su cumplimiento. Será un estudio sobre las sombras del sacerdocio levítico y la Ley, como trasfondo para el cuerpo que incluye ‘las cosas celestiales’, ‘los bienes venideros’ y Cristo mismo (He.8:5;10;1; Col.2:17). El libro demostrará que, sin Cristo y Su evangelio, la Ley no tiene un significado verdadero. Sin embargo, un estudio de la Ley ampliará la dimensión a lo que es el Evangelio.

El Espíritu Santo, por medio del escritor, busca ayudar al judío a deshacerse de la ley ceremonial que, muchos de ellos, continuaban guardando en la iglesia. Al leer Romanos 14:1-6, podemos ver esta tendencia en la iglesia romana. Puedes observar también, según Hechos 21:20, que las prácticas judaicas continuaban en Jerusalén. Después, por supuesto, los judaizantes estorbaban a las iglesias en muchas partes, e incluso, los creyentes gentiles adoptaban una tendencia hacia el judaísmo. Por esta razón, Pablo escribió toda una epístola a los gálatas. El escritor de Hebreos vio que los cristianos judíos estaban considerando volver a su lealtad a la Ley. Ya hemos visto que una de las razones fue por la persecución que había contra los que seguían fieles al evangelio. El escritor les amonesta a continuar en la gracia de Dios.

Yo hallo ejemplos muy llamativos de la interpretación de las Escrituras del Antiguo Testamento en este libro. El Espíritu Santo, expertamente, conduce al escritor para poder exponer lo que Él mismo ha plantado. Muestra que el Mesías ha venido, dando cumplimiento a las profecías. El profeta Daniel, particularmente, nos dio evidencias de que el Mesías vino y murió en el primer siglo. Nadie, incluso el judío, que confía en su gran profeta, tiene por qué dudar del hecho (fíjate en Daniel 9:24-27). ¿Puedo mencionar algo de menos importancia, pero que considero muy fascinante? Me refiero al valor

literario del libro. El Espíritu Santo no solamente es el Espíritu de Verdad; también Él puede presentar la verdad al alma humana con gran poder por medio de una hermosa prosa.

El mensaje del libro de Hebreos es Cristo, a quien pone encima de todo consejo cristiano, aunque, ciertamente, hay mucho consejo. Sin embargo, el escritor confía en que la revelación de Cristo convencerá más que el buen consejo y hará su obra en el lector. El mejor consejo, el mejor ánimo, la mejor motivación, el mejor incentivo a la santidad, la fe y la fidelidad, es Cristo mismo. Hebreos, junto a la carta de Colosenses, manifiesta, fuertemente, la divinidad de Cristo. Estas dos epístolas, como ninguna otra en el Nuevo Testamento, nos sumergen en la superioridad y la suficiencia de Cristo, y este es su propósito supremo. Ensalza la excelencia de Su naturaleza. Cristo se enfrenta ante cualquier competidor; con toda seguridad, podrá ser comparado a quien sea o a lo que sea, y continuará siendo adorado como el incomparable Salvador, Señor y Dios.

Vamos a echar un breve vistazo a los capítulos para enfatizar su infinita superioridad.

Capítulo 1: Él es más grande que los ángeles. Capítulo 2: Él es más grande que la raza humana. Capítulo 3: Él es más grande que Moisés. Capítulo 4: Él es más grande que Josué. Capítulo 5: Él es más grande que el sumo sacerdote. Capítulo 6: Dios da una afirmación más grande a Su palabra por dar un juramento al creyente en Cristo. Capítulo 7: Él es más grande que todo el sacerdocio levítico. Capítulo 8: Él es más grande que el Antiguo Pacto. Capítulo 9: Él es más grande que el santuario. Capítulo 10: Él es más grande que los sacrificios ceremoniales. Capítulo 11: Hallamos más grandes promesas en Él. Capítulo 12: Hay una disciplina más perfecta y un reino más grande. Capítulo 13: Tenemos un altar y una posición más grandes en Jesucristo, quien es el mismo, ayer, hoy y para siempre.



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