SANTO, SANTO, SANTO
HIMNO: CUANTO ME ALEGRA AUTOR: PHILIP PAUL BLISS Philip Paul Bliss nació el 9 de Julio 1838 en un hogar humilde en el norte del estado de Pensylvania. Hijo de Isaac y Lydia Bliss, padres piadosos que le instruyeron en las Escrituras desde muy niño. La influencia positiva de su padre marcó la vida de Philip, tanto en su salvación como en su servicio al Señor. Philip dijo de su padre en una oportunidad: “Él es el mejor hombre que jamás he conocido, la Biblia es el único libro que lee. Vive en constante comunión con su Salvador, siempre estaba feliz y siempre cantando”. A la edad de once años salió de su hogar para trabajar en distintos campos, de tal manera que su educación fue muy escasa. Su primer contacto con la música fue a la edad de diez años, cuando al pasar por una casa, pobremente vestido y descalzo, escuchó las notas melodiosas de un piano. Fue tan grande su fascinación al escuchar esta música que entró a la casa sin permiso y le dijo a la señorita que tocaba: “Por favor, toque más.” En lugar de responder amablemente, la ama de casa regañó al niño por entrar descalzo a su hogar. Después de este incidente Bliss comenzó a estudiar música. A los doce años fue bautizado en la Iglesia Bautista de “Cherry Fíats”, del condado de Tioga, Pensylvania y al poco tiempo empezó a participar en reuniones metodistas y servicios evangelísticos. A la edad de 18 años obtuvo un puesto como maestro de música en una escuela. Recibió formalmente su primera instrucción musical bajo la dirección del señor Towner y en ese mismo año conoció al famoso compositor William Bradbury en una convención de música. El 1 de Junio de 1859 se casó con Lucy Young, hija de un matrimonio que servían a Dios en el coro de la Iglesia Presbiteriana donde Lucy era muy activa. Philip P. Bliss poseía un gran talento: Raramente escuchaba una historia sin sentir la inspiración de componer un nuevo canto para ella. De esta manera él formaba la letra y la música de los himnos al mismo tiempo. En 1863 la firma musical de Root y Cady recibió una carta del señor Bliss, la cual contenía el manuscrito de un canto y pedía que si este himno era aceptable, se le mandase como recompensa una flauta. Este canto indudablemente demostraba el gran talento musical del señor Bliss, porque al poco tiempo no sólo recibió la flauta, sino que fue invitado para trabajar con esa firma musical y celebrar convenciones y conciertos. Bliss obtuvo alta reputación como orador, director de canto, y solista, en reuniones celebradas en varios lugares de los Estados Unidos de América. En una ocasión mientras hablaba en una convención general de ministros, donde estaba dirigiendo el canto congregacional, dijo: “Hemos escuchado excelentes predicaciones, oraciones fervorosas, pero muy poco canto alegre. ¿A qué se debe que muy pocos ministros cantan? ¿No mejoraría el canto sus voces y a la vez sus corazones también?” Después de servir por tres años como director de música de la Primera Iglesia Congregacional de Chicago, renunció para dedicarse de lleno a la evangelización como director de canto con el evangelista Daniel Webster Whittle). En este mismo año (1874), Bliss publicó una colección titulada Gospel Songs (Cantos Evangelísticos). La venta de esta colección le trajo una ganancia de treinta mil dólares, la cual, aunque siendo un hombre relativamente pobre, entregó totalmente al señor Whittle para ser usada en sus campañas evangelísticas. En diciembre de 1876, un mes después de haber escrito la música para el himno “Alcancé Salvación ó Estoy bien con mi Dios”, emprendió un viaje acompañado de su esposa hacia la ciudad de Chicago, donde se preparaba una serie evangelística que había de principiar después del primer día del año siguiente. Salieron de la ciudad de Buffalo, Nueva York el día viernes 29 de diciembre por la tarde. A las ocho de esa misma noche, al aproximarse a la ciudad de Astabula, Ohio, un puente se derrumbó y el tren de siete vagones de pasajeros cayó en las frías aguas de un río. De los ciento sesenta pasajeros, solamente catorce sobrevivieron. Bliss sobrevivió a la caída del tren y escapó por una ventana; pero más tarde volvió al tren buscando desesperadamente a su esposa. Todo fue en vano; los dos perecieron en el siniestro. La trágica noticia sacudió a la congregación entera que, en Chicago, estaba esperando la llegada de los Bliss. El predicador se dirigió aquella noche a la multitudinaria asistencia, “Queridos amigos, Dios no comete errores. Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos” (Salmo 116:15). Su vida fue una vida corta, sólo 38 años, pero bien invertida en el servicio al Salvador.