Que mi vida entera esté, consagrada a ti Señor «Frances Ridley Havergal»

Que mi vida entera esté, consagrada a ti Señor «Frances Ridley Havergal»

La Historia detrás del Himno

Que mi vida entera esté, consagrada a ti Señor

Que mi vida entera esté, consagrada a ti Señor. autora: Francés Ridley Havergal historia detrás del himno. Francés Ridley Havergal nació en Worcestershire, Inglaterra, el 14 de diciembre de 1.836. fue hija de una familia inglesa distinguida su padre fue William Henry Havergal quien, además de predicador, también compuso y escribió himnos. el interés de su padre hizo a Francés interesarse en la poesía desde una edad muy temprana. Frances no gozó de buena salud a lo largo de su vida, pero dios le dio una mente muy brillante e inteligente. A los cuatro años de edad aprendió a leer. Cuando tenía siete años compuso sus primeros poemas. También pudo memorizar largos pasajes de la Biblia, como el libro de los Salmos, Isaías y la mayor parte del nuevo testamento. Que mi vida entera este consagrada a ti, es el himno más querido de la srta. Havergal. Que mi vida entera esté consagrada a ti, Señor; que a mis manos pueda guiar el impulso de tu amor. que mis pies tan sólo en pos de lo santo puedan ir, y que a ti, Señor, mi voz te complazca en bendecir. que mi tiempo todo esté consagrado a tu loor; que mis labios al hablar, hablen sólo de tu amor. toma ¡oh Dios! mi voluntad y hazla tuya, nada más; toma, sí, mi corazón y tu trono en él tendrás. Fue escrito en 1874, y su aceptación mundial se ve en que ha sido traducido a una docena de idiomas europeos e incluso a varios de Asia y África. Ella misma escribió: “tal vez estés interesado en conocer el origen del himno de consagración, «que mi vida entera esté consagrada a ti». fui por una corta visita de 5 días (a Areley House). Había 10 personas en la casa, algunos inconversos y por los que hacía tiempo que se oraba, y otros convertidos pero que no eran cristianos gozosos. Dios me dio la oración: «Señor dame toda esta casa». y él lo hizo. Antes de marcharme todos habían recibido una bendición. La última noche de mi visita, después de haberme retirado a dormir, la gobernanta me pidió que fuera a ver a las dos hijas. estaban llorando. Allí las dos creyeron y se regocijaban. era casi medianoche. estaba demasiado contenta como para dormir, y pasé la mayor parte de la noche en alabanza y renovando mi propia consagración; y estas pequeñas coplas se formaron y repicaron en mi corazón una tras otra hasta concluir con: «siempre, solo, todo para ti!».” la vida de Francés Ridley Havergal era en verdad una vida de consagración. así escribía a un amigo: “el Señor me ha enseñado otro pequeño paso, y por supuesto lo he dado con gran deleite. «Toma mi plata y mi oro» ahora significa embarcar todos mis adornos para la casa misión de la iglesia (incluyendo un joyero que es propio de una condesa)… me quedo con un broche o dos para el uso diario, que son recuerdos de mis parientes queridos, también un medallón con una foto de mi sobrina que está en el cielo, mi Evelyn, y sus dos anillos… casi 50 piezas de valor están siendo empaquetadas. creo que nunca he cerrado una caja con tanto placer.” A pesar de su salud irregular, vivió una vida muy activa, siendo casi todo su trabajo totalmente dedicado al servicio del maestro: Habló, enseñó, cantó, oró, y escribió para él. visitaba a los enfermos y débiles, a menudo haciendo grandes viajes para llevar un mensaje de amor. En otoño de 1878, la srta. Havergal se trasladó a Mumbles, bahía de Eswanse. Aquí, se esperaba que encontraría un lugar tranquilo de descanso, para que pudiera recuperar algo de su vitalidad perdida; pero su continua compasión hacia los pobres sobrepasó su debilidad, y el 3 de junio del año siguiente, la dulce cantora pasó a la presencia del rey. Frances murió de peritonitis en Gales, cuando apenas tenía 42 años. una vida corta, pero verdaderamente ‘consagrada al Señor’. En su lápida está la inscripción de un versículo con mucho significado para ella: “la sangre de Jesucristo su hijo nos limpia de todo pecado – 1 juan 1:7”. entre los himnos escritos por Frances Havergal destacamos: • Cristo, su preciosa sangre • Cual la mar hermosa • Del trono celestial • Mi vida di por ti • Oh, háblame, señor, y hablaré • Oh, señor, que tú nos hables • Que mi vida entera esté • Quién es de la parte • Sangre, sangre, tan preciosa • Tú ya vienes, oh, Dios mío



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